2007/05/29

Gestos, miradas

Me gusta sentirme querido, apreciado, amado, deseado. Que la gente de alrededor se sienta a gusto conmigo, disfrute de mi compañía y me reclame para diferentes planes me resulta atractivo. Que cuenten conmigo sea cual sea la actividad y se acuerden de pegarme un toque, al margen de las ganas que yo tenga.

Sin embargo, a veces echo otro tipo de atracción en falta, las pequeñas carencias tras duros varapalos me ciegan y evitan que pueda ver cuan acompañado estoy. Me centro en la más difícil de las compañías y obceco, creyéndome desdichado.

Dejo volar mis sueños en dichas circunstancias, permito a mi corazón tomar las riendas de la cabeza, de la razón e imagino a otras personas atraídas por mí. Las contemplo fijándose en cada uno de mis actos, pendientes de mí, intentando alcanzar el momento en que acercarse, lanzarse.

En algunos casos siento una fuerza impulsándome a comentarlo con los más allegadxs, de contarles lo deseado que me siento. De explicarles todos los gestos que, creyéndome distraído, hacen en un afán sinsentido, pensando, ilusxs de ellxs, que tienen alguna posibilidad.

Es entonces cuando me paro a pensar y me siento inútil analizando qué ha pasado. Veo que, como en un mal sueño, la intencionalidad y la nada no levantaban un palmo del suelo. Todos aquellos gestos, aquellas miradas, se escudan en las crudas garras de la cortesía y la educación. Los ojos verdes, marrones, azules, grandes, pequeños, expresivos, tristes… no escudriñaban mi interior, simplemente saludaban a un conocido.

Dejo a un lado tan absurdos pensamientos, centro mis ideas en acciones más útiles y tras X tiempo, donde X se presenta como un valor positivo indefinido, me encuentro con que la historia ha vuelto a empezar.

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