2008/04/15

Ácida y locuaz


Creo que me he enamorado. Otra vez. Y ésta es grave, muy grave. La chica es un poco más joven que yo, entre dos y tres años, no estoy seguro. Tiene algo en la cara que mantiene a quien la mire anonadadx, atónitx, estupefactx. El cuerpo no es ninguna maravilla, tampoco se preocupa por exhibirlo. Del montón. Pero su personalidad, la forma de ser, es, es, no sé definirla. Tiene un sentido del humor ácido, siempre irónico, con cierto punto de sarcasmo a veces, como método de protección. Es locuaz, pero no charlatana. Habla mucho de los pocos temas que le atraen, en los que se queda sola. Le encantan el rock de los setenta y las películas de miedo (creo que en este punto habría que depurar diferencias). El resto del tiempo es simplemente cordial, aunque a su extravagante manera. Es independiente, y tan madura para su edad como inmadura en momentos concretos. Es fuerte, pero como a todo el mundo, no puede evitar que se le caiga el alma a los pies de vez en cuando. Despreocupada en apariencia, pero un poco responsable en el fondo. Su nombre le viene como anillo al dedo. Lo adquirió de la diosa del matrimonio y de ella lo cogió prestado un mes también.

Sólo tiene cuatro problemas, puestos a encontrárselos, que me impiden pedirle matrimonio mañana mismo. El primero es que acaba de tener un hijo, bueno el año pasado. El segundo que vive en América del Norte. Tercero, tiene novio y le quiere. Y por último, no por ello menos importante, sino peor, nació de un viscoso líquido negro, y en él vivirá por siempre. A mí llegó a través de pixeles convenientemente alineados, pero se trataba de una apariencia temporal. Tinta fue, tinta es, y tinta será. Una pena, pero, ¿qué le vamos a hacer? Esperar y soñar . Total, ambas cosas salen baratas.

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