La universidad: nuevo curso, nueva vida. El cambio de los largos años en ikastola, siempre con la misma gente. O en el colegio y después instituto, lo mismo da. El sistema en el que hemos vivido durante tanto tiempo se desmonta y tenemos la posibilidad de crear uno nuevo, a nuestra medida, a nuestro gusto. Dejamos de ver obligatoriamente cinco días a la semana a lxs compañerxs que nos sacan de quicio. La gente con la que compartimos aula es nueva esta vez, desconocida. También lo somos nosotros a ojos ajenos. Es el momento idóneo para limpiar todo aquello que detestamos, las coletillas infantiles e inofensivas dolorosas “bromas”, simples etiquetas que pueden hacer del día a día un suplicio. Borramos de un plumazo las meteduras de pata que por inmadurez hemos cometido y que nos persiguen allá a donde vayamos.
Pero, ¿qué necesidad hay de tomar una actitud destructiva ante esta nueva situación? Tenemos una parte del cráneo relleno de materia viscosa, materia que sirve para hacer uso de la memoria, para jugar con ella y volverla selectiva. No resulta tan difícil discernir entre unos recuerdos y otros. Creo yo que valorar lo que merece ser salvado y tirar a la basura lo realmente traumático está al alcance de cualquier persona. Con esto digo que es posible crearse una nueva personaliad a partir de lo bueno, mejorando lo que consideramos malo. Por muy frustrante que fuera nuestra realidad, partes aprovechables tiene que haber. Relaciones que merezcan la pena, conocimientos adquiridos, experiencia. No hay que renegar y atarcar indiscriminadamante todo aquello que nos recuerde qué somos realmente, como si de un plumazo pudieramos hacer desaparecer nuestras fobias y miedos.
Un cambio diametralmente opuesto que nos lleve a ocupar el lugar que antes correspondía a éstos, no soluciona nada. Una actitud forzada por la creencia de una imagen distorsionada no es vía para el reencuentro. Por mucho que lo detestemos, antes o después llegará a nosotros algo que nos traiga el pasado a la punta de la nariz. Esa ilusión temporal caerá como una losa sobre nuestro corazón si no hemos logrado solventar nuestros complejos, volverá a aflorar el pánico y una vez más la respuesta será un acto memorizado a base de repeticiones. Prepotencia, agresividad...
¿Un “pringao” convertido a sí mismo? Pase, adelante.
¿Un “pringao” vuelto chulo de barrio, prepotente, agresivo, ignorante, superficial, engreído...? Ya sabe dónde está la puerta.
Soberbia - La taberna de moe
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