¿Quién consume a quién?

Es curioso lo rápido que cambian las sensaciones en el cuerpo. Hace tres horas estaba cagándome en lo más barrido por ver que venía la noche del jueves, que no tenía ningún plan para salir, que cada uno se había buscado el suyo o simplemente no quería hacer ninguno. Nervioso mirando la agenda y las mil y una cosas por hacer: los deberes de física, de matemática, los ejercicios de inglés, ordenar los apuntes del año pasado para hacer sitio a los de la primera evaluación, plantear los de dibujo, buscar información para historia, copiar películas para una amiga (32), echar un vistazo a los folletos que recogí en aquella exposición de formación profesional, echarle otro al de las charlas de la UPV, meter un par de carteles en la mochila, con las notas y la película de historia… Y, aparte, lo que quería hacer: ojear el cómic que compré el domingo pasado en el salón de Getxo, avanzar un poco en “Patas Arriba” para leerlo en menos de 10 años y devolvérselo a su dueño, descargar cancioncillas varias para jugar con la guitarra en el ordenador y cantar, leer un par de artículos de la wikipedia, escuchar algo de los tropecientos grupos que puse anteayer a descargar… En fin, pocas cosas que hacer y mucho tiempo libre, ¿o era al revés? Bah, da igual.

La otra opción era tumbarme en la cama a ver una película de las muchas a las que les tengo ganas. Una opción más sencilla desde cualquier punto de vista, pero que me deja después en un estado de cabreo/mala hostia por no haber hecho nada útil. Sin contar con que me resulta especialmente incómodo ver una película solo desde hace un tiempo, si no es en el metro.

Lo que más me apetecía era irme a un puto parque, a estar tirado, hablando. Últimamente mi sombra esta un poco apática, pero, y el paquete de tabaco tampoco es que me dé una conversación especialmente interesante.

Así pues, he hecho lo que mejor se me da: nada. Me he dedicado a buscar películas en el archivador, mirar el correo y sacar la letra de una canción. Tres horas en mi cuarto metido con la misma sensación de estar perdiendo el tiempo, pero de no tener ninguna intención de remediarlo. No, al menos, hasta acostarme. Cuando esté suficientemente reventado, por supuesto, no tengo ganas de meterme a la cama para darle vueltas a la cabeza.

Y es curioso pero en el estrés que ha supuesto para mí todo el proceso llevado a cabo, me ha dado por releer alguna que otra conversación. Me han arrancado un par de sonrisas y me han colocado un nudo en la garganta. Analizando todo, si es que a ésto se le puede llamar análisis, me quedo con un par de frases. Una que le dije a alguien a quien aprecié mucho y de lo que todavía guardo algo, aunque sea sólo rabia:

“Partiendo de la base de que siempre tengo algo que hacer, puedes llamarme / hablarme / molestarme cuando quieras.”

Y otra que utilicé hace poco y que me gusta especialmente, aunque no tenga ni pies ni cabeza para quien lo lea ajeno a la conversación, ni para mí que lo escribí, ni para la que lo recibió. Una frase que, pudiendo decir mucho, no dice nada:

“Ya te lo recordaré, si me tienes cerca todavía.”

Después de toda esta paranoia, y para dar algún sentido al documento, dejo aquí la canción que he mencionado antes, cómo no, de Producto Interior Bruto, concretamente, “¿Quién consume a quién?”:

“Todos en algún momento hemos sufrido la ansiedad, la frustración, la soledad, la incomunicación. De una forma u otra hemos podido superar la situación o quizás no, quizás aún sigue torturándonos.

Una cosa está muy clara: cuando tengas un problema, busca refugio en las drogas. No te servirá de nada. Bueno, para un par de cosas sí te servirá: para quitarte la fuerza, los talegos y la agilidad.

Hace falta ser rematadamente iluso para pensar que los problemas se acaban a base de escapar. Y hace falta tener ganas para estar toda la vida escapando, sin plantar cara a la verdad, sin plantar cara a la verdad, sin plantar cara a la verdad, sin plantar cara a la verdad.

Evasión incontrolada, paraíso artificial. La mierda que te has metido no te deja ni pensar. La percepción alterada, por un estado mental, no deseado por tu cuerpo, que se empezará a quejar. Y ahora estás muy mareado, y ahora quieres vomitar. Es tu cuerpo que te avisa de que lo has tratado mal. No me vengas con el cuento de que sabes controlar. Hay cosas que tu salud nunca podrá tolerar. ¿Tan difícil es darse cuenta de que así nos quieren ver? Hasta el culo, pasando de todo y sin parar de beber, sin parar de beber, sin parar de beber, sin parar de beber, sin parar de beber.

Imagínate que fueras un pez gordo y que tuvieras miedo de ver cómo se rompe la preciada paz social. Y alguien te ofreciera un mágico remedio, y encima garantiza que funcionará. Es un arma contra obreros y estudiantes. Disparas tan campante y los pobres, encima, piden más. Además, por si esto fuera poco, les gusta tanto tanto que están dispuestos a pagar. Así que llena tus bolsillos y quédate tranquilo, mientras tengan su ración, no nos van a molestar. La delincuencia callejera nos viene que te cagas. Es la excusa para aumentar la presencia policial. ¿Ves qué fácil? De un plumazo nos quitamos de en medio a esa gente que nos la podría liar, que nos la podría liar, que nos la podría liar, que nos la podría liar.

Y ahora en mi cabeza una pregunta suena sin parar. Y ahora en mi cabeza una pregunta suena sin parar. Y ahora en mi cabeza una pregunta suena sin parar. Y ahora en mi cabeza una pregunta… ¿Quién consume a quién? ¿Quién consume a quién? ¿Quién consume a quién? ¿Quién consume a quién?”