Me decían, mientras cursaba bachillerato, que la universidad supondría un cambio, un gran cambio. Oía que me iba a encantar. Atendía a palabras indicando buenas nuevas. No estaba muy convencido de ello, pero. Suponía conocer gente, cambiar caras, relaciones. Pero también llevaba oculta una definición de responsabilidad, de obligación, de dedicación. La perspectiva de tener menos tiempo libre me nublaba. También la necesidad de aplicarme, en serio.
De entre las alternativas que se me ofrecían tenía claro cuales no eran en absoluto atractivas. No estaban tan a la vista, sin embargo, las que sí gozaban de tal virtud. Era amplia la oferta, pero no segura. Finalmente me decanté por la electrónica. En la escuela de ITI de Bilbo, La Casilla, para más señas. Todavía hay momentos en que dudo de mi elección y le cuesta a mi perspectiva de futuro convencerme de que fuera correcta.
Otras veces, por el contrario, me doy cuenta de que me gusta ser universitario. Me sale rentable, por el momento, y tengo facilidades para desarrollar lo que me apetece, tengo más tiempo del que esperaba. He tenido suerto, negarlo resultaría absurdo. Pero también porque he encontrado comodidad para buscarla. Al fin y al cabo, la suerte cuenta con un gran factor de actitud y esfuerzo. Mover el culo, que diríamos coloquialmente. La suerte se sale de la norma, por definición. Ya sea buena o mala, hace referencia a sucesos en situaciones “normales” no contemplados. Cuanto más te alejes de lo “común”, más posibilidades tienes de sobresalir, de que la suerte te encuentre, te abrace, te crucifique. Y para hacerlo , hace falta actitud, ¿Qué actitud? La pasiva no, eso está claro. Hay quien tiene folla sin hacer nada, es cierto. Pero mi familia no se caracteriza por ser especialmente influyente, así que, o me meneo, o aquí me quedo. Seguramente haya matemáticxs especializadxs en estadísticas o lingüistxs conocedores de la lengua que nos comunida capaces de negar estas aseveraciones. Pero ahora mismo no tengo ningunx a mano para preguntar. Se siente.
El caso es que los estudios tan duros antes previstos no han resultado serlo tanto, hasta ahora. No han sido fáciles. Tampoco imposibles. El balance a medio camino del primer punto de contro es positivo y optimista. La cuesta a corto plazo no excesivamente inclinada. No todos los días llama una matrícula a mi puerta, y, aunqeu vaya con un par de orondos compañeros, siempre es un placer tomar un café con ella. Esperemos que vuelva, si no ella, alguna hermana pequeña. Le echaremos huevos para ello, los que nos quedan. Y, si fuera necesario, ya buscaremos dónde encontrar más. Puede que baste con parar de vez en cuando y echar un ojo a la situación.
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