2007/04/23

Flashback a la perdición

Cerebro, corazón. Sentimientos, razón. Impulsos, lógica. Perdición, salida. Resulta paradójica la cantidad de sinsentidos que podemos llevar a cabo por no pararnos a pensar y hacer debido uso de la materia gris que nos ha sido otorgada.

Por ahorrarnos unas horas, o días, de superficial sufrimiento, nos sumimos en complicadas discusiones e incomprensibles acciones que no consiguen sino acrecentarlo.

Aún así, seguimos haciéndolo. Como si de gustos sexuales alternativos se tratara, seguimos torturándonos, metiendo la pata una y otra vez, recordando como si fuera ayer lo que deberíamos haber solucionado hace tiempo.

¿Por qué resulta tan difícil mandar a paseo al corazón? ¿Qué sentido tiene pasar horas tumbado en la cama, con una fuerza invisible oprimiendo el pecho, el sudor frío recorriendo nuestro cuerpo entero y sintiendo que el espacio se reduce, que las paredes se acercan y el oxígeno huye? ¿Qué sentido tiene seguir así durante meses por imágenes que sólo existen en nuestra imaginación? ¿Por qué cuando parecen haberse desvanecido y archivado vuelven a asomar? ¿Por qué empiezan a verse en sueños, con los ojos cerrados, y acaban apareciendo por doquier, como si de flashes de películas se trataran?

No son reales, sólo me hacen sufrir, y así y todo sigo recordándolos. Me hacen cambiar y actuar. Me hacen no ser yo, me hacen ser parte de lo que más odio. Sacan, posiblemente, mi peor cara. El odio es necesario, pero no lleva a ningún sitio. El rencor tampoco.

¿Por qué no puedo controlarlos? ¿Por qué no puedo controlarme?

La mente también necesita dormir. De hecho, esa es la única razón de hacerlo, el cuerpo puede relajarse despierto. La mente necesita olvidar los problemas por momentos, simplificar su existencia a las acciones más primarias. Por desgracia, hay que educarla para ello, y es ardua tarea.

El otro día, una amiga me dio a leer un artículo sobre la mente en blanco. Decía en él que creía imposible pensar en nada, y lo es, sin duda. Pero el simple hecho de imaginar un espacio en blanco, diáfano, es ya un gran logro, equiparable a la nada absoluta. Sin serlo, da tranquilidad, falsa a veces, pero necesaria en todo momento.

Quisiera ser pez a menudo, o poder entrar en “Paycheck” para olvidar cuanto quiera. Después me doy cuenta de que olvidar significa renunciar a qué soy. Soy fruto de mis acciones y vivencias, de todo se aprende. Al pensar en ello y negarme a olvidar, vuelvo a dar vueltas a mis propias paranoias y, entonces, la historia vuelve a empezar…

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