2007/04/22

Mi colega el robot

Yo tengo un robot, inocente e indefenso. Vive en un piso modesto a las afueras de la ciudad con su padre, su madre y un hermano. Todas las mañanas se levanta, desayuna y va a estudiar. Vuelve a casa, improvisa rápidamente respuestas para los ejercicios que le han enviado y se sienta a ver la televisión hasta bien entrada la noche.

Los fines de semana aprovecha para recuperar el sueño acumulado a lo largo de toda la semana. Por la noche sale con los amigos. Queda pronto, a las 9, compra botellas de alcohol, mejor a mayor graduación y llena sus bolsillos de tabaco, costo, pastillas o cualquier otra droga de moda. La “soma” del momento. El lunes, vuelta a empezar.

Me entristece ver a dónde va, me entristece ver que no piensa por qué lo hace, que no lee, no se emociona y no reinventa su existencia. Me entristece ver cómo sigue al resto del lote. Sé que puede llegar a conocerme, puede saber de la existencia de éste otro mundo, puede subir.

Quiero gritarle al oído que estoy aquí, observándolo, que tiene que ver qué está haciendo, por qué. Quiero contarle que tras ese muro hay una salida. Que la cuesta de salida es empinada, está embarrada y resbaladiza. Pero merece la pena. Quiero mostrarle el sol.

No me escucha, es feliz.

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