2007/05/31

¿Votar? ¿Por qué?

Puede resultar ligeramente absurdo reflexionar ahora sobre el voto. Sin embargo, siempre es momento de reflexión y corro el riesgo de olvidar los pormenores que han marcado mi cabeza si me obligo a esperar un momento más “idóneo” para tratar el tema. Quedan unos cuantos meses, casi doce, para las próximas elecciones. Mucho tiempo de continencia para una mente tan inquieta.

Han pasado cinco días desde que las urnas recogieran mi opción para elegir alcalde en el pueblo y designar quién regirá la diputación de la provincia. Éste fue tema central de conversación los días previos y lo sigue siendo ahora, con las conclusiones sobre la mesa y a la espera de coaliciones.

Ésta ha sido mi primera opción de tomar parte en la “democracia” en que vivo, y he podido comprobar el difícil salto de la crítica a la necesidad de elección. Parece mentira el abanico de posibilidades que se abre ante ti con la llegada de las elecciones: abstención pasiva, abstención activa, voto nulo, voto reivindicativo, voto en blanco, voto útil, voto por convencimiento…

Por facilitar ligeramente la expresión de los puntos de vista e intentar no olvidar detalle alguno, escribiré sobre las opciones en orden de participación/comprometimiento.

Viendo cuanto se tiene en cuenta realmente la opinión ciudadana más allá de los contados días en que se dictan los sueldos a cobrar por políticos y cía, la abstención se presenta como una alternativa llamativa. Ya sea por la vaguedad de afrontar una decepción tras haber movido el culo hasta los colegios, o por pasar ampliamente de realizar cualquier esfuerzo en pensar las alternativas. Cabe también la posibilidad de no creer en el sistema “democrático” ahora en vigor y hacerlo como protesta, como negación de una oligarquía encubierta. También puede tomarse como un intento por poner en jaque al sistema, amparándose en la posibilidad de que, forzado por un alto porcentaje, éste se vea obligado a evolucionar o extinguirse. Alternativa atractiva, pero utópica al mismo tiempo, y poco práctica a la hora de repartir concejales entre los partidos presentados.

Después de siglos de autoritarismo y un régimen franquista que robó toda posibilidad de opinión, es ahora cuando, entre acentuadas comillas, tenemos la opción de elegir nuestro futuro. Más complicado ha sido aún la “libertad” de las mujeres. Como apoyo y reconocimiento a tan sangrienta lucha, se muestra el voto nulo. Voto que, si bien no acepta la manera en que se está llevando dicho sistema, cree en sus posibilidades y aboga por la participación. Al igual que con las abstenciones, se trata de una alternativa poco eficaz en la práctica. Excepción de lo citado es el caso de papeletas para ANV, donde, lejos de negar la forma en que se dirige la “democracia”, se otorga un voto reivindicativo, solicitando con ello la libertad de participación tan pregonada y, al mismo tiempo, coartada.

Siguiendo estos citados pasos, aparece el voto en blanco, a través del cual se le otorga potestad de elección a la mayoría, sintiéndose incapaz de abogar por un partido concreto, pese a apoyar el sistema y su cauce.

Dejando a un lado toda opción no contabilizada, tomamos la carretera que nos conduce a un partido concreto. En ella podemos elegir detenernos en el “menos malo” de todos los partidos presentados o apoyar aquel con el que comulgamos completamente, o casi. Se presenta también el voto útil, que nos brinda la opción de votar a alguno de los partidos mayoritarios, a sabiendas de que aquel al que votaríamos carece de opciones reales. Buscamos en este caso desterrar otro mayoritario que, evidentemente, nos produce más y peores sarpullidos.

Así, nos encontramos, días antes de las elecciones, con la habitación repleta de programas, sobres, listas… pendientes de saber si acabarán encarceladas en una fría urna de cristal o trituradas en una planta de reciclaje.

El domingo tomé mi decisión, pronto por la mañana. El lunes ya me había arrepentido de haberlo hecho. El miércoles, otra alternativa rondaba mi cabeza. Y hoy, vuelvo a estar convencido de lo que hice. Así de divertida es la democracia representativa.

¿Democracia? ¿Representativa? Sabrán disculparme si me ausento, que me ha entrado un pequeño ataque de risa.

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