Han pasado seis meses ya, seis largos meses echando la vista atrás, aunque no me haya percatado realmente. Me he paseado en este tiempo desde Lesaka hasta Plasencia, pasando por el Pirineo Aragonés, Astillero, Gernika, Llodio, Madrid, Vitoria, Túnez… He trabajado desmontando y montando escenarios, de tramoyista, he hecho de comercial, he ayudado a cambiar ventanas, he desmontado camas. He reído tanto como he sufrido. He llorado más en este tiempo que en los últimos años, por lo que mi memoria alcanza. Y lo he hecho, además, delante de tres personas que dudo pueda llegar a olvidar fácilmente. He descubierto, para desgracia de algunos, que sé expresarme escribiendo, y que me ayuda a relajarme, a desahogarme. He madurado hasta un nivel que antes creía imposible, he sacado de mi algo parecido a lo que llaman “actitud crítica”. He asentado muchos valores por el camino, creo, sin olvidar que todavía podría elevar a “n” los que me quedan pendientes y los que nunca llegaré a fijar. He metido la pata en innumerables ocasiones, y he arreglado algunos de esos descosidos. He perdido la vergüenza por ser lo que soy, o por la imagen que doy. He aprendido a responder con una sonrisa sarcástica a quien se ríe de mi sudadera por llevar “Euskal selekzioa” escrito, a quien se mofa de mis camisetas y a quien intenta herirme por el peinado que luzco. He conocido a una cantidad ingente de personas, con las que simplemente me cruzada, salvando las distancias del conocimiento. He vuelto a encontrar placer en la lectura, algo que había perdido hace ya mucho tiempo.
Son seis meses ya al ritmo de cinco contra, durante los cuales he vuelto a definir, por enésima vez ya, mi visión particular del sexo. He maldicho la incapacidad generalizada de diferenciarlo del amor. He podido analizarlo, desde fuera, para ver las tonterías supinas que pueden llegar a hacerse por ello. He llegado a encontrarle gracia a ver cómo se utiliza la palabra “gustar” en vez de “poner”, y viceversa. He disfrutado de horas de culebrón, por besos, rollos y muerdos cuyo valor no superaba el de una noche de desesperación. He visto las burradas que pueden llegar a hacerse y decirse por “mojar”, como si del elixir de la vida se tratara. He asistido atónito a la incapacidad física de mantener las piernas cerradas por unos días.
He sufrido dicha indecisión, que ha sido, sin duda, mi gran metedura de pata en la adolescencia, aunque no la única. He comprobado cómo del amor a la indiferencia hay un paso, relativamente similar al que separa una alegre noche de fiesta de unas cuantas horas amargado, pasando frío, rodeado de música y gente chillando. He comprobado, al mismo tiempo, lo difícil que resulta dar ese paso, y lo fácil que es quedar atrapado a mitad de camino, como una veleta al viento, cuyo objetivo es tan variable como la compañía que le rodee.
A mí, personalmente, nunca me ha resultado fácil diferenciar ambos conceptos. Y he creído tener bien presente que sexo y “hacer el amor” son sinónimos. Ahora, pensándolo bien, me surge la duda. ¿Y si estuviera equivocado? He puesto tanto interés en salvar las discusiones utilizando la cabeza como esfuerzo por hacer los deberes de física durante todo el último año. De haber dejado de pensar con, por decirlo sutilmente, el calvo, podría haberme ahorrado un sin fin de dolores de cabeza, sin duda. Podría haberme fijado en guiños, aparentemente absurdos, pero que, como la diminuta punta de un iceberg, indican que algo grande viene. Otros tantos, así como despechos, son inevitables, puesto que no dependen de mí. Pero, una vez pasado el temporal, me habrían servido para decir que, aunque el coyote nos haya atrapado, yo corrí todo lo posible por evitarlo.
Visto lo visto, la abstención no suena tan mal. No sé si lo veo así porque mi vista no alcanza la posibilidad de poner remedio a ello en un periodo relativamente corto. Porque me veo incapaz de diferenciarlo aún hoy. O porque quiero justificarme de alguna manera y no sentirme desafortunado como un miembro más del conflicto vasco, y es que, ¡ni con la tregua se soluciona!
Podría ser ésta una buena situación para soltar alguna chorrada, como: hasta pillar no me corto el pelo. Pero eso implicaría la remota, pero no por ello imposible, situación de que sucediera y tuviera, por ello, que deshacerme de mi maravillosa cabellera antes de lo deseado.
2007/04/23
Seix mesex
Publicado por Opositivo el 4/23/2007 11:55:00 p. m.
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