2007/10/25

¡Más huevos!

Me acerqué el otro día al local de cojines rojos a relajarme por un rato y en busca de algo de conversación, pues cada vez se me hace más complicado pasar una tarde entera sin hablar con nadie. Total, que acabé unas pocas horas entre pitos y flautas informándome sobre el sistema educativo francés, mostrando disconformidades con respecto al proceso de Boloña, conociendo algo sobre las TAZ, preparando una jornada de “Abrazos gratis” y analizando entre otros muchos temas el verdadero conflicto vasco, tal como lo definían los guionistas de “Vaya Semanita”.

Mi contertulio me abrió las puertas a una nueva interpretación que, por simple que es, ni siquiera había rozado mis neuronas. Lo cual no la vuelve descabellada ni absurda. Se trata nada más y nada menos que de la timidez. O lo que es lo mismo la autoestima, la seguridad propia. Tanto la de acción como de recepción.

Me refiero por acción al hecho de dar un paso claro más allá de simples detalles que puedan dejar entrever una atracción física. Pueden, pues, pese a que a veces parecen claras las intenciones para quien las realiza, y ve claramente el elevado significado de una mirada sostenida, un guiño aparentemente fortuito, una caricia inesperada, un gesto tan inusual como ordinario, no quedan del todo perceptibles para quien debería recibirlas. La inseguridad nos impide en esas circunstancias tomar las riendas y guiar al bello corcel de los impulsos. El miedo a... nada. Al fin y al cabo, salvo en contadas ocasiones donde el número de variables crece de la mano de conceptos tan indefinidos como la amistad o el qué dirán, salvo en esas pocas ocasiones la jugada consiste en un cara o cruz. En el peor de los casos la respuesta podría ser un no, puede que incluso acompañado de un bofetón. Depende, claro, de cómo nos hayamos insinuado. Pero, es algo pasajero. En el mejor: ¡has pillado! Visto así no parece tan mala la apuesta.


He de admitir que mi abanico comparativo no me permite realizar afirmaciones con el debido rigor científico. Pero he conocido alguna que otra chica de las denominadas “bordes” que habitan por estos lares y dudo que tengan nada que envidiar a cualquier otra en lo que a delicadeza, melosidad y pasión se refiere. En privado, claro. Sí veo, sin embargo, que ese apelativo resulte relativamente adecuado de un primer vistazo. Ésa no es más que, otra vez más, una expresión de timidez, de miedo. ¿A qué? No es fácil de explicar. A menudo sucede que al acercarte ligeramente, no sólo físicamente, se sienten de alguna manera atacadas, violadas, y repercute en una respuesta normalmente desagradable, desafortunada.

Intrínseca es la idea de que el acercarte a una mujer significa interés sexual. Automático. Evidentemente la hay en muchos casos, más si cabe en el habitual territorio de juego y con la fama que precede al género masculino. Que levante la mano quien no guste de echar una canita al aire de vez en cuando. Pero no tiene que ser ése el factor principal en todos y cada uno. Más si el individuo tiene la suficiente capacidad de análisis para evaluar la situación. Dificulta ésto el acercamiento, lo cual supone un punto descriptivo más del conflicto.

Desde la parte receptiva, en este caso al mujer, se suceden variados pensamientos, como ya he comentado, derivados de la seguridad. En los ejemplares con una autoestima excesivamente elevada puede derivar en una prepotencia desmesurada. Bajo una escala de valores quizá alterada por el modelo estético que le han transmitido y los valores derivados de tal virtud. En una situación contraria, la descrita por una mala o pésima imagen de sí misma, la desconfianza y retraimiento cobran importancia. Puede que por no creerse merecedora de tal situación, por no ver qué tiene que dar, qué se espera que de y pavor a no ser suficiente.

Conclusión: menos chorradas y más echarle huevos/ovarios al asunto. Eso sí, id empezando, si no os importa, que a mí me pilláis liado :P.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, la falta de autoestima es más fácil de hacer olvidar en el comienzo de una relación o en el sexo que la excesiva autoestima, eso creo yo. Más vale quedarse corto que pasarse...

Opositivo dijo...

Hombre, todo depende de la perseverancia que muestre la timidez y lo circunstancial de la prepotencia. Pero a grandes rasgos sí, arrazoia dekozu.

¿Iba con segundas?