Tarde de viernes, últimos días de estas largas e intensas vacaciones. La gente no sale, para no variar. Quedamos cuatro gatxs con ganas de dejar desoladas nuestras habitaciones por un rato. Después de muchas llamadas y vueltas acabamos encontrándonos en el Ayuntamiento de Sopelana, en su plaza. La asociación cultural “Aitxu” ha montado un escenario e invitado a “Patxi eta konpania”. El que actuara con “Tapia eta Leturia” desde 1997 hasta 2004 se ha unido ahora al grupo “Konpania” para acercar los bailes a la gente. Poca gente a nuestro alrededor, nadie que se acerque en longevidad. La mayoría nos soblan o duplican en cumpleaños celebrados, el resto no han vivido el pasado siglo. Conclusión: la cultura hace tiempo que dejó de vender.
Tras un par de canciones Patxi salta a la plaza y anima al público a bailar. Algún que otro baile típico hay, pero la mayoría, de composición sencilla, son transmitidos al momento y representados por todxs después. Sin pensárselo, dos de mis acompañantes forman pareja y se unen al baile. Yo permanezco sentado a un lado, observando. La verdad es que da un poco de envidia. Una pena no poder hacerlo.
Finalmente consigo desterrar al fantasma del ridículo y aunar a todos los caballeros de la coordinación, a los pocos que quedan. No acierto ningún paso, pero bueno, me dejo llevar por las amamas, amas y niñas que me rodean. Lástima que sea hora de marchar, ahora que había calentado motores. Pero la siguiente cita nos espera.
El metro nos escupe en Algorta, son casi las nueve, está a punto de comenzar “Bertsophoto”. Se trata de una actividad a celebrar en San nicolás, dentro del festival “Getxophoto” que va a inundar la ciudad hasta octubre. “Las fotos capturan un momento, un instante, y los bertsolaris hacen lo propio con sus palabras, crean, interpretan y difunden lo que en el momento se les propone. De ahí la inclusión de la actividad dentro del festival”. Algo así dijo Xabi Paya al inicio. A su lado Unai Iturriaga, Igor Elortza y Sustrai Colina. La noche prometía.
No soy un entendido de este tipo de acontecimientos, pues, pese a gustarme, no los frecuento en exceso. Normalmente, cuando una amiga me tira de la oreja. Pero, aun así, me pareció muy dinámico y original. El hecho de emplear las fotos como conductor y aunarlas con el sentido del humor característico de este arte, le daba frescura. Una de tantas curiosidades consistió en un duelo contra la frase “una imagen vale más que mil palabras”. Airadamente consiguieron describir y que el compañero, sin haber visto la foto, la imaginara. Más tarde, cada uno de los tres bertsolaris bajó a donde el público y escogió a una persona. El reto consistía en expresar qué veían en una misma imagen. Me sorprendió la facilidad con que captaron en esencia o que por su cabeza podría pasar, siendo gente de tan variada edad y apariencia. Tuve el placer de ser escogido por Unai Iturriaga, ¡casualidad!, para una segunda ronda. Ciertamente, estaba más atento al hecho de tenerlo al lado que a la foto o lo que sobre ella cantara. Como si de una adolescente cardíaca se tratara, vamos. Recordando la última vez que le ví, hace más de quince meses en la Herriko Taberna de Ronda, en una comida que organizaron los miembros de “Hau Pittu Hau”, a la que entonces tuve el placer de ser invitado.
El recital terminó con los tres bertsolaris, cámara en mano, sacando fotografías a todxs lxs que allí nos encontrábamos y comentándolas en tono jocoso, aderezado con un puntito de ironía y sarcasmo.
Un empacho cultural en toda regla para una mente poco acostumbrada a ese tipo de actividades. Sin embargo, todavía guardo el buen sabor de boca del que disfruté de camino a casa, donde nos unimos a la fiesta, y espero poder repetirlo en no mucho tiempo.
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