2007/04/23

Lloro, luego siento

Una gran máxima, por triste que resulte. Hace largo tiempo que no lloro debidamente y cuando lo he hecho ha sido en casos muy puntuales, provocados por una impotencia extrema y, prácticamente siempre, frente a alguien. Recuerdo perfectamente las tres últimas, ya que no ha habido más este año.

A menudo siento como un nudo corre a mi garganta, evitándome hablar. Siento la angustia, la opresión, las pocas ganas de hacer, pensar o sentir nada. A menudo llora mi corazón, pero no lo hacen mis ojos. Me abstraigo, aíslo y ladro a quien ose pasar la frontera, a quien ose dirigirme una sola palabra, por amable que sea. Soy borde, sin quererlo realmente, y con quien no debo. Y dedico una sonrisa, un abrazo o un guiño a quien debería contestar de mala manera, apartar, escupir y quitarme después el cuchillo de una vez por todas, ya tengo suficiente sangre en la espalda, está empapada la camisa ya. Penoso, muy penoso.

Por ello, supongo, se me trata a veces, y deduzco trataré a quien, como yo, no llora día sí y día también, de insensible, antisocial e irrespetuoso. “Vilches” podría ser un paralelismo ficticio válido. Un personaje que oculta un pequeño corazón detrás de esa apariencia, como ya cité en otro texto, detrás de “esa caricatura enfática que se obstina en hacer de sí mismo”, aunque fue en referencia a Cela la vez anterior.

En la otra orilla tenemos una playa llena de cocodrilos, de lágrimas fáciles. Como en toda especie, en ésta también hay diferencias. Los hay que lloran por desahogo, vacían ligeramente el dique a través de ellas para afrontar con mayor decisión los problemas, o huir más fácilmente de ellos, de todo hay. Pero los hay también que lloran por conveniencia, para conseguir lo que mediante argumentos o razonamiento no pueden, los que usan la pena como arma arrojadiza. Técnica en la que hay verdaderos artistas.

Desconozco si esto que acabo de escribir es una crítica, una muestra de inconformismo, falta de conocimiento de mi propia persona y del resto o que, simplemente, me aburro demasiado en lengua. De cualquier modo a una pequeña conclusión he llegado: aquí quien no llora no mama. Y quien lo consigue, lo hace, a menudo, por partida doble.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Puede que dramatices demasiado. De hecho, yo también lo hago. Que no llores, no te covierte en insensible, aunque mucha gente lo piense. Yo tampoco lloro apenas, pero me duelen las cosas lo mismo que a los demás. Lo paso igual de mal, o lo paso igual de bien. No lloro por tristeza y tampoco por alegría, simplemente, mis ojos no quieren derramar lágrimas. Si tienes un nudo en la garganta, tampoco lo reprimas, no nos pasemos. Eso sí, hay gente que llora mucho, gente que no tanto, gente que no llora.. pero la gente que llora para conseguir las cosas y se aprovecha del sentimiento de culpa o compasión del de al lado, es muy geta. Es lo que hay!