2008/03/12

Apoyo

Mis conocimientos sobre psicología dejan bastante que desear. Más bien no tengo ni idea. Lo mismo me sucede con la antropología, y con cualquier disciplina que pueda intentar analizar esta nuestra especie y sacar conclusiones comprensibles de sus acciones. En realidad, como dijo no sé quién, sé nada de muchas cosas. Más bien sé muchas cosas de nada. De nuestra especie, y de las mujeres también, por supuesto, pese a que quede claro que nuestros planetas de procedencia no comparten ubicación.

Es por ello que ciertos comportamientos nunca dejan de sorprenderme, de dejarme anonadado, estupefacto en mi posición, helado, sin capacidad de decir o hacer. A menudo me encuentro ante el conflicto de querer decir algo y no poder, pretender expresar mi apoyo y verme incapaz.


En unos pocos días, semanas o meses, la idílica imagen de futuro que cualquiera puede prever es capaz de desmontarse de un plumazo. Un pequeño acontecimiento, aparentemente inofensivo, tiene la capacidad de desmontar y sumir en la desesperación el protagonismo. A menudo, bueno, mejor dicho a veces, me encuentro conocedor de tales situaciones e incapaz de mostrar cualquier signo de apoyo o empatía, impotente. Siento ganas de decir o hacer algo que suavice ligeramente la situación y tienda una virtual mano de afecto, pero no puedo. No sé hacerlo cuando me veo protagonista, como para poder cuando la situación me es relativamente ajena. Quiero, pero huyen las palabras de mis cuerdas vocales y las dejan completamente inhabilitadas. Me gustaría poder hacerlo, pero está visto que mis células trabajan sólo con otros menesteres como objetivo.

Aunque muy levemente, espero que estas líneas sirvan de apoyo, o algo, y quien lo necesite encuentre en ellas la empatía aparentemente ausente. Sepa también que la indiferencia visiblemente reinante no lo es en realidad.

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