2007/04/24

¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué?

En una tarde de sábado, escribí un dar de páginas sobre las preguntas que titulan estas líneas. Serían mi trabajo de filosofía, a entregar antes de que terminara la segunda evaluación. La verdad es que la redacción fue bastante triste, y el tiempo que dediqué a ello antes de sentarme, aunque largo, no fue ni por asomo todo el que ahora dedicaría. Esto fue hace un año, creo, pues desde hace unos días se me hace extraño utilizar magnitudes como ésa.

Hace poco, estando “preparando” algún examen, recibí un correo de Itxaso con unos cuantos vídeos del programa REDES hablando sobre el tiempo, y la construcción de una máquina para viajar en él, los paradigmas que indican la posibilidad de viajar al futuro pero no al pasado y las suposiciones que podrían romperlos. Pocos días después, recibí otro, ésta vez de Lohitzune, diciéndome que podría ser que el tiempo no existiera, que es una ilusión creada por el ser humano. Coincidimos en el messenger y estuvimos un buen rato dilucidando, intercambiando opiniones al respecto. Resulta que, por increíble que resulte, el tiempo puede interpretarse como un presente infinito, donde el pasado no está más que en nuestra memorias, es un recuerdo, y el futuro, por el contrario, una ilusión. Del mismo modo puede invertirse radicalmente la situación, reduciendo el presente a millonésimas partes de segundo. Lo cual nos reduciría la existencia al pasado y el futuro. El pensamiento que acabamos de tener formará parte ya del pasado y el siguiente paso que demos es el futuro.

Según lo escrito hasta ahora, resulta imposible viajar al pasado, en cualquier caso se trata de recuerdos, que no pueden revivirse. A no ser que existiera más de una dimensión o realidad. Suponiendo que las realidades fueran infinitas y no una única, como creemos ahora, que éstas tuvieran un desfase temporal determinado y tangible, y que fueran iguales entre ellas, el viaje al pasado sería perfectamente posible, únicamente calculando la realidad a la que queremos saltar siguiendo el tiempo de desfase. Esta teoría, si es que puede utilizarse tal término, se cae por su propio peso, evidentemente, puesto que en el momento que empezáramos a saltar entre diferentes realidades, dejarían de ser iguales y, por tanto previsibles. Pero no deja de ser curiosa.

Aún así, todas esas ilusiones podemos medirlas, dentro de unos cánones, a los que nosotros llamamos, en conjunto, tiempo. Cánones siempre sujetos al observador y tan relativos como los cambios que ha recibido a lo largo de la historia. Cualquier alumno sabe, como bien ríen Lohitzune e Itxaso, que una clase de Geografía no dura lo mismo que una de Antropología. Afirmación que cualquiera puede comprobar yendo a Bilbao en metro leyendo un libro y volviendo sin nada, viendo una película entretenida y otra que le resulte tremendamente aburrida y en un sin fin de situaciones más. De cara a un entendimiento entre todos los que formamos la sociedad, hace unos cuantos “siglos” el ser humano empezó a definir espacios temporales determinados según diferentes movimientos. Así surgieron los días, los años… Por tanto, el movimiento va estrechamente ligado al tiempo, tanto que ninguno de los dos es posible sin el otro. Si el universo se detuviera, dejaríamos de existir; si el tiempo desapareciera, no podríamos definir un movimiento.

Ya que hemos mencionado el universo, acabo de recordar una curiosa teoría que se le ocurrió a un científico alemán llamado Einstein, que siempre sale en las fotos con la lengua fuera. Le llaman “Teoría de la Relatividad”, si mal no recuerdo. Dice, grosso modo, que a grandes distancias el tiempo pierde su razón de ser, el presente pasa a ser presente, pasado y futuro al mismo tiempo. Supongamos que envío en una cohete a Lohitzune a N kilómetros, a mitad de camino pierde a Itxaso, que iba en el mismo cohete, N/2, y yo me quedo en casita, en mi ordenador. Si por alguna desgraciada casualidad la nave explotara estrepitosamente (imposible en el espacio) y el brillo de tal explosión llegara hasta la tierra, siguiendo las leyes que, hoy en día, rigen la velocidad de la luz, cuando Itxaso percibiera la muerte de Lohitzune ésta habría dejado de existir hace tiempo y para mi mismo sería una acción futura. Por suerte Lohitzune no tiene pensado dedicarse a quehaceres tan entretenidos como los viajes interestales físicos, y prefiere estudiar para hacerlos psicológicos.

Por tanto, una conclusión relativamente lógica, sería deducir que el hombre inventa términos con tal buscar un orden a su existencia, aunque no se trate de una realidad absoluta, perceptible por cualquier ser material e inmaterial existente y por existir. Algo que realmente no nos resulta nuevo, al fin y al cabo todos los idiomas y lenguajes tanto orales, como escritos, como aquellos por gestos, son invención o interpretación única y exclusiva del ser humano. Y la realidad absoluta es un término tan buscado como dudosa es su existencia. Hay casos en los que la vía fácil resulta la más conveniente, y qué menos que utilizar a Kant para decir que simplemente hay cosas existentes pero injustificables.

Después de esta pequeña paranoia temporal sigo con aquel trabajo que hice hace, más o menos, un año. Mi conocimiento sobre la filosofía, sobre su historia, no era mucho menor del que ahora tengo, y no me habían obligado a pensar en causas tan singulares hasta entonces. Recientemente había visto una película un tanto extraña titulada “La guía del autoestopista galáctico”. Se trata de la adaptación cinematográfica de una serie radiofónica creada por Douglas Adams, que traería tras de sí un serie de diferentes novelas. Con estética y guión un tanto, friki, no vamos a negarlo, me resultó tremendamente atractiva, mientras que mis amigos cayeron fulminados, y tanto a mi madre como a la que por entonces era mi novia terminaron muy extrañadas. El caso es que, por alguna razón desconocida, me atrajo y, incapaz de entregar un trabajo sin dar la nota, basé de alguna manera en ella mi presentación. Dando el número 42 por respuesta a mi procedencia, existencia y no lejana desaparición. A preguntas incomprensibles, respuestas incoherentes. Algo así es lo que interpreté de aquel film.

Hoy conozco alguna que otra teoría más sobre mi procedencia. Se han sumado un sin fin de lecturas a las pocas que entonces conocía y engordan la lista opciones tan inverosímiles como que vengamos de Marte, que una gran cantidad de energía se concentrara en la cabeza de un alfiler, que seamos una realidad virtual al mismo tiempo parte de otra realidad virtual que está controlada por una cuadrilla de informáticos (Nivel 13), que seamos un experimento dirigido por ratones, o que nos haya creado cualquier tipo de Dios con vestimentas y aficiones de lo más variopintas.

Sin embargo, aun tras tanto investigar, inventar y controlar a través de las teorías sobre nuestro nacimiento, seguimos sin conocer las dos respuestas más importantes.

La primera de ellas es el tiempo. Tratándose de un término tan irreal que pierde su sentido al separarnos apenas unos pocos años luz de la corteza terrestre y que nos resulta tan difícilmente comprensible para la mayoría de los mortales, ¿cómo definir cuando fue el comienzo de todo? El Big Bang, dicen algunos, un Dios que movió la mano otros, en cualquier caso, ¿qué había antes? El infinito y la nada son las respuestas más comunes, a cada cual más incomprensible. Y es que, llegados a un punto donde el cerebro no alcanza la comprensión, nos vemos obligados a la invención de términos comodín. De ahí que, tras muchas investigaciones, con los años haya recibido un drástico cambio la fe, cambiando el resto de religiones por la ciencia. Mientras algunas se quedaban estancadas en lo místico, ésta ha sabido dar explicaciones, que muy probablemente resulten vergonzosas dentro de un tiempo indefinido, tal como lo entendemos ahora, pero que han ido engatusando a muchas generaciones y nos tienen inmersos ahora a una gran mayoría.

La segunda es el porqué. Aunque logremos determinar el principio de la creación de Dios, el tiempo transcurrido desde que sucediera el Big Bang, nos es imposible entender el por qué. Paradójicamente, al menos para mí, es también una de las preguntas más utilizadas a lo largo del día. Puedo entender dónde, cuándo y cómo suceden las acciones, quién las lleva a cabo, pero la única duda que me queda muchas veces es el porqué o, en su defecto, el qué que lo predice. ¿Por qué me trata así? ¿Qué le he hecho? ¿Por qué se comporta mal? ¿Por qué se ha liado con ese cardo? ¿Por qué falta al respeto? ¿Por qué no he sacado un 10? Ups, esta creo que ya la sé. En cualquier caso, volviendo al origen, tendemos a inventarnos nuestras propias respuestas por ser incapaces de mantener la duda. No se me ocurrirá nunca dar una explicación mística al resultado de mis notas, espero, pero siempre acabo echándome la culpa a mí mismo o a otra persona tras una discusión.

Durante el año que se ha demorado el presente desde que me sentara a rellenar las páginas, ha cambiado muy mucho la perspectiva del quién soy, tanto como lo han hecho las circunstancias en las que lo hago. Empecé poco tiempo después a leer sobre la maravillosa utopía que forma la actitud crítica. El barco con el que zarpé fue un trabajo sobre la Internacional, sobre todas las que ha habido, para ética. A partir de entonces he ido conociendo una minúscula parte del iceberg que forma lo que podríamos definir como izquierda. Lo que me ha llevado a criticar gran parte de la realidad que me rodea, buscando una satisfacción indefinida, al saber que mientras la actitud pasiva siga siendo reinante, tanto fuera como dentro de mi habitación, las revoluciones van a mantenerse en los libros. He mitificado personajes y escritores, y odiado hipócritamente la mitificación que otros hacen de otros tantos.

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Martin Niemöller


Poco a poco he cambiado con relativa radicalidad el ambiente en el que moverme y la gente con la que relacionarme. Ampliando enormemente tanto el número como la edad del rango y volviéndome para ello mucho más independiente, aunque haya supuesto un disparo de pan de higo para alguna que otra persona. Decidí, de una manera un tanto prepotente, pero en aquel momento necesaria que “voy a ser un chico inteligente y ya no me la van a dar nunca más. Voy a ser un poco impertinente y a caer un poco mal, sin faltar.” (Pan de Higo – Rosendo). Todo ello me ha traído, claramente, muchas críticas, malos rollos y el enfriamiento repentino de alguna que otra relación. Pero, siendo ligeramente exagerado, puedo fardar de no aburrirme y encontrar compañía para casi cualquier actividad, :P. Tengo quien me ponga el hombro para llorar mis penas, quien me dé collejas, quien me trate como si de una mierda se tratara, quien me aprecie aunque no lo demuestre todos los días, quien me critique por la espalda, quien me acompañe una noche a escuchar música, quien lo haga a un concierto, quien lo haga a andar en bici, quien lo haga para ver una película y, sobre todo, quien lo haga para solucionar el mundo.

Mi lugar en el mundo no ha dejado de ser insignificante, ni dejará de serlo en mucho tiempo, a no ser que la lotería llegue a mi casa o muera en alguna circunstancia realmente original, en cuyo caso “disfrutaría” de la fama por unas horas. Pero tampoco es algo que me quite especialmente el sueño.

La felicidad hace tiempo que no llama a mi puerta, tampoco he salido a buscarla. Me quedo con la ansiada tranquilidad de tener la vida medianamente organizada y dirigida como objetivo. Puede que algún día deje de buscar conflictos detrás de cualquier esquina o, aunque lo haga, los supere, y vuelva a cenar con ella. En una velada maravillosa donde el engaño y la desidia tengan la entrada vetada (Una velada maravillosa). Y, por pedir que no sea, un nuevo concierto de Extremoduro como banda sonora.

El futuro, ¿existirá?, sigo sin planteármelo más allá de unas pocas semanas, meses o años a lo sumo. La muerte es algo muy lejano, espero, y me queda poco tiempo de juventud, aunque se vaya alargando según pasan los años. Limitaréme, pues, a aprobar los pocos exámenes que me quedan, a disfrutar de los amigxs y conodxs, recuperar alguna relación y, quién sabe, empezar una nueva, si se tercia.

Antes de terminar, vamos a hacer la prueba de fuego: Ikastola/Batx 1/Filo/42/42.doc -> Herramientas -> Contar palabras -> Palabras: 740. En este archivo Herramientas -> Contar palabras -> Palabras: 2202.

Nota mental: deja de hacer el idiota y dedica tu tiempo a cosas más provechosas que escribir tus paranoias y penurias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me mataste con esa nota...:p de seguro habras pasado esos examenes, puedes dar mas como filosofo.
me gusta la soltesa que tienes para escribir, sera por que yo no tengo esa misma, y tengo mucho que decir; tal como los presos son los que conocen bien la libertad. Pero bueno... si yo quiero ir al futuro, no lo hago, lo curioso es que lo hago cuando no quiero ; es algo loco no? pero tu mismo lo as dicho entre situaciones entretenidas y aburridas.
y para terminar, el "porque" mayormente me trae malos resultados cuando lo pongo entre signos de interrogacion(¿?)como: desconfianza, dudas, mentiras obligadas y otras cosas.
Es mejor usarlo de forma explicativa, asi te das a entender mejor hermano.
En fin..lo que mas nos interesa es lo que menos nos debe interesar.. porque jamas vas a ver a un ET que te recoga a ver como as avanzado, o a un angel que te de un mensaje divino, o quien sabe no?? es cuestion de fé... cuidate hermano y suerte en todo ... que Dios te bendiga!!!