2007/04/23

Compremos un billete

Discutíamos el viernes pasado en Filosofía sobre el orgullo, o algo parecido. El ejemplo en cuestión era llevar la contraria a los padres aún sabiendo que muy posiblemente tengan razón, que la verdad a la que tanto nos aferramos y que defendemos a toda costa, sea probablemente errónea.

¿Por qué hacemos eso? ¿Por qué llevamos la contraria a sabiendas de ser ignorantes de la verdad? ¿Por qué no agachamos la cabeza y abrimos las orejas para aprender?

Por miedo. Duele mucho, y escuece, que te suelten una crítica negativa al saber que es cierta y más aún si no queremos aceptarla. Sufrimos sobremanera por luchar en contra de qué somos y qué hemos hecho. Camuflamos nuestras mentes en la niebla, para ver lo justo y necesario.

A quien se conoce y acepta como es, le resultará mucho menos dura la crítica y sabrá aceptarla, encajarla de mejor manera. Los insultos perderán su valor y pasarán a ser un leve susurro. Sin sentimientos reprimidos no hay actitudes forzadas que simular.

El tren de la autocrítica y la aceptación pasa cada poco. ¿Nos montamos en la siguiente vuelta?

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