2008/05/09

La vida en cinta


Navegando por la red de redes, mientras ojeaba una discusión sobre cine, leí una vez que las películas venden sueños. Al margen de estar mejor o peor hechas desde un punto de vista profesional, del tratamiento que tengan o la cuestionable calidad del reparto, cosas valoradas por ojos mínimamente educados, es eso lo que hace a una película llegar. No le presté mucha atención al principio, pues el ejemplo que ilustraba dicha afirmación me parecía nefasto. Poco a poco ha ido cobrando importancia hasta veme capaz de suscribirla. No todxs tenemos el mismo gusto, pero la identificación con lxs personajes, con alguno al menos, la empatía que podamos sentir, o la esperanza depositada en algunxs de ellxs son, sin duda, lo que propicia que permanezcan tatuadxs en nuestra memoria. Huir en un tren a recorrer Europa y conocer a una chica casi perfecta, incluso en sus muchas imperfecciones, con la que pasar una noche única. Conocer a esa persona capaz de contarnos aquello que lleva años dando vueltas entre neurona y neurona, de confirmárnoslo. Dejar atrás la vida que se nos ha otorgado para crear la propia lejos de todo y de todxs. Llevar a cabo esas acciones prohibidas por diversas leyes, las mismas capaces de facilitarnos un cuartito sin ventana y con horario de ansiada “libertad”. Liberar cualquier excentricidad intrínseca sin temor alguno a ser juzgadx por ello. Esperar a esa chica tirado en el sofá de un portal cualquiera, en el rellano de su escalera, bajo ruidosa y copiosa lluvia; verla bajar sonriente directa a estos débiles brazos, decidida a abrazar este maltrecho cuerpo. Salvar al mundo una y otra vez, desde el anonimato de una enfermería en plena guerra, con superpoderes obtenidos de la más extravagante manera, o con los cachivaches que difícilmente podrían imaginarse. Alcanzar la gloria, en cualquiera de sus miles de formas, todas aquellas descritas por guionistas profesionales y ocasionales durante siglos. Descubrir esas realidades paralelas y mundos escondidos, destapar ésta y comprobar que, efectivamente, no era como la pintaban. Luchar contra los bofetones de la vida, y ganarle el pulso. Buscar ese objetivo en la vida, perderla en el intento y poder decir finalmente antes de morir, en una desierta playa, cerca del basto mar, poder gritar al son de unos clásicos acordes que...

¡La puta! ¡Vale la pena estar vivx!
Caballos Salvajes

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