2008/04/20

¿Qué problema tiene?

Las drogas están ahí, y se pueden conseguir. ¿Cómo las vas a usar? Es un asunto tuyo y no le importa a nadie más [1].” Algo así cantaba Evaristo, de La Polla Records, hace años. Resulta interesante, no sólo por qué y cómo lo dice, sino porque es una buena razón para hablar de esas substancias que tanta controversia han levantado durante siglos. Cocaína, speed, LSD, marihuana, alcohol, heroína, MDMA, MDA, tabaco, ketamina, peyote, ayahuasca, anfetaminas... Las hay de todas las formas, colores y nombres. Para beber, fumar, comer, untar, esnifar, inyectar e inhalar. Sírvanse y decidan la vía que más rabia les dé, o aquella que les resulte más placentera menos desagradable.

Ahora mismo reina el punto de vista catastrofista a más no poder ante aquellas declaradas ilegales, todas aquellas que carecen de regulación gubernamental y no tienen una empresa como mediadora. Son lo peor de lo peor, porque matan. Y, aunque no te maten, anulan ciertas facetas, te dejan tontx que se dice. Además son adictivas, y ya sabemos que las adicciones son malísimas de muerte, casi todas. Crean una dependencia de la que es difícil huir, y que acaba arruinando la vida de cualquiera.


Todo lo dicho es cierto, hasta cierto punto, pues no puedo evitar la comparación con la televisión, los centros comerciales y todas la pastillas recetadas bajo el amparo de la ley, con ciega fe en sus soluciones, con nulo cuestionamiento sobre su función. Algo tengo claro, y es que una persona sociable, vital, curiosa, implicada y movida no tiene necesidad alguna, en principio, de éstas. Alguien que goza de la imaginación y no tiene problemas de ocio, claramente puede prescindir de ellas. Sin embargo, y aquí está la otra cara, prestemos atención a esos casos en los que su consumo y la tranquilidad o desinhibición que ofrecen ayudan un poquito en ese camino a la tan ansiada felicidad. ¿Qué es peor, sin llegar a la muerte, fumar un cigarrillo de la risa o matar las tardes de los sábados derrochando esos pocos ahorros en la Gran Vía? ¿Qué anula más tu ocio y coarta tus aficiones, el gasto desmesurado de horas frente a la caja tonta o un viaje en compañía?

Un viaje a esas zonas de tu cerebro a las que, aunque podrías, difícilmente lograrías llegar por tus propios medios. Otras formas de percibir esta realidad que te rodea, de reinterpretar los pulsos porque te guías, retirar el filtro que marca tus percepciones y verlas con otros ojos. No pretender esto ser una apología al consumo de substancias non gratas, pues la dama de la guadaña rara vez llama dos veces en estos casos, pero ojalá la mitad de lxs que cogen el coche después de haber pimplado considerablemente decidieran ir al monte y experimentar con LSD entre campas, estrellas y llamativas luces. Me gustaría ver cómo girarían los engranajes si temblaran la mitad de ellos, tuviesen psicodélicos colores otros tantos y fueran unos pocos los que cumplieran escrupulosamente el fin para el que fueron creados. No estaría mal ver a la gente contemplar con indiferencia, o incluso con un ápice de empatia, a ésx que cruza con un aliñado en la boca. Estoy un poco cansado ya de soportar las indiscretas miradas cuando espero al metro, o realizo ejercicios papirofléxicos por alguna calle céntrica. Señora, el tabaco también se puede fumar liado, parece mentira que no viera a Lucky Luke. Además, aunque realmente fuera ilegal, como usted piensa, ¿qué problema tiene? ¿qué satisfacción le produce mirarme con desprecio cuando ni siquiera va a mover un dedo para evitar eso que le corroe por dentro? Preocúpese cuando vaya a agredirla, esté conduciendo o opte por destrozar el mobiliario urbano. Llevo años ya y creo que todavía mi conducta no se ha visto alterada excesivamente a ojos ajenos como para resultar preocupante en grado superlativo. Un poquito de por favor.
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[1] No Aburras – La Polla Records

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