Me estoy acordando de la bendita mamá que parió al señor, o señora, al que se le ocurrió idear un examen como forma de evaluación y de la del amigo que preparó las materias obligatorias.
Por todos es sabido que la gran mayoría de lo que aprendemos, o estudiamos, durante largos años en el colegia y la universidad sólo sirve para engordar nuestras cabezas, encontrar uso a la memoria y afianzarnos como máquinas de repetición dignas. Información que olvidaremos, en su mayoría, en un periodo relativamente corto de tiempo, perdurando únicamente lo más básico, lo mínimo para subsistir y no ser tachados de incultos.
Lleva años este sistema, pero, y al parecer no se ha ideado método alguno mejor que el actual. O, si se ha hecho, no ha resultado rentable implantarlo.
Ya que no parece haber solución alguna, no a corto plazo al menos, para evitar tal injusta medida, donde salen indudablemente favorecidas las ratas de biblioteca, en sentido despectivo, evidentemente, sólo nos queda patalear a los vagos redomados. Podrían los centros, el estado o quien deba, preocuparse ligeramente por incluir materia levemente relevante en cada asignatura, aparcando lo que, sin duda alguna, es morralla con utilidad nula. De poco sirve que nos enseñen a arrancar un coche si no nos explican antes que hay que llenar el depósito.
Este cabreo viene dado, básicamente por el hecho de haber recibido un maravilloso cinco con seis en una asignatura que, en mi clase, brilla por el pasotismo general y la ignorancia. Más allá de la importancia o justicia de mi nota, que es sin duda alguna merecida tras haberle prestado atención ninguna a la asignatura y de haber hecho el examen con una suficiencia supina, me repatea severamente el estómago y demás partes corporales merecedoras de de ser mencionadas por su ordinariez que haya quien ha obtenido más de un siete gente incapaz de articular una sola frase en euskera. No hablemos de entablar una conversación en dicho idioma o siquiera redactar un texto con una mínima coherencia. Esto lo escribe quien, hipócritamente, utiliza el euskera en contadas ocasiones y para el que supone un esfuerzo expresarse de manera similar a como lo hace en castellano. Quien utiliza éste último por comodidad y vagueza, pero que, en caso de necesidad, es capaz de atender una entrevista, tener una discusión o escribir una carta con un nivel de formalidad aceptable.
Con una fuerza de voluntad cercana a la nulidad y unos valores donde el estudiar por estudiar está bastante bajo, entendiendo como tal la gran mayoría de lo recibido en clase, es difícil interpretar este texto como algo más que una simple pataleta. Lengua, filosofía, historia… no es ésta la única asignatura en la que creo se potencia bien poco el interés, aunque sí este el único caso en el que me he sentido estafado y ultrajado por un examen donde para nada se evaluaba lo que el nombre de la asignatura reza y que contribuye irrisoriamente a lo que se supone es nuestro objetivo al finalizar este curso.
Si bien de poco sirve este escrito, ya que muy pocos lo van a leer y sus posibilidades no van más allá de un abrazo o un callejón, sirva al menos para desahogarme y aguantar las ganas irrefrenables de partirle la mesa en la boca a quien todavía se cree con derecho a mirarme por encima del hombro e intentar ridiculizarme en un espacio en el que, claramente, tiene la batalla perdida. Podría no serlo en otros campos, y lo es, sin lugar a dudas, pero este no es el caso.
2007/04/23
Una rabieta cualquiera
Publicado por Opositivo el 4/23/2007 11:24:00 p. m.
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