2007/05/31

¿Votar? ¿Por qué?

Puede resultar ligeramente absurdo reflexionar ahora sobre el voto. Sin embargo, siempre es momento de reflexión y corro el riesgo de olvidar los pormenores que han marcado mi cabeza si me obligo a esperar un momento más “idóneo” para tratar el tema. Quedan unos cuantos meses, casi doce, para las próximas elecciones. Mucho tiempo de continencia para una mente tan inquieta.

Han pasado cinco días desde que las urnas recogieran mi opción para elegir alcalde en el pueblo y designar quién regirá la diputación de la provincia. Éste fue tema central de conversación los días previos y lo sigue siendo ahora, con las conclusiones sobre la mesa y a la espera de coaliciones.

Ésta ha sido mi primera opción de tomar parte en la “democracia” en que vivo, y he podido comprobar el difícil salto de la crítica a la necesidad de elección. Parece mentira el abanico de posibilidades que se abre ante ti con la llegada de las elecciones: abstención pasiva, abstención activa, voto nulo, voto reivindicativo, voto en blanco, voto útil, voto por convencimiento…

Por facilitar ligeramente la expresión de los puntos de vista e intentar no olvidar detalle alguno, escribiré sobre las opciones en orden de participación/comprometimiento.

Viendo cuanto se tiene en cuenta realmente la opinión ciudadana más allá de los contados días en que se dictan los sueldos a cobrar por políticos y cía, la abstención se presenta como una alternativa llamativa. Ya sea por la vaguedad de afrontar una decepción tras haber movido el culo hasta los colegios, o por pasar ampliamente de realizar cualquier esfuerzo en pensar las alternativas. Cabe también la posibilidad de no creer en el sistema “democrático” ahora en vigor y hacerlo como protesta, como negación de una oligarquía encubierta. También puede tomarse como un intento por poner en jaque al sistema, amparándose en la posibilidad de que, forzado por un alto porcentaje, éste se vea obligado a evolucionar o extinguirse. Alternativa atractiva, pero utópica al mismo tiempo, y poco práctica a la hora de repartir concejales entre los partidos presentados.

Después de siglos de autoritarismo y un régimen franquista que robó toda posibilidad de opinión, es ahora cuando, entre acentuadas comillas, tenemos la opción de elegir nuestro futuro. Más complicado ha sido aún la “libertad” de las mujeres. Como apoyo y reconocimiento a tan sangrienta lucha, se muestra el voto nulo. Voto que, si bien no acepta la manera en que se está llevando dicho sistema, cree en sus posibilidades y aboga por la participación. Al igual que con las abstenciones, se trata de una alternativa poco eficaz en la práctica. Excepción de lo citado es el caso de papeletas para ANV, donde, lejos de negar la forma en que se dirige la “democracia”, se otorga un voto reivindicativo, solicitando con ello la libertad de participación tan pregonada y, al mismo tiempo, coartada.

Siguiendo estos citados pasos, aparece el voto en blanco, a través del cual se le otorga potestad de elección a la mayoría, sintiéndose incapaz de abogar por un partido concreto, pese a apoyar el sistema y su cauce.

Dejando a un lado toda opción no contabilizada, tomamos la carretera que nos conduce a un partido concreto. En ella podemos elegir detenernos en el “menos malo” de todos los partidos presentados o apoyar aquel con el que comulgamos completamente, o casi. Se presenta también el voto útil, que nos brinda la opción de votar a alguno de los partidos mayoritarios, a sabiendas de que aquel al que votaríamos carece de opciones reales. Buscamos en este caso desterrar otro mayoritario que, evidentemente, nos produce más y peores sarpullidos.

Así, nos encontramos, días antes de las elecciones, con la habitación repleta de programas, sobres, listas… pendientes de saber si acabarán encarceladas en una fría urna de cristal o trituradas en una planta de reciclaje.

El domingo tomé mi decisión, pronto por la mañana. El lunes ya me había arrepentido de haberlo hecho. El miércoles, otra alternativa rondaba mi cabeza. Y hoy, vuelvo a estar convencido de lo que hice. Así de divertida es la democracia representativa.

¿Democracia? ¿Representativa? Sabrán disculparme si me ausento, que me ha entrado un pequeño ataque de risa.

Basta ya

Sumido en mis pensamientos, protegido por una burbuja, vuelvo a casa. Mi cuerpo sentado en el metro, la cabeza quién sabe donde, volando de planeta en la planeta, atravesando galaxias, traspasando dimensiones. Mi mano garabatea opiniones, pensamientos en el cuaderno. Una voz surge de los altavoces para indicarme la llegada; sistemáticamente guardo todo, estiro las piernas y me levanto. Aún absorto, camino a casa, subo y tiro los sobrantes sobre la cama. Preparo una bandeja con la cena, para dirigirme al salón, alimentarme en compañía de mi madre y hermanos. Están viendo los castings de “Factor X”, un programa donde buscan estrellas con las que engordar la industria cinematográfica.

De repente, la cámara enfoca a una mujer y un rótulo indica que se trata de la madre de una candidata. Su padre, el abuelo de la chavala, de mi edad, ella, no él, acaba de fallecer. La lente se fija en las lágrimas de la mujer. Al salir la joven, sonriendo por haber sido seleccionada, ésta cambia de objetivo para mostrar cómo recibe la triste noticia. Lejos de respetar tan incómodo momento, la cámara sigue grabando, enviando, difundiendo las penas de la pareja. Indignado, solicito a mi madre que cambie de canal. Ante su negativa, no dudo en levantarme y abandonar la estancia.

De eso hace ya dos semanas. La pasada, leo en los foros que el padre de una participante de “Gran hermano” ha corrido la misma suerte, desgracia. Ella no lo sabe, pues se ha negado a contárselo. Algunas fuentes indican la negativa de la productora a notificárselo. Otras, afirman la autoría de la familia, alegando como excusa que no quieren ver cómo pierde el concurso por dicha razón. Ella, no lo sabe.


Hoy recibo una nueva noticia: la productora del conocido reality show va a lanzar en Holanda uno basado en la obtención de un riñón. Tres pacientes ligadxs, condenadxs de por vida a la diálisis lucharán por el beneplácito de la donante, mujer enferma Terminal. Ella deberá elegir quién correrá tal fortuna y podrá disfrutar de su órgano, una vez haya perecido. La audiencia podrá votar y argumentar a través de mensajes SMS a quién quieren que se lo otorgue.

Con todo esto nos ha quedado claro a los que en su día pusimos el grito en el cielo con el primer GH, a los que afirmamos entonces que la televisión era una basura prácticamente imposible de empeorar, nuestro grosso error. Hemos escarmentado a estas alturas, basta ya de violaciones de intimidad y obtención de beneficios por medio del mal ajeno, por favor. Basta ya de comercializar con penurias y de promover la enfermedad de la fama a toda costa. Miedo me da el día en que ficción y realidad terminen juntándose para mostrar en pantalla dos grandes letras: BR [1].

Rezaría, si creyera en su utilidad, para no ver en un futuro la encarnizada lucha entre compañeros de clase por sobrevivir al reality de moda. Como no se la encuentro, me escudo en la esperanza de tomarlo como otro cómic más del que la industria ha producido un par de películas.

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[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Battle_royale

2007/05/29

Gestos, miradas

Me gusta sentirme querido, apreciado, amado, deseado. Que la gente de alrededor se sienta a gusto conmigo, disfrute de mi compañía y me reclame para diferentes planes me resulta atractivo. Que cuenten conmigo sea cual sea la actividad y se acuerden de pegarme un toque, al margen de las ganas que yo tenga.

Sin embargo, a veces echo otro tipo de atracción en falta, las pequeñas carencias tras duros varapalos me ciegan y evitan que pueda ver cuan acompañado estoy. Me centro en la más difícil de las compañías y obceco, creyéndome desdichado.

Dejo volar mis sueños en dichas circunstancias, permito a mi corazón tomar las riendas de la cabeza, de la razón e imagino a otras personas atraídas por mí. Las contemplo fijándose en cada uno de mis actos, pendientes de mí, intentando alcanzar el momento en que acercarse, lanzarse.

En algunos casos siento una fuerza impulsándome a comentarlo con los más allegadxs, de contarles lo deseado que me siento. De explicarles todos los gestos que, creyéndome distraído, hacen en un afán sinsentido, pensando, ilusxs de ellxs, que tienen alguna posibilidad.

Es entonces cuando me paro a pensar y me siento inútil analizando qué ha pasado. Veo que, como en un mal sueño, la intencionalidad y la nada no levantaban un palmo del suelo. Todos aquellos gestos, aquellas miradas, se escudan en las crudas garras de la cortesía y la educación. Los ojos verdes, marrones, azules, grandes, pequeños, expresivos, tristes… no escudriñaban mi interior, simplemente saludaban a un conocido.

Dejo a un lado tan absurdos pensamientos, centro mis ideas en acciones más útiles y tras X tiempo, donde X se presenta como un valor positivo indefinido, me encuentro con que la historia ha vuelto a empezar.

Una estrella fugaz

“Unx no es de donde nace; unx nace de donde es.” [1]

Recientemente, hace poco más de diez días, cumplí dieciocho años en este planeta. A lo largo de éstos, especialmente éste último, me he paseado por una gran cantidad de lugares de diversa índole. Desde Galicia hasta Cataluña, pasando por Túnez, Hannover e Inglaterra, subiendo a algún que otro monte en Pirineos, bajando a Cáceres y bañándome en playas asturianas. Si no de todos ellos, de gran parte conservo, grabadas a fuego en la retina, imágenes, situaciones. He vuelto muchos de esos lugares míos y se han llevado una parte de mí.

Al recibir noticias sobre planes caciquistas que atentan contra los parajes donde todavía me veo fotografiado, no puedo evitar estremecerme. Me acongoja saber que explanadas a las que en su día me costó horas de paseo acceder, gozan ahora de una bellísima carretera de acceso para que aquellxs con el suficiente poder adquisitivo puedan bañarse en un charco burbujeante. Me repatea que las dunas por las que estuvieron lxs vecinxs luchando largo tiempo, hayan cobrado altura con ayuda de vigas y cimientos de hormigón armado.

Las experiencias que en todos ellos he vivido no pueden conducirme sino a sentir pena por la desaparición de lo que, a estas alturas, es razón de mi forma de ser, de actuar. De igual modo que he sido marcado por las relaciones con las personas que me cruzo día a día, han hecho mella en mí las conversaciones mantenidas con jóvenes de realidades diametralmente opuestas, o paralelamente similares; todo depende del punto de vista. Salvando las distancias, claro, no nos pasemos de romanticones.

En estos días post-electorales, atiendo con recelo a los resultados en aquellas provincias donde estuve, con esperanza de ver cumplidos los deseos que entonces me transmitieron.

He observado diferencias y similitudes entre jóvenes de diferentes lugares; he sufrido absurdos prejuicios y disfrutado de largas conversaciones; he compartido aficiones y aprendido nuevas. He sentido reivindicaciones suyas mías, al verlas reflejadas en “mi” lugar. He intentado explicar mi realidad y mis inquietudes, mis preocupaciones y situación.

Al volver a “casa” he revivido, aunque con mayor énfasis, las mismas sensaciones en base. He comparado e igualado sueños, proyectos y deseos. Todo ello me ha llevado a encontrar similitudes, grandes similitudes, más allá de características triviales como el idioma, el acento, el color, la edad… Me ha arrastrado a buscar un enemigo común tras tanta barricada. Me ha enseñado que no soy fruto del lugar donde he nacido, sino que lo he hecho, he crecido y me he formado en todos y cada uno de los lugares en que he sido. Resulta ahora que las marcadas fronteras que delimitaban “mi pueblo” se desvanecen con la facilidad con que lo hace una estrella fugaz en el poblado firmamento.

Y es que, no soy de donde nací, nazco de donde soy en cada momento; el nacionalismo ha resultado ser una enfermedad que se cura viajando [2].

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[1] Mía. Pero, ¿a que no suena del todo mal?
[2] “El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando” - Pío Baroja
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El extranjero - Enrique Bunbury

Una barca en el puerto me espera
no sé dónde me ha de llevar
no ando buscando grandeza
sólo esta tristeza deseo curar.

Me marcho y no pienso en la vuelta
tampoco me apena lo que...... dejo atrás
sólo sé que lo que me queda
en un sólo bolsillo, lo puedo llevar.

Me siento en casa en America,
en Antigua quisiera morir,
parecido me ocurre con Africa,
Asila, Esaurira y el Rif.

Pero haya donde voy,
me llaman el extranjero
donde quiera que estoy,
el extranjero me siento.

También extraño en mi tierra
aunque la quiera de verdad
pero mi corazón me aconseja:
los nacionalismos qué miedo me dan.

Ni patria ni bandera,
ni raza ni condición,
ni limites ni fronteras:
extranjero soy.

Porque haya donde voy
me llaman el extranjero,
donde quiera que estoy
el extranjero me siento,
porque haya donde voy
me llaman el extranjero...

Sincera falsedad

Amistad y sinceridad, términos ligados y, al mismo tiempo, contrapuestos. Muchos concebimos, hemos concebido, la amistad perfecta como una relación donde los tapujos han desaparecido y ambas partes son libres de opinar cuanto quieran, donde y como lo deseen.

“Yo acepto lo bueno y lo malo juntos, no puedo amar a la gente a trozos.” [1]

Así decía una cita, cuya procedencia desconocía cuando lo leí navegando recientemente. Busqué después y encontré que estaba extraída de la película “El invitado de invierno”, ya está pedida.

La perfección no existe, duro golpe para los que alguna vez hemos caído en sus garras. Las medias naranjas son una ilusión. No es posible amar todas y cada una de las facetas de quien tenemos al lado y, por tanto, siempre tendremos algo que reprocharle, algo que incomode nuestra maravillosa existencia. La perfección resultaría aburrida, pero esa es otra cuestión.

Sin embargo, para la correcta convivencia es necesario aclarar ciertos criterios que sí nos resultan indispensables. De otra manera, las incomodidades van engordando un saco que termina por caer, noqueando la relación. De dicha necesidad hemos llegado a pensar que decir lo que se piensa en cada momento es un valor digno de alabanza y que, lejos de resultar negativo, refuerza la relación. Nada más lejos de la realidad. Se ha incluido en el concepto de buena persona, antes incluso de escudriñar lo que ello supone.

En un análisis nietzscheano sobre la amistad, centrado en la frase “¡Amigos; no hay amigos!” [2], firmado por Mitxelko Uranga bajo el título “Los filósofos del quizá” leo:

“Quizá debieran aprender a ocultar, a callar, a ponerse una máscara por el bien de la amistad.” [3]

Seguido líneas más adelante por:

“Tendrán que aprender a guardar silencio para seguir siendo amigos tuyos. Pues la base de casi todas las relaciones humanas de este tipo es que hay un cierto número de cosas que no dirán jamás, que ni siquiera aflorarán a los labios.” [4]

El tiempo me ha enseñado, o me ha hecho creer, que la falsedad ha destronado a la sinceridad como pareja de la amistad. Lxs amigxs, aquellos a quienes consideramos amigxs, son lxs que dicen cuanto queremos oír y callan las posibles críticas que nos harían sentir incómodos, harían despreciar la realidad de lo que somos. De poco o nada importa cual sea su opinión real, ni la que muestren de nosotros a espaldas, siempre y cuando reciban sonrientes nuestra presencia y asientan nuestras penas. Nos llevarán la contraría, sí, pero siempre y cuando ese hecho no sea suficiente para poner en jaque la relación. En caso de que el más mínimo indicio de ello asome, otra persona será el desagüe, por el bien de la “amistad”.

Así nos encontramos con la mochila llena de caretas, de máscaras, y falsas personalidades que empleamos en función de la situación, de la compañía. Éstas forman parte del carnaval al que asistimos, posiblemente porque, como bien me dijo una conocida hace meses “no tenemos otro pito que tocar”.

La sinceridad aflorará, como crudas y ofensivas realidades, para relajar el ambiente en un momento de tensión. Distrayendo así a lxs asistentxs de otros acontecimientos, al dirigir todx ellxs sus ojos a la puerta por donde sale el/la expulsadx. Todxs felices por la extirpación, apoyadxs en “la violencia externa o ‘fundacional’, que es aquella por la que un ‘nosotros’ mantiene su cohesión y refuerza su estabilidad y permanencia dirigiendo la agresividad de sus miembros hacia fuera, hacia los otros.” [5].

“Y es que, ciertamente, la amistad se asienta siempre en terreno inseguro, que es lo que finalmente hace que los sabios griten la inexistencia de amigos.” [6]

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[1] Fragmento de la película “El invitado de invierno”
[2] Esta frase se le atribuye a Aristóteles, aunque ha sido utilizada por multitud de filósofos a lo largo de la historia
[3] Los filósofos del quizá – Mitxelko Uranga
[4] Los filósofos del quizá – Mitxelko Uranga
[5] Los filósofos del quizá – Mitxelko Uranga
[6] Los filósofos del quizá – Mitxelko Uranga

2007/05/16

Presos de la razón

Presos en una celda de castigo, condenados a perecer en la cárcel de la razón, golpean impotentes las paredes, agitan los barrotes, intentando llamarme atención. Quieren recordarme aquella noche cálida, aquella inverosímil y, al mismo tiempo, placentera situación. Tus labios, húmedos, seguros, acercándose lentamente a los míos. Las manos locas, investigando, explorando cada parte de tu cuerpo. El sudor frío recorriendo el mío, haciéndome temblar de satisfacción, conductor de mi imaginación, y forzándome a temblar por no saberme merecedor de dicha acción. Conductor de la barca al éxtasis, a tierras de nadie, donde el tiempo desaparece, se esfuma. La habitación vuela como por arte de magia, se desvanece, limitándonos la realidad. Dejando únicamente tu cuerpo, el mío, una cama. Fundidos todos ellos en un baile suave, delicado, intenso. Miradas furtivas, sonrisas nerviosas, movimientos locos.

Todo desaparece en un instante con la llamada de la patrulla a la puerta. Patrulla de la cordura, de la consciencia, de la conciencia. Se llevan arrestado al calor, a la pasión. Tus besos se vuelven fríos. Las miradas afiladas dagas clavadas en mi pecho. Tu piel me quema; lejana la suavidad que momentos antes transmitiera.

Los recuerdos de aquella situación, presos en una celda de castigo, condenados a perecer en la cárcel de la razón, golpean impotentes las paredes, agitan los barrotes, intentando llamar mi atención. Siento sus gritos en mi cabeza, los intentos de fuga en la nuca. Pero la cobardía, la indecisión, el miedo, me pueden. El temor a que sean por una vez aniquilados y ya ni la imaginación pueda transportarme a través del tiempo me mantiene inmóvil. Miedo a no poder recordar esos labios, de olvidar las miradas. Ojos brillantes, transmisores de paz.

Maldigo una y mil veces a aquella patrulla, sueño con hacer caer los muros, volar la prisión en que se encuentran. Y permanezco sentado, pensativo, dubitativo, estancado esperando al valer que me haga enviarte esta carta. Al halcón que te la haga llegar.

PD: los tipos “duros” también escribimos cursiladas :D

2007/05/15

Interpretación

Un texto por sí solo no es más que un cúmulo de palabras y signos de puntuación, que no es poco. Un conjunto que, pudiendo decir mucho, no dice nada. Y sin querer decir nada, lo dice todo. El todo y la nada se unen en un baile sinsentido donde la música la pone quien lo lee, no aquella que lo escribe ni aquel que lo protagoniza. Sujeto a unas circunstancias concretas, donde el momento juega un papel primordial, su significado varía con la misma facilidad con que lo hacen las nubes en una borrasca.

Por incoherente que resulte su arquitectura o elaborada la expresión, un texto quedará marcado en nuestra retina si al leerlo el músculo que roba espacio al pulmón izquierdo da un vuelco y la piel, incomprensiblemente, se eriza al ritmo que marca la sucesión de letras.

Recientemente he revisado cuantos textos han ido saliendo de mi pluma a lo largo de estos meses; garabatos en trozos de papel, apuntes en los márgenes de las páginas y borradores en la memoria del móvil. Veo, con relativa perspectiva, lo absurdo de muchos de ellos a ojos ajenos; y siento cómo en su días ayudaron a esta “compleja” cabeza a despejar dudas, quebraderos. Sinsentidos que la velaban de cara a otros quehaceres considerados “más importantes”.

Los releo y vienen a mi mente recuerdos, situaciones, conversaciones… Mantienen presentes sentimientos de otra manera condenados al exilio. Los transportan a través del tiempo, curioso concepto éste, y se muestran como reflejos de pasajes más vivos que nunca.

He utilizado durante largo tiempo la facilidad de la soledad, y lo crudo de ésta, para aflorar aquello que no me veía capaz de expresar en compañía. Y es ahora, en estos días de irreal asueto, cuando, una vez más, siento miedo de empezar a hacerlo por obligación. Tengo miedo de sentirme invadido por ese sentimiento y apartar la razón que me impulsó a empezar y que me ha mantenido en tal empeño.

Leí hace poco en una revista que, para que un blog sea leído, uno de los puntos importantes es definir la frecuencia de actualización. Otro, decía, es fijar los temas que se tratarán.

Huelga decirlo para aquellos que hayan tropezado con estos textos a través de mí, pero importante, opino, para los que, por ironías del destino, o razones similares, han acabado teniéndolos entre manos. Las razones por las que existen son tan numerosas como las presentes para su inexistencia. Son fruto de una necesidad de relajación, de desahogo, de gritar cuanto me mantiene en vilo. Como tales, su frecuencia la marcan las circunstancias, y los temas son tan variados como situaciones puede un transeúnte encontrar, un transeúnte de la vida.

Adolfo Aristarain escribió para “Roma”: “todos los problemas que a uno le parecen muy gordos suenan absurdos y ridículos cuando se dicen en voz alta”. Yo los escribo, en lugar de gritarlos. No por ello dejan de resultar absurdos ni apartan la ridiculez. Quien espere un mensaje directo de ésta lectura, un mensaje para ser difundido, ha errado su camino; pruebe usted en la siguiente puerta. Quien busque pasar el rato y quizá, sólo quizá, esbozar una sonrisa empática, un guiño simpático o una triste lágrima, ha llegado a buen puerto. Amarre bien el navío, y disfrute de la estancia.

No sólo de pan vive el hombre

El pasado domingo fui de nuevo a Izarbeltz, a ver/oír los conciertos que, dentro del programa “Domingos libertarios”, organizaban. El cartel citaba, una vez más, a “Típico pero cierto” junto con “Grado cosmético”. El primero nos dijo al llegar que el no iba a tocar, en su lugar subiría al escenario “Librados del malamen”, aunque terminaría subiendo a cantar tres cancioncillas.

Las segundas, mano a mano, cada un con su guitarra, nos mantuvieron atentos durante un buen rato a los allí presentes, pendientes de cuanto cantaban. La letra de una de las canciones, explicaron, se la escribió una de ellas a la otra en una época en que la amistad estaba ligeramente distanciada. Al fin y al cabo, una amistad sin altibajos no es una amistad, dijeron, o algo parecido. Esa canción, y especialmente aquella afirmación, me hicieron pensar, un poquito. ¿Qué pasa si, después de un bajón, una de las dos partes no tiene valor para afrontarlo? ¿Qué pasa si la otra por miedo, temor huye? ¿Qué sucede si cualquier acercamiento o apoyo se interpreta como un ataque? Y si las cosas que supuestamente habían quedado claras, ¿no lo están tanto?

El amor todo lo puede, dicen. Y aferradxs a él podemos aguantar borderías, comentarios salidos de tono, gestos poco corteses… Llega un momento, pero, en que la propia amistad se pone en duda. Empiezan a ennegrecerse los beneficios, dejando a la vista, relucientes, únicamente los malos tragos y disgustos. Aún amparados bajo la certeza de no ser culpables, la impotencia cobra fuerza, dando paso a la desesperación. Los valores, a estas alturas ya simples ilusiones del pasado, resultan difíciles de alcanzar. En la vertiginosa caída en picado que sufre la relación no se le encuentra sentido al hecho de aferrarse a cualquier piedra, menos si cabe al percibirla incandescente.

El día de mañana llegará un balde de agua fría que facilite cordura, apague las piedras y deje pasar un resquicio de luz por la puerta ya casi cerrada, esperemos. Quién sabe si después no volverán a arder por el odio/amor acumulado. Los sueños alimentan la esperanza, pero no sólo de pan vive el hombre, ¿o sí?

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Miedo - Pedro Guerra

tienen miedo del amor y no saber amar
tienen miedo de la sombra y miedo de la luz
tienen miedo de pedir y miedo de callar
miedo que da miedo del miedo que da

[…]

Miedo a ser, miedo a no ser

Quedan dos míseros días para que dejen de pedirme el DNI en estancos y supermercados. Quedan dos míseros días para que los políticos se acuerden de mí a la hora de reclutar votantes. Quedan dos míseros días para ser “oficialmente” mayor de edad. Y me da miedo.

Después de dieciocho años de teórica infancia, estoy a punto de dar el salto al “mundo de los mayores”, y no quiero. Empiezan ahora, supuestamente, las responsabilidades, la cordura. Ahora es cuando la excusa de “es un crío” empieza a perder su sentido. Atrás quedaron ya esos años de inconsciencia, de inocencia. Hace tiempo que dejé de volar en naves espaciales con forma de árbol durante los recreos, de organizar comunas en el monte. Ha llovido desde que mis preocupaciones se limitaran a comer el bocata de la merienda o jugar con la Barbie, Action Man, Playmobil y muñecos varios. La comida no aparece en la nevera por arte de magia; empiezo a aceptarlo. Toca empezar una nueva etapa, nuevo centro donde “estudiar”, nuevas compañías, prepararme para saltar al mercado, a mantener, como otros tantos millones, el sistema en que vivo.

Dentro de una semana iré a las urnas a depositar un papel que, irónicamente, decida cómo jugarán conmigo. O no, no lo sé. Quisiera ahora más que nunca, echar unos años atrás y estancarme por un rato para disfrutar de ello. Dejar salir al pequeño niño que llevo dentro y que poco a poco he ido matando, estoy matando y voy a terminar por aniquilar. Ese niño al que las discusiones se le olvidaban con un abrazo, pasados diez minutos de la reyerta. El mismo que en su día soñaba con ser mayor, pero que ahora desearía no haberlo hecho.

“Eres mayor”, me dicen. Y me siento ignorante, inconcluso. ¿Cómo voy a ser capaz yo de decidir nada con todas las horas de lectura que tengo pendientes? Largas horas que todavía no he empleado en dar vueltas a la cabeza.

De todas formas, alguien dijo alguna vez que el miedo es lo que nos hace sentir vivos, y no soy el primero, ni seré el último en llegar a esta situación, creo. El miedo me ataca, pero yo soy más fuerte. El tiempo me dará la razón, o me la arrebatará a bofetadas. Ya lo veremos.

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El año pasado, o hace dos, no me acuerdo, fuimos a Algorta a ver una película española dentro de un programa que promovía el Gobierno Vasco relacionada con la asignatura de Ética (jeje). “Héctor” era el título, Gracia Querejeta la directora. Me encantó una canción de Pedro Guerra con la que, si mal no recuerdo, terminaba el filme. La conseguí pocos días después y no se ha movido de mi disco desde entonces. Me ha venido a la cabeza durante el último viaje de metro, mientras escribí este texto. Algunos fragmentos:

Miedo - Pedro Guerra

tienen miedo de subir y miedo de bajar
tienen miedo de la noche y miedo del azul
tienen miedo de escupir y miedo de aguantar
miedo que da miedo del miedo que da

el miedo es una sombra que el temor no esquiva
el miedo es una trampa que atrapo al amor
el miedo es la palanca que apago la vida
el miedo es una grieta que agrando el dolor

tienen miedo de reír y miedo de llorar
tienen miedo de encontrarse y miedo de no ser
tienen miedo de decir y miedo de escuchar
miedo que da miedo del miedo que da

2007/05/10

El taco

Parece ser que no había terminado con ellos. Tenía un comentario por ahí perdido: "El taco", de Fernando Lázaro Carreter. Con éste ya doy por concluída la publicación de todos ellos, espero.

El proceso de socialización de niños y adolescentes ha cambiado: cada vez tienen menos peso la familia y la escuela, y más los medios de comunicación y los colegas. En ese innato afán por sentirse iguales y no apartados, por encontrar su preciado lugar en la vasta sociedad, imitan, copian lo que ven y oyen, atienden a mensajes y los mezclan.

En la era de la igualdad, de pregonar la igualdad, por decirlo menos hipócritamente, saltan a la palestra valores tan loables, si no fuera por las tergiversaciones que de ellos derivan, como lo puede ser la equidad entre hombres y mujeres. Se llenan las bocas de los grandes héroes de Hollywood y de los contertulios de la tarde con tacos, insultos y desechos verbales.

La reacción es clara: los niños imitan a los adolescentes; éstos a sus mayores, en este caso, las estrellas. Las niñas reciben el mensaje de igualdad, imitando a sus compañeros, y engrosando en pocos años el elevado porcentaje de habitantes que recurren al taco como forma de expresión habitual, manifestando en pocas y mínimamente buscadas palabras sentimientos bien complejos.

Resulta absurdo, si se me permite tal afirmación, volver la vista atrás con añoranza y pretender rescatar unos valores ya obsoletos. Los modales y la corrección están ligados a una educación, a unos valores, bien alejados de las familias “desestructuradas” que hoy abundan, donde la de los hijos queda a un lado por requerimientos laborales o sentimentales.

Buscamos libertades, facilidades y borrar límites, pero esperamos el agrado ajeno y la felicidad global al mismo tiempo. Un equilibrio simplemente inalcanzable.

2007/05/07

Salud y gracias

Acabo de volver de mi muro, del muro que he hecho mío. Hoy las nubes, densas, cerradas no me han dejado ver las estrellas. Obstinado como ellas he seguido la carretera, aunque no amarilla en esta ocasión, ascendiendo poco a poco, ¡iluso de mí!, con la esperanza de ver quizá, estando pocos metros más alto, esas dichosas lucecillas.

He logrado al fin, y asombrosamente, vislumbrar unas pocas, para mi relajación e infundada satisfacción. Me he sentado, por poco tiempo pero, en la húmeda hierba recién cortada y, una vez más, he dejado a la cabeza volar.

Entre desvaríos varios ha venido a mi mente una estampa del pasado sábado, en el Ateneo Izarbeltz. Volví allí, después de unos cuantos meses, casi arrastrado, a ver un concierto que daban “Rinconete en en tu retrete”, “Folie a trois” y “Impakto”. Cual fue la sorpresa de los que allí acudimos cuando en lugar de Rinconete subío al escenario El Largo, bajo el nombre de Típico Pero Cierto. Creyéndole en tierras catalanas resultó asombrosamente gratificante verle con su guitarra y hecho un manojo de nervios frente al micro.

Tras el concierto, y habiendo tocado ya “Folie a trois”, nos acercamos a hablar con él, con la esperanza de echarle una mano para recuperar la cuenta de correo que alguien con mucho tiempo libre y poca materia gris en aquello que denominaremos cerebro le ha quitado. Hablando con él, mirándole a los ojos, mirándole más allá de los ojos, al fondo, entre oscuridad y sin que la limitada iluminación del local nos ayudara, se veía una llama, la llama de quien está viviendo un sueño, sueño querido por nadie y por muchos. Su mayor pesar, nos dijo, era saber que la ociosa persona escondida tras tan gloriosa actuación estuviera despachando de forma poco ortodoxa a chavales que pudieran querer transmitirle su opinión sobre el disco o el fanzine que le acompañaba. Yo, por suerte, tuve la posibilidad de expresárselo allí mismo, sin necesidad de recurrir a vías indudablemente más frías e impersonales.

Hoy, a media tarde, una amiga de la que otrora lo fuera mía, culpable en gran parte, y sin saberlo, de que muchos de los textos que he escrito hayan nacido, me ha indicado su identificación al leer algunos de ellos, ha valorado la capacidad de expresión y descripción de que, en su opinión, hago gala en éstos. He sentido entonces aquello que el sábado me dieran a entender. He sentido congoja, absurdo de mí, al ver que mis vómitos lingüísticos sirven y agradan a más gente. Me ha dado fuerzas, sumándose a aquellxs que día a día me lo demuestran mediante comentarios, guiños y discusiones, para seguir abriendo, a través de ésta minúscula ventana a la basta red, la puerta que me encierra, y hacer partícipe inconscientemente de mis quebraderos a todo aquel que por fortuna o infortuna se tope con uno de tantos compendios de palabras más.

Es hora ya, quizá, de dar por terminado éste, a riesgo de resultar más pasteloso de lo estrictamente necesario, y terminar haciendo de una pequeña reflexión a modo de agradecimiento un tochazo infumable.

Simplemente, gracias, salud y que siga así hasta que las circunstancias dejen de hacerlo necesario.

2007/05/06

Nuevas tecnologías

Termino de publicar comentarios con este último texto firmado por Rosa Regás.

En el texto que nos trata, la autora hace alusión a las posibles causas provocadoras de la falta de atención a la lectura por parte de nuestros niños y jóvenes. Nombra, primeramente, la actitud de los padres y educadores, haciendo referencia después a los materiales y métodos que éstos les facilitan. En su opinión, poco adecuados. Entre ellos se incluyen objetos tan habituales como lo son los denominados cuentos “de conejitos y estrellitas”, la televisión, la calculadora, la agenda y los ordenadores.

Aunque estoy de acuerdo con la afirmación de que cada vez se leen menos libros, en la sociedad en general, no creo que un ataque a los jóvenes y a las nuevas tecnologías sea la solución más adecuada.

En mi opinión, los libros mencionados no pretenden despertar directamente el interés por la lectura en los niños, menos atendiendo a qué edades están dirigidos, sino introducirlos levemente en el uso de la imaginación, la base de disfrute de cualquier historieta. Por ello, éstas se encuentran catalogadas, especialmente en el caso de las infantiles, por edades, para que sean ellxs los que, poco a poco, vayan ofreciendo un mayor esfuerzo, hasta terminar sintiéndose parte de complejas historias.

Por otro lado, la calculadora, o la agenda, creo, son fundamentales viendo el rumbo que tomado la educación, por consecuencia de la sociedad y los requerimientos del capitalismo. Es cierto que mediante su uso se atrofia parte de la capacidad memorística y de cálculo de los alumnos, pero teniendo en cuenta que sus estudios se basan, en gran parte, en memorizar grandes cantidades de información y hacerlo antes que el reste, no pueden perder el tiempo en actividades triviales.

En relación a la opinión vertida sobre el ordenador y sus derivados, no puedo menos que disentir categóricamente. La autora afirma que una consulta en Internet no deja de ser una consulta, por extensa que sea, y dice también que un e-mail no es más que un mensaje puntual. No puedo negar tales afirmaciones, pero me parece tremendamente simplista reducir el amplio mundo, especialmente de Internet, a dichas sentencias. La información que la red abarca es incalculable, más desde la revolución que ha supuesto la web 2.0. Por ello, acerca fácilmente una cantidad ingente de datos a quien navegue por ella, resultando atractiva para personas de lo más variopintas. Aunque los románticos siempre preferiremos leer en papel, la obligación de hacerlo para navegar puede impulsar a muchos jóvenes a ello. Al fin y al cabo lectura también son los reportajes, artículos de opinión, crónicas, debates, instrucciones, etc. que en ella encontramos.

Cuerpos

Penúltimo comentario, de "Cuerpos", Rosa Montero.

La autora, Rosa Montero, aborda en este texto el ya architratado tema de los cánones estéticos. Aprovechando las fechas en las que se publicó, final de Semana Santa, aborda la presión creada por la prensa y por los medios de comunicación en general. Comenta la incomodidad y desprecio hacia su cuerpo que sienten aquellas mujeres incapaces de mostrar una figura esbelta con la llegada de la primavera, embutiéndose en ajustadas prendas, porque no la tienen.

Si bien estoy de acuerdo con la opinión global vertida por la autora en lo referente a la realidad de las figuras y cuerpos que, ni son perfectos, ni se mantienen jóvenes por toda la eternidad, son reales; quisiera hacer especial énfasis en la hipocresía con que se trata, o tratamos, este tema tanto en los medios como en el colegio o en la cuadrilla de amigxs. Por hipocresía me refiero al hecho de oír una opinión similar a la leída en este texto por doquier, mientras seguimos escuchando críticas y desprecios con frecuencia, mientras lxs jóvenxs que padecen problemas relacionados con la anorexia son más cada día. Por creencias propias o como resultado de aquello que desde pequeños hemos visto y oído, somos muchos los que miramos de reojo a una chica al cruzarnos por la Gran Vía, o nos acercamos antes a hablar con una rubia despampanante para descubrir, haciendo uso de tópicos, que nos resulta mucho más agradable la amiga regordeta. Amiga que, mirándola bien, y no superficialmente, no tiene nada que envidiarle.

En el texto se aprecia, a través del vocabulario utilizado por la autora, palabras como “comecocos” o “feroz”, su inconformidad con la situación actual y lanza una piedra más en contra de la manipulación, empresa a la que cada vez se suma un mayor número, son cada vez menos los conformistas. Eso parece, al menos.

2007/05/05

El Guggenheim, en la “Pole position”

De la mano de de José María Romera llega también “El Guggenheim, en la Pole position”, y mi comentario, ¡cómo no!

José Mª Romera nos hace plantearnos, mediante este texto en forma de artículo de opinión, la interpretación que hoy en día hacemos, hacen los entendidos, del arte.

Antaño, el acceso a museos y exposiciones estaba limitado a obras con gran trabajo detrás, horas de dedicación para concebirse, perfeccionarse y, por último, darse a conocer. Siempre realizadas por manos excepcionales. De gran trasfondo sentimental, social o político.

Los tiempos han cambiado, y con ellos la concepción del arte. El trabajo empleado en las obras ha sido desterrado para primar la historia que el autor cuente sobre ellas. Así pues, una simple taza de váter puede constituir un elemento de admiración para masas.

Utensilios de uso habitual son valorados por críticos y medios de comunicación, tras la debida explicación por parte de quien, como ya famoso autor, los presenta. De lo contrario, no serán más que desvaríos de un pobre loco inconsciente que osa introducir, como bien ha enumerado el autor, un boli Bic, flexo o una fregona en un museo. ¡Habrase visto tamaña desfachatez!

Hay, sin embargo, quien queda estupefacto ante tales maravillas. Yo no puedo evitar la comparación con cierto rey fantástico que se paseaba desnudo ante sus súbditos, fruto del engaño que dos hábiles jóvenes habían perpetrado. Quizá sea hora de que algún niño estire el dedo índice de entre la multitud para gritar: ¡eso lo sé hacer yo también!

Elocuencia

Otro comentario más, esta vez del texto “Elocuencia”, firmado por José María Romera.

En esta sociedad dirigida por la ciencia, los beneficios económicos y las relaciones por cable, hace tiempo que la lengua dejó de ser valorada para ser desterrada a la categoría de mero instrumento. El control numérico apenas deja sitio en el altar a la riqueza en vocabulario o la diversidad en la expresión.

En los colegios, la ortografía y la lectura dejaron de ser interesantes hace tiempo, más o menos cuando descendieron al nivel de la mínima necesidad. Internet y los móviles han hecho el resto, simplificando la lengua y, con ella, la expresión.

Nos asombra, tal como indica José María Romera, en el texto, la elocuencia, la facilidad con que se expresan futbolistas y trabajadores sudamericanos. Cómo aquellos carentes de la tan preciada educación superior, tienen mayor dominio de nuestra propia lengua.

El interés rompe fronteras y es esa, en mi opinión, la razón principal de tan clara distinción. Quien debe subsistir relacionándose con la sociedad que le rodea, aquel que crea conveniente conocer a sus vecinos, deberá entablar conversación con ellos, deberá aprender a expresarse. Los políticos, o aquellos que escriben sus discursos, son, mal que nos pese, un gran ejemplo de elocuencia, aunque ello conlleve manipulación. Ya dijo Platón en su día que cualquiera mínimamente sobresaliente expresándose podría convencer a su alrededor.

Un ordenador no nos exige agilidad lingüística. Deberíamos analizar el rumbo que hemos tomado y preguntarnos si nos atrae la idea de que nuestros nietos se comuniquen a base de señales alternas:

ON / OFF

2007/05/03

Esperado des/concierto

Tal como dije el otro día, he aquí un comentario crítico de cuantos he tenido que hacer, a gusto además, a lo largo de este trimestre. El texto a comentar, "Mujeres de armas tomar", escrito por Arturo Pérez Reverte, versaba sobre la atribución de valores tradicional o tópicamente masculinos a las mujeres en sus novelas, y el desconcierto que esto había supuesto para algún que otro contertulio.

La igualdad entre hombres y mujeres, otra ilusión más a punto de colmar el vaso de la hipocresía que a duras penas sostiene nuestra sociedad. Compartiendo camerino con la inmigración, la libertad de expresión y manifestación y otros tantos valores y derechos, espera el momento en que salir al escenario con la cabeza bien alta, segura de poder afincar su presencia y permanencia.

A lo largo de siglos de “evolución” la mujer ha sido maltratada y utilizada, se le ha vetado todo derecho más allá de los de trabajo y reproducción, si podemos considerar el tenerlos; ha sido incluso calificada como la expresión frustrada de un hombre por filósofos. Con el tiempo y la humanización de la humanidad, valga la redundancia, las distancias han ido estrechándose, habiéndose dado la mayor evolución este último medio siglo.

Aún así, tras grandes campañas publicitarias, los cambios familiares, laborales y sociales, los tópicos permanecen impasibles en nuestra retina. Todavía hoy, tal como indica Arturo Pérez Reverte, hay quien se extraña al encontrar valores tradicionalmente atribuidos a “fornidos caballeros” en una mujer cualquiera.

Creo que ya es hora de ponernos realmente en marcha, de aceptar que queda mucho camino por recorrer, de apartar la banda de los ojos. Hemos progresado mucho, sí, pero las baldosas amarillas nos indican, como ya hicieran con Dory en “El mago de Oz”, que el destine sigue lejos.

A riesgo de poder ser tachado de idealista o soñador, afirmaré que la sociedad está preparada para aceptar la diferencia entre físico y persona, para admitir de una vez por todas que hombres y mujeres se diferencian únicamente por el método de complacencia, que hay algo llamado persona detrás de esos sacos de huesos con estaturas, colores y rasgos tan diferentes, clasificados por empeño cultural.

Tenemos a la igualdad vestida de gala, con la voz preparada para dar el mayor concierto jamás escuchando, para retransmitirlo mundialmente. No la hagamos esperar más, lleva largo tiempo esperando.

2007/05/02

Atrévete a sonreír

Angustia, nervios, incertidumbre sientes cada tarde al llegar a casa y contemplar la pila de libros, papeles, apuntes, anotaciones que te espera. Horas de lectura y memorización para después vomitarlo todo forzosamente en noventa largos minutos, y dejar la mayor parte perecer en los vagos recuerdos de aquello que llaman memoria pasiva.

Con los exámenes al final del callejón, las finales a la vuelta de la esquina y la selectividad soplándote en la nuca, resulta difícil relajarse, recolectar esbozos de tranquilidad. No es sencillo disimular las pulsaciones del corazón aun en momentos de relativo descanso.



En estos días en que la cabeza no te deja pausa hasta haber comprendido el último ejercicio de matemáticas, haber desguazado ese texto atravesado de lengua o tener bien presentes los últimos cincuenta años de historia, atrévete a sonreír. Atrévete a dejar las incontables columnas desvanecerse por unos minutos para descansar entre hierba fresca, para sentir el sol en tu cara, en tus brazos, en todo tu cuerpo; contrarrestando el frescor de la suave brisa. Encierra a Pitágoras, Einstein, Azaña, Marx, Pérez Reverte y compañía discutiendo tranquilamente en tu habitación para oír piar a pajaritos, para alimentar algún caballo o a tu propia mente. Déjala descansar, déjala sonreír, déjala disfrutar de no hacer nada.

Tómatelo como recomendación, no como norma, empero. Pues luego llegan las penas, afloran los llantos. No vas a lograr en hora y media lo que no hagas en hora y veinte. Tampoco vas a conseguir en diez minutos aquello a lo que deberías haber dedicado, paulatinamente, unas cuantas horas más. Es ahora cuando recuerdas las promesas de septiembre y Año Nuevo. Es tarde ya para lamentos. Busca el equilibrio y recupera el tiempo perdido, sin desperdiciar por ello el presente. Ponerte nervioso, renunciar a todo ocio, a toda relajación, no va a incluir coeficientes en tu nota. Esfuérzate, no te abstraigas.

Ikaroren ametsa betetzen

Euskera klaseetarako testu batzuk idatzi behar izan ditugu, zazpi guztira, azterketa egin ahal izateko. Horien artean, hemengo istoriotxo hau entregatu dut. Zeregina: hegaz egiteari buruzko 20 lerrotako ipuin bat. Lenguarako be nahikotxo egin doguz. Joango nahiz gutxinaka interesgarriak izan daitezkeenak hemen jartzen. Ea extera ekartzea gogoratzen dudan, beti ahazten dodaz klasean!

Oso bakarti sentitzen da bera. Bere bizitzari heltzen zioten hari guztiak hautsi egin dira bat-batean. Gurasoak banatu zaizkio, neskak ihes egin, lagun taldea banatu eta klaseko notak jaisten ari dira etengabe. Ez du jada ateratzeko gogorik. Bere logelan bizi da, leihoa beti erdi zabalik, bere bizitzarekin noiz bukatuko zain. Zainak ordenagailuari lotuta dauzka, antza; bertatik hartzen du energia, hori du bere abstrakziorako aliatua, hori du lasaitasuna transmititzen dion bakarra. Ama ikusi ere ez du egin nahi, zaunka egiten dio bazkaria ekartzen dion bakoitzean.

Asteburu euritsua dugu hau. Uholde arazoak izan omen dituzte inguruko herrietan, eta pertsonaren bat desagertu ei da. Pantailari begira dago bera, euriak leihoa kolpatzean sartzen duen zarataren erritmoak tontotuta.

Supituki, tximista batek aurreko kalean dagoen kutxa elektrikoa kiskali du. Zentzua erabat galarazi dio horrek. Balkoira begira aurkitzen du bere burua. Birritan pentsatu barik, salto egin du.

Jausi, jausi, jausi… gorputza pisutsu sentitzen du, lurra jotzear dago. Tupustean bizkarra zabaltzen zaiola sentitu, eta behera beharrean gora egin du ordurako gorpu beharko litzatekeen gorputzak, hego zuri distiratsu izugarriak ditu. Hiri gainetik dabil hegaka, behatuz, ordura arte ikusi eta maite izan ez duen bizitzari behingoz baietz esanez. Gora egin du, txoriekin batera, hodeien gainetik, baretasuna sentikor den zeru lasaian.

Benetako poza, zoriontasuna, lortzear dagoela, amaren ahotsa entzun du, atea zabaltzearekin batera. Eguneroko oihua bota eta berriz ere konektatu da bere energi iturri bakarrera.

Amestea merkea da, baina, azken finean, ametsak amets baino ez dira.