No sé si soy yo o realmente es así, pero estos últimos años parece ser que el precio de la tela se ha quintuplicado. Mis primeras sospechas surgieron al ver dos jóvenes lucir sendos maravillosos niquis de tirantes estando yo ataviado con un par de sudaderas, la chaqueta polar, buff, guantes y botas. Todo esto con nieve bajo mis pies. De eso hace ya un par de años, pero por lo visto no ha hecho más que agravarse este fenómeno. A lo largo de este verano he llegado a sufrir verdaderas alucinaciones dignas de un bonito viaje con un cartón sonriente. Minifaldas capaces de poner en un duda su propia definición, camisetas cas con menos tela que un sujetador y prendas compuestas únicamente por mangas, entre otras muchas. Con éstas últimas se han hecho las maletas todos los fabricantes de chalecos que llevaban años desperdiciando tan valerosa pieza.
Supuse al principio que el fenómeno del que hablo afectaba sólo a un bajo porcentaje de la población. Pero, tras haber fecuentado diferentes fiestas, la ikastola y la universidad estos meses, he comprobado que no podía estar más equivocado. Cada vez son más las niñas que se suman a la moda. Afectan a éstas principalmente, los tíos tienen/tenemos otros problemas que ya analizaré otro día, si se tercia.
No seré yo quien dicte cátedra sobre la estética a seguir. En este caso me posiciono tras el “prohibido prohibir”. Muchos años de presión judicial y social ha vivido ya este pueblo como para cortarle las alas ahora que puede volar. Ya se estampará contra una ventana y verá lo que es bueno. Mas no puedo evitar tomármelo como un insulto a la imaginación, a la sensualidad, al juego, a la ilusión, a la insinuación. No puedo evitar preguntarme cual es la carencia tan atroz que sufren todas esas jóvenes. Qué falta les incita a venderse sólo como un cuerpo, en lugar de formar parte de un todo. Puede que sea prisionero de los tópicos, no sería la primera vez, pero no cabe en mi cabeza que una chavala con un mínimo de inquietud y algo de conversación se presente como un par de tetas ancladas a un tanga. Quien ame eso tiene que ser incapaz de mostrar tanto aprecio a la carne cruda.
No puedo evitar, al cruzarme con alguna por la calle, que por mi cabeza pasen, como proyectadas en un letrelo luminoso, dos frases. La primera, cuya autoría desconozco, reza: “la culpa es de los padres, que las visten como putas”. La segunda, la firma “Siniestro Total” y es, al mismo tiempo, parte y título de una canción: “¡cuánta puta! ¡y yo qué viejo!”.
Lo peor es que, a pesar de todo, muchas de ellas me ponen y me gustan. No para entablecer una profunda amistad, sino para ponerlas mirando a Cuenca y comprobar hasta que punto resulta viable la utilización del sustantivo de la palabra que precede a “amistad”. Si a todos los tíos nos sucede lo mismo y, por encima de todo valor ético y/o moral, lo llevamos a cabo, ¿ser una de ellas no tiene que ser como para pegarse un tiro?
4 comentarios:
Y no es mejor follarse a las mentes directamente en vez de poner a alguna de estas mirando pa cuenca? Vamos digo yo eh... que mentes hay muchas, aunque anden desperdigadas por el mundo.
Depende del día, la hora, la humedad del ambiente, de otras zonas...
No sé qué capacidad de análisis tenía Dante para percibir la mente de una persona a simple vista, pero a mí me queda mucho tiempo para llegar a lograrlo.
A una mente la conoces, te engancha y te la tiras. A una de estas te la tiras y si te he visto no me acuerdo. O igual se crea una gran relación para apaciguar picores. Pero punto.
Yo no me pegaría un tiro si fuese una de ellas y viese cumplido mi objetivo de ir por ahí siendo la promotora y protagonista de las placenteras prácticas onanistas de múltiples individuos.
La época estival volverá. No?
La cuestión no es si volverá o no, sino cuando lo hará y en qué circunstancias. El año pasado se nos adelantó a enero, y por esas fechas hay ciertas obligaciones ahora mismo insalvables. Aunque bien es cierto que el ocio en tiempos de ocupación es doblemente libre.
Siguiendo con temas onanistas, puede que basando mi vida en los citados actos pudiera llegar a disfrutar del delicado movimiento ajeno. Pero de acuerdo con mis circunstancias, no puedo imaginarlo más que como la frustración personal elevada a su máxima expresión, la nulidad como tal y existencia sólo como objeto.
Las relaciones sexuales están bien, son entretenidas y todo eso, pero punto. Hay alguna que otra cosilla más por ahí a la que prestar atención.
Ahora, con tu incógnito permiso, voy a prodecer a "descansar" un poquillo de tanto esfuerzo descriptivo.
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