2007/10/18

¿Y si no las hay?

Cuerpo perfecto, carita de porcelana y una inestabilidad emocional sólo superable por la mandíbula de un aficionado a la ingesta de estupefacientes por vía nasal. Para mirar, sí, pero luego más sosa que los humoristas de “Más humor”. Muy cómoda: nunca discute, ni se queja, todo le parece bien, salvo cuando le dan sus neuras, se le cruza un cable y a tomar por saco todo plan sin razón aparente. Claro que eso no le pasa muy a menudo. Ya lo siento: no me gusta. Necesito, como dice una amiga, que me den caña, me gusta que me den caña. Dentro de unos límites, claro. La sangre podría ser uno de ellos, por nombrar uno. No, en serio, me gusta que me sorprendan. Todos los días no, es mucho pedir. Pero sí de vez en cuando. Que manden mis pájaros a tomar por culo con cierta asiduidad y hagan nacer nuevos. Que sepa más o menos dónde y cuando van a explotar las bombas, pero que alguna me pille, alguna buena y alguna mala. Que tengan iniciativa, hagan planes, los organicen y me arrastren a ellos. No quiero una muñeca inchable que pueda programar, quiero una mujer que pueda reprogramar.


Esa sección del género femenino que he descrito brevemente en el párrafo anterior, y en mayor extensión gracias a otros cuantos textos, no estaría interesada en el prototipo de “guay” que mi propia cabeza ha ido creando con el tiempo. El malote que empieza a suspender sistemáticamente en segundo, que viste ropa de la talla de su hermano pequeño, que lleva el pelo totalmente engominado, con la consiguiente duplicación del peso que deben soportar sus hombros... El que tiene moto nada más cumplir el mínimo necesario y al que sus papis le regalan un coche al cumplir los 18. El que, pese a tener cualquier atisbo de foco absolutamente fundido, tiene un cuerpo de puta madre, ¡el muy cabrón! Curiosas coincidencias algunas...

Entonces, visto que el público objetivo al que está dirigido mi producto no debería estar en absoluto interesado por todos esos respetuosos caballeros, ¿por qué hostias me siento desplazado cuando en un bar la chavala de turno se acerca a hablar con clon de “El canto del loco”? ¡A mí las que me gustan son otras! Las que tienen un cuerpo majo, sin llegar a ser de cristal, y una cabeza que realmente merece la pena.

¿Y si no las hay?¿Si no existen más allá del ideal que mi mente ha formado? Conservemos la esperanza un poquillo más, y ya desenterraremos otras teorías cuando la frustración haga mella en el estado psicológico.

No hay comentarios: