2007/12/27

Y punto

Puedo aceptar bromas sobre mi forma de vestir. Suelo tolerar comentarios a raíz de mis gustos musicales. No me importa que mi sentido del humor sea puesto en entredicho. Incluso me resulta divertido bromear con los ideales. Jocoso me muestro ante las apreciaciones respecto a mis aficiones. La excentricidad no supone una descalificación. Pero lo que no tolero, bajo ninguna circunstancia, es el cachondeo, son los golpes bajos, a costa de las frustraciones con sufrimiento vividas. A veces superadas. Otras, recientes aún, aunque puede que lejanas en el extraño concepto del tiempo. Me repatean los gestos desde cierto punto de tranquilidad y suficiencia, de poder, de soberanía, de satisfacción, a sabiendas del sufrimiento que se está infringiendo, de dolor y la desazón que la “gracia” produce, de lo fácil que es aguarle la tarde, la noche o el día entero al “pobrecillo” receptor.

Por caótico que sea el local, bilbaíno el ambiente y navideñas las fechas, hay gracias que no tienen ninguna. Puede que ésta sea la intransigencia desmedida venida a equilibrar la libertad, si así puede decirse, en otros temas. Pero es que hay comentarios que sobran, y punto. No creo que deba haber más discusión.

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