Desde hace dos semanas no tengo ninguna opresión social o moral que me impida dejar los apuntes acumulando polvo. Tranquilos, impasibles, incapaces de lanzarme una mala mirada. Pacientes, esperando a que a mí realmente me apetezca cogerlos para echarles un vistazo. Atrás quedaron ya los gestos amenazantes, los intentos por no cruzar las vías, en un afán por evitar así recordar obligaciones.
Pese a que me niego a pensar, por mucho que me lo hayan dicho, porque lo han hecho, que no he hecho nada durante todo este último año, no he parado quieto, he tenido una sombra constante susurrándome al oído y recordándome los ejercicios pendientes, la teoría por repasar, los textos por leer.
El ocho de junio firmé mi último examen como estudiante de bachillerato, firmé mi último juicio, mi última intervención en la selectividad. Después de tres días, duros días, de sol, campas y más sol.
Poco después, apenas seis días, sabía ya que había aprobado, con una nota elevadísima, en comparación con mis expectativas, y más que suficiente para estudiar un gran abanico de titulaciones, entre las que se encuentra, por suerte, la que quiero.
Así pues, ahora puedo escribir tranquilamente allí donde me dé la gana, parafraseando a Arturo Pérez Reverte en el texto que nos tocó analizar ("Reciclaje, ayuntamientos y ratas de basurero"), con grandes mayúsculas, cinco simples letras: QEVPM. Es decir, Que Estudie Vuestra Puta Madre.
Se acabó, por fin se acabó. Ahora es cuando empieza lo jodido de verdad. Pero antes quedan dos mesecitos de hacer lo que me dé la real gana. De no parar quieto, de volar de un lado a otro, de hablar, de hablar, de hablar, de tumbarme, de pasarme horas tumbado y hablando, de pasarme días tumbado, hablando y volando, de volar días tumbado, de tumbar días volando…
Hago balance de estos últimos años y no puedo evitar pensar en “cuánto tiempo perdido allí, cuántos días que no pude ser feliz”. Recuerdo días de “lluvia tras los cristales de esta oscura habitación” [1] y a mí cagándome en todo. Absorto en mis pensamientos, ajeno a cuanto sucediera en clase, maldiciendo para mis adentros, y escribiéndolo en trozos reutilizados de papel. Consumiendo las horas, horas condenadas a perder.
Pero, ¿por quién? Cada vez me resulta más difícil responder a esa pregunta. Los profesores no se han esforzado insistentemente en hacerme un lavado de cerebro integral, simplemente me han preparado para las hostias que más adelante me darán. Me han transmitido que mejor a mayores notas. No considero que por inutilizar mi capacidad lógica; simplemente porque es lo que mañana me servirá. Su posición es un tablón más en la escala del divertido sistema educativo.
El sistema, eterno concepto. Tema de inagotables discusiones y modificaciones, para conseguir únicamente un descenso prácticamente imparable en el nivel de cultura. Resulta excesivamente sencillo culparlo de todo y olvidar temas como la motivación, la actitud, el interés. Temas dependientes también de la propia persona, de la forma de ser, de la fuerza de voluntad. Me resulta difícil reducirlo todo a que el sistema está mal planteado, exculpándome así de toda responsabilidad. Me resulta difícil resumirlo, porque, visto lo visto, soy incapaz de visualizar una alternativa factible. ¡Putas revoluciones sociales! ¡Putas utopías!
Prefiero quedarme ahora con que “es mejor cuidarse que la vida está bonita, como aulas abandonadas con toda su prisa, […] dejé el tintero lleno y pupitres vacíos, [...] la pluma gastada, profesores boquiabiertos” [2]. Prefiero quedarme con que entre chapa y chapa, he aprendido algo y, sobre todo, he crecido, física y psicológicamente. Y en eso, mal que me pese, la figura del profesor juega un papel difícilmente sustituible. Prefiero quedarme con que, a pesar de todo lo que me he aburrido allí y de los cabreos que he agarrado, sabiendo que los malos momentos tienden a hacer más mella en mí que los agradables, me cuesta irme, allí está un pedazo de mí. Recuerdo muchos momentos desagradables, pero me siento a gusto, ha sido y es mi Ikastola.
Sin duda volveré a preocuparme por los “balbuceos de pozos mineros”, de las “advertencias para no acabar como ellos”. Pero será dentro de unas cuantas semanitas. Mientras tanto me quedo con la esperanza de que “quizá otra cosa se me dé mejor, menos absurdo que memorizarlo todo.” [2]
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[1] Días gilipollas – Típico pero cierto
Cuánto tiempo perdido allí, cuántos días que no pude ser feliz. Nunca os perdonaré el tiempo que me hicisteis perder. En mi corta vida, jodisteis mi juventud. Lluvia tras los cristales de esta oscura habitación, y odio entre paredes, que salía de mi interior. Me cago en vosotrxs, bastardxs de la educación. Hablabais sin cuestionaros, cuál era nuestra opinión. Me voy pa’l baño a fumar un cigarrillo, te dejo algo en el rollo de papel. De este modo consumíamos las horas. Días muertos condenados a perder. Días gilipollas que te comen la cabeza. Días gilipollas que no sirven para nada. Días gilipollas manipuladx en una escuela. Ahora entiendo todo. Sé lo que queréis hacer. Manipuláis mentes inocentes que aún están por crecer. Pero a mí no me conseguisteis convencer y sigo mi camino, y nunca me vais a someter. Me voy pa’l baño a fumar un cigarrillo, te dejo algo en el rollo de papel. De este modo consumíamos las horas. Días muertos condenados a perder. Días gilipollas que te comen la cabeza. Días gilipollas que no sirven para nada. Días gilipollas manipuladx en una escuela. Días gilipollas, no sirvieron para nada, obligadx a tragar, ser parte de la manada. Miles de niñas y niños en jaulas de incomprensión dejan las puertas abiertas. ¡Que vuele su imaginación!
[2] Caché de rumbo – Librados del Malamen
Es mejor cuidarse que la vida está bonita, como tímidas notas de amor sin su sonrisa. Juez en la arrogancia de los más avispadillos con trabajos o sin XXX de madres ilusas. No, novillos no, novillos no. Es mejor cuidarse que la vida está bonita, como aulas abandonadas con toda su prisa. No vale la pena entre recreos apurados y escondites donde asomas con cuidado la cabeza. La primera ley es que nunca estudié, la cuarta de una que no salió bien. La primera ley es que nunca estudié, la cuarta de una que no salió bien. Es mejor cuidarse que la vida está bonita, dejé el tintero lleno y pupitres vacíos. La pluma gastada, profesores boquiabiertos, la mirada de princesas de cuarto de ESO. Es mejor cuidarse que la vida está bonita, aúllan balbuceos de pozos mineros. De advertencias para no acabar como ellos. Memoriza la salida para saber por dónde has ido. La primera ley es que nunca estudié, la cuarta de una que no salió bien. La primera ley es que nunca estudié, la cuarta de una que no salió bien. Quizá otra cosa se me dé mejor, menos absurdo que memorizarlo todo, que no es motivo de motivación. Quizá otra cosa se me dé mejor, menos absurdo que memorizarlo todo, que no es motivo de motivación. Es mejor cuidarse que la vida está bonita, te veo en el timón, en el caché de rumbo.
2007/06/26
QEVPM
Publicado por Opositivo el 6/26/2007 01:54:00 a. m.
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2 comentarios:
Obedecen la arrogancia de los más avispadillos entre gafosos y vizcos de madres ilusas
alguien tiene mas letras de librados?
o sabe donde encontrar el cd?
si las teneis enviadmenlas porfavor!
chespark@hotmail.com
gracias y salut!
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