2007/11/20

Soledad que te pegas a mi alma

Este finde ha sido raro, muy raro. Ahora mismo estoy jodido. Físicamente, pues los horarios han brillado por su excentricidad. Largas horas de sueño impulsadas por la apatía, y extrema actividad a horas poco convencionales. Pero, sobre, todo, emocionalmente. He revivido sensaciones que creía superadas ya [1]. Comecocos hace tiempo concluidos [2]. Rompecabezas descifrados [3]. Puzzles con esfuerzo y paciencia solucionados [4]. He estado solo en compañía, pero solo al fin y al cabo [5]. Con necesidad de ahogar entre abrazos, pero sin un mísero peluche a mano. Ganas de llorar, recámara cargada de acuosas balas, pero incapaz. Mezcla de enfado y odio. Para conmigo. Para con el mundo entero.

La lista de quehaceres para estos días, como no podía ser de otra manera: interminable. Las ganas de hacer nada: nulas. Así pues, tras mucho zanganear, y con poco sueño debido al tiempo que ha reposado mi cuerpo, me he dispuesto a reordenar la leonera que habito.


Aunque ya tenía cierto conocimiento de ello, he podido constatar que el “síndrome de Diógenes[6] dormita en mi interior, esperando el momento adecuado para salir. ¡No es ni normal la mierda que había! Documentos almacenados desde hace más de cinco años. Lo cual es todo un mérito, teniendo en cuenta la longevidad de mi habitación y la trascendencia que pudieran tener. En el rato que he dedicado a ello han aparecido: la factura del regalo de cumpleaños de una compañera; documentación variada sobre el TAV [7] y la estación intermodal de Abando, acompañada de invitaciones para una ponencia; recopilación impresa y encuadernada de todo los artículos que otrora publicara Ramón Buenaventura en el, por entonces, suplemento “El Semanal[8]; recopilación de todos los manuales que con recelo imprimía y clasificaba durante aquellos años en que empezaba a vivir la informática; un sobre marrón en estado de putrefacción donde guardo cada fragmento de una batalla perdido a modo de cartas y conversaciones; mis primeras cintas de casete grabadas canción por canción, identificadas como “SKA-P 1”, “SKA-P 2”, “Hertzainak” y “Carlos Vives”; folios y folios llenos de fotografías sobre kortxo, surf y skate que pegara cuando apenas contaba la docena; un montaje fotográfico que mi tío hizo a sus dos sobrinos ciclistas, por aquel entonces, cuando yo le preguntaba cómo configurar tal o cual cosa, él fue quien me ayudó a crear mi primera cuenta de correo, no sabía qué estaba haciendo…

Recuerdos de toda una vida, toda la que puedo recordar, de sentimientos encontrados, de nostalgia, orgullo y, una vez más, desamparo. Aprovechando la tregua que las temperaturas nos han concedido, chaqueta al hombro, el muro [9] ha recibido mi visita. Más silencioso que nunca y totalmente cubierto, no le ha quedado más remedio que oír mis plegarias en forma de versos memorizados y calentar inconscientemente mi alma.

He vuelto con paso delicado y dubitativo, mirada perdida, cabeza viva y, bajo la mirada de una “Ardilla roja[10], he sucumbido ante la llamada de Morfeo [11].

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[1] Incomprensible maravilla
[2] Flashback a la perdición
[3] Una velada maravillosa
[4] ¡Qué joven e iluso era!
[5] Game over, you failed
[6] Síndrome de Diógenes
[7] http://sindominio.net/ahtez
[8] http://www.xlsemanal.com
[9] Noches de domingo
[10] http://es.wikipedia.org/wiki/La_ardilla_roja
[11] http://es.wikipedia.org/wiki/Morfeo

1 comentario:

Anónimo dijo...

zer esan diezazuket? betiko esamoldeak, ekaitzaren ondoren barealdia datorrela, txarrenetik ere ikasten dela... dena psatzen da, egia da.