2008/03/24

Hori ez da nire guda

Gaueko hamabiak pasata erlojuan. Etxera heldu berri naiz, margo arteko arratsalde eta Indautxuko ilehoriak prestatutako afari-elkarrizketaren ondoren. Badauzkat paketeak prest. Atzo utzi nebazan. Eguena da, barikua jada, eta bihar, gero, goizeko zortzietan hartuko dut Lezora eramango nauen autobusa, aurten Gazte Topagunerako ontzia. Aspaldi neukan joateko gogoa, eta azkenean han izango naiz. Arroza prestatu, biharko bazkarirako, oilasko frijitu, eta ohera, lo seko.

Esnatu, metrora korrika, hartu, geratutako plazara joan eta konturatu baino lehen Pasaiaz haratago utzi gaituzte. Bidean, mingain arazo larria zuen neska bat; ezin zuen geldirik izan; eta berdez jantzitako gazte xarmant ausart uniformatuak, denborapasarik ez eta autobusak geldiarazten zebiltzan Zarautzen.


Motxilak legora, zigarroa ahora eta maldan gora doazkit hankak. Gora, behera, gora, behera… Ez du bukaerarik honek! Euriak ez du bidea aurkitu, behintzat, eta galduta dabil, batek daki non. Heldu gara azkenean kanpatzeko gunera. Hala dio kartelak, bederen. Ekialdeko metroetan bezala, horiz jantzitako antolatzaileak dauzkagu bultzaka, beroa gal ez dadin beharbada. Ezin hurbilago dauzkagu inguruko dendak, baina tira, pare bat egun baino ez dira izango.

Trastu guztiak behar bezala jarri ditugu. Euria gogor ari du orain, eta herria dezente urrun dago. Busti edo dendan egon: argi dago. Antisozializazioa airean! Indar faltagatik baino ez bada ere. Hitzaldiak primerakoak ziruditen, baina nagiegiak gara. Azkenean erabaki dugu, basartean petrifikatu baino lehen, kontzertu batetara joatea. Bidaia aprobetxatu dugu zenbait edari eta falta zitzaizkigun oinarrizko jakiak erosteko. Patxarana eta txokolatea artean. Jai eguna da, baina herri hau ez dator bat egutegiarekin. Bueltan, igerileku marroia aurkitu dogu lehen kanpalekua zegoen aldapan. Zenbaitek arazoak izan dituzte dendekin. Guk, ordea, zortea izan dogu, momentuz, edo onak gara muntatzen, batek daki, eta erdisiku jarraitzen dute zakuek.


Gaua etorri zaigu bisitan, bere eskutik goaz kontzertuetara, hamar bat minututara dagoen karpa handi batera. Han gabiz danak, zirkuko pailazoak baikina, giza berotan, lokatzik gabe, ia, eta begiak bueltaka. Buru gainetan, hiru bider bost metroko neurriekin: heriotza, askatasunaren izeneko heriotza paradigmatikoa. Begi zuri narrastiak odol urdin artean, gure babes, defentsa, harresi, gotorleku, kondena. Ezintasunaren ilusioak indarturiko boterearen zigor-kaiola. Ezjakintasunak, modak bultzaturiko oihuak, kantuak, hilketak ahoan, gogoz biriketatik kanpo, burmuinetatik at, belarriotara zuzen. Zur eta lur begira, zer egin? Beratara igo eta metxeroarekin erretzeko ausardiarik ez, ihes egitekoa ere ezkutatuta. Soilik egon eta izan. Egon, izan eta madarikatu. Biziaz erabakitzeko aukera ausarta madarikatu. Ametsaren bideko odol isuriaz barre egitea madarikatu. Horren parte izatea zeharo madarikatu.

Ezan izan uste nebana, ez. Hainbat gauza gustatu zitzaizkidan, nahiz eta ez nintzen hitzaldietara joan. Milaka gazte baturik, elkarrekin antolaturiko jardun luzeetan. Ginkanak, bazkariak, bertsosaioak, dendetako abenturak… Zenbait gauza ez dira onargarriak, baina. Bueltan, ikusitakoa ebaluatu ostean, ezetzak irabazi du. Egon naiz, eta esan dezaket, badakit zer den, baina asko aldatu beharko da egoera hurrengoetan nire partehartzea bermatzeko. Eskerrik asko, baina hori ez da nire guda.

Lo último que perdimos

La esperanza fue lo último que perdimos. Ayer, para ser más exactxs, si fuera posible. Por mi forma de ser, creo, la cobardía que me invade, o el valor que me huye, tengo firmado un escueto pacto de no intervención para las muchas ocasiones en que yo o alguien de relativa importancia pueda salir gravemente perjudicadx. Esto supone un ahorro de disgustos, si lo miramos con un rasero concreto. Pues puede ser fuente de ellos si invitamos a doña impotencia a la fiesta. En cualquier caso, como mi pluma ha escupido en innumerables ocasiones, la faceta más llamativa es aquella que me mantiene atento, a la espera, dejando las cosas pasar. Bueno, no tanto, sólo hasta percibir algún indicio positivo. Sin meter la polla donde ya hay otra, pues resulta ciertamente complicado e incluso doloroso (salvando honrosas excepciones, claro, donde resulta canon de naturalidad y rutina), siempre puede mantenerse alrededor. Sin bajar la guardia, tampoco subirla.



Los meses corren así, en un burdo juego entre creciente esperanza y abrumadora desolación. Un estado latente de incertidumbre alimentado por la remota posibilidad y la capacidad innata de aferrarse a lo mínimo, volviéndolo base. Todo para que, de la noche a la mañana, los incontables minipuntos se vean esparcidos por el fango, presentes e invisibles, perdidos tanto como a mano. Inútiles en cualquier caso, ante una visión más decidida, menos paciente. Un gatillazo sin igual en comparación con esa polla que primero entra y después pregunta. Se aferra a golpe de cadera para después plantearse la vomitiva situación en que se encuentra y deja. Egoísta, como debe ser, pero perjudicial para los advenedizos en tales prácticas. Un sopapo en toda la cara a esa minúscula esperanza, esa piedra preciosa que, cubierta de blanquecino líquido, ha perdido todo su atractivo.

Stand by, que diría un equipo cualquier. Hasta el próximo golpe de mando.

La abrió el aire


- No, señor. La puerta estaba abierta cuando yo llegué.
- ¡Eso no es posible! Juraría haberla cerrado antes de partir.
- Quizá la abrió el aire.
- Resulta ofensivo que intente desviarse a tan banal detalle. Aunque lo estuviera, me es indiferente, fue usted quien entró.
- Es cierto, sí, pero no motu proprio. Fue requerida mi presencia.
- ¡Cómo se atreve!
- No miento. El desbarajuste reinante en el interior debía ser ordenado con la mayor celeridad posible, y en las labores de amueblamiento me vi obligado a colaborar.
- Podría usted perfectamente haber seguido su camino, haciendo oídos sordos, en lugar de entrar sin pensárselo y burlándose de cualquier consecuencia.
- No le quito la razón. Pero, si yo hubiera seguido mi camino, otro habría sido el que, al contemplar semejante panorama, sus pies pusiera en el hall. Si me acepta un consejo, le diré, aun a riesgo de ser agredido, que de haber guardado un mínimo de cuidado, ninguno de los dos estaríamos discutiendo en estos tensos momentos.
- ¿Sabía que yo la habitaba?
- Sin duda.
- ¿Y no pudo, entonces, limitarse a retirar el polvo? ¿tuvo que pernoctar también?
- No era mi intención en un principio. Pero la noche se me echó encima y ante el conflicto que me suponía retornar a mi morada, opté por quedarme. Imponente era la soledad en aquellas abandonadas habitaciones a altas horas, frías, húmedas y silenciosas. Me pareció que cierto calor sería de provecho.
- A ver, ya me he perdido. ¿Estamos hablando de mi novia o de una casa?
- De tu novia, sin duda.

--------------------------------

"Sus huesos cansados tiemblan al paso de un tren.[...]
Se ausentó el chirrido de la puerta al abrirse. Esquinas vacías, armarios desnudos y un polvo de abandono.[...]
No, señor. La puerta estaba abierta cuando yo llegué. La abrió el aire. Y sólo pasan horas muertas antes de decirnos adiós."

Un polvo de abandono - Librados del Malamen

2008/03/12

Apoyo

Mis conocimientos sobre psicología dejan bastante que desear. Más bien no tengo ni idea. Lo mismo me sucede con la antropología, y con cualquier disciplina que pueda intentar analizar esta nuestra especie y sacar conclusiones comprensibles de sus acciones. En realidad, como dijo no sé quién, sé nada de muchas cosas. Más bien sé muchas cosas de nada. De nuestra especie, y de las mujeres también, por supuesto, pese a que quede claro que nuestros planetas de procedencia no comparten ubicación.

Es por ello que ciertos comportamientos nunca dejan de sorprenderme, de dejarme anonadado, estupefacto en mi posición, helado, sin capacidad de decir o hacer. A menudo me encuentro ante el conflicto de querer decir algo y no poder, pretender expresar mi apoyo y verme incapaz.


En unos pocos días, semanas o meses, la idílica imagen de futuro que cualquiera puede prever es capaz de desmontarse de un plumazo. Un pequeño acontecimiento, aparentemente inofensivo, tiene la capacidad de desmontar y sumir en la desesperación el protagonismo. A menudo, bueno, mejor dicho a veces, me encuentro conocedor de tales situaciones e incapaz de mostrar cualquier signo de apoyo o empatía, impotente. Siento ganas de decir o hacer algo que suavice ligeramente la situación y tienda una virtual mano de afecto, pero no puedo. No sé hacerlo cuando me veo protagonista, como para poder cuando la situación me es relativamente ajena. Quiero, pero huyen las palabras de mis cuerdas vocales y las dejan completamente inhabilitadas. Me gustaría poder hacerlo, pero está visto que mis células trabajan sólo con otros menesteres como objetivo.

Aunque muy levemente, espero que estas líneas sirvan de apoyo, o algo, y quien lo necesite encuentre en ellas la empatía aparentemente ausente. Sepa también que la indiferencia visiblemente reinante no lo es en realidad.

Mal nacidxs

De bien nacido es ser agradecido”. Algo parecido, con rima y todo, dice, expresa una frase, dicho o refrán, fruto de la “sabiduría” popular adquirida a lo largo de siglos de evolución. Podría tener su fuente en la necesidad de cooperación que sufre cada miembrx de esta sociedad, para beneficio tanto suyo como del resto del grupo. Así pues, los favores se devuelven con favores, los sacrificios del mismo como, tal como sucede con los apoyos. Es posible llegar a la conclusión de que, siguiendo esa simple norma , sintamos la seguridad de poder recibir cuando así lo solicitemos.

Hace tiempo tuve una pequeña discusión con respecto a la cesión de los apuntes obtenidos en clase, fruto de la inconsciente competitividad reinante. La respuesta fue simple: con que una sola persona de aquellas con las que he compartido conocimiento haga lo propio, habré adquirido ya el doble de lo que hubiera conseguido yo solo.


Esta última época de la citada línea de “desarrollo”, pero, una historia de egoísmo ha cobrado protagonismo. Nos encontramos mirándonos a un río, con el agua al cuello, ahogándonos por momentos y sin ser capaces de dar un paso atrás. Resulta que la obtención ha desterrado esa indiferente parte que nos impulsa a aportar, y así todo el mundo pide y disfruta procurando no dar a cambio, no vaya a ser que el esfuerzo sea excesivo. El tiempo es lo que tiene, que vale su peso en oro. El propio, claro, el del resto da igual, total a ellxs les sobra.

Por suerte, siempre nos queda la posibilidad de probar y no volver a repetir con esxs egoístas recalcitrantes. Ojalá fuera verdad, y aquellas con un alto grado de generosidad no se vieran a menudo puteadxs por lxs que, se supone, son cercanos. Confiemos en la insostenibilidad del narcisismo magnificado. Claro que, ya llevamos años así.

2008/03/02

Hor dago!

El mus, ese noble autóctono juego, perdición de todx estudiante de ingeniería que se precie, creo que está empezando a afectarme. Como si de una droga más se tratara, ataca mis conexiones neuronales y la percepción de esa ilusoria realidad absoluta, separa todavía más la propia de la de mis congéneres.

Cierta cara angelical me envía discretos pitos en medio de “Electrónica Digital”, a veces incluso llamativos. Poco más tarde un sugerente mordisco llega desde un par de calles más allá. ¿Tres reyes? ¿O han sido dos? No puedo evitar la estupefacción al contemplar el solomillo que veo llegar mientras descansamos de un “arduo” día de estudio. Por la noche hay quien me lanza “la una” desde la otra punta de la mesa.


Por más que lo intento, no puedo evitar vacilar ante tales insinuaciones. ¿Y si esos reyes no lo eran? No, no puede ser. Los gritos de soledad magnifican tormentosamente esas lágrimas de inocencia. En lugar de una chuleta, empiezo a ver carnoso labios, húmedos, centrados en mi percepción. Largas pestañas, respaldadas por negras líneas cubren unos grandes ojos, me aparten de su atracción y cortan la muda conversación que manteníamos. Sin su iluminación me invade la inseguridad, la desesperación. Desaparece la expresión que cordialmente lanzaran. ¿Qué hago? ¿Envido? ¿Las echo todas? Es sólo un segundo, un minúsculo segundo, larguísimo minúsculo segundo. Pero se me hace eterno.

Acaba por nublarme la ilusión. Hasta que, una vez más, la cordura viene a su encuentro.

Lo dicho, creo que voy a reducir la dosis semanal de mus.

La ley del “yo nunca he...”

La Ley de Godwin postula que, conforme avanza una discusión en internet, la posibilidad de que aparezca una comparación con Hitler o los nazis sin venir a cuento tiende a cero. De ahí que se conozca también como “regla de analogías nazis de Godwin”. Realmente no se refería a toda la red en un principio, pero ha acabado extendiéndose. Se considera que, al suceder esto, quien la haya cumplido pierde automáticamente la discusión. Se trata de la salida fácil cuando los argumentos válidos se han esfumado.

Me gustaría hacer una pequeña analogía con ese conocido juego de kinito o litros: el “yo nunca he...”. Siempre con la pequeña diferencia de su aplicación al sexo. En este caso, no hace falta que avance en exceso, pues ya roza el infinito desde la primera intervención. Es comprensible hasta cierto ùnto que sea ésa la variante más llamativa, pero condena irremediablemente al juego, puesto que nuego la participación de todxs lxs que no lo hayan practicado. Hay muchas otras situaciones, sin estrógenos no testosterona de por medio, que pueden resultar divertidas, con las que es posible meter algún que otro vacile, y pasarlo igualmente bien, lo que importa, al fin y al cabo. Por ejemplo, haber ido de locaza a un concierto, el coqueteo con ciertas drogas o jugadas de clase.


En base a lo expresado, “La ley del yo nunca he...” debería, en mi opinión, redactarse y aplicarse rigurosamente. Podría formularse de la siguiente manera.

Ya que al jugar al “yo nunca he...” las posibilidades de que aparezca el sexo como tema principal y se ancle en dicha posición empieza desde el infinito, lxs participantes deberán evitar utilizarlo sin antes haber expresado afirmaciones de diferente temática. Por cada formulada, podrá optar una vez por el sexo. En caso contrario, deberá beber el número de tragos acordado antes del comienzo.

A mí también me gusta el sexo, mucho además, negarlo resultaría absurdo, pero creo que todo el mundo debe participar. Amén de que una mayor variedad le otorga más gracia al juego. La falta de imaginación lo limita al sexo oral, el anal, los lugares públicos y la cama de los padres. Muy triste.

Yo soy el primero en tomar nota de quién traga, quién escupe, qué puedo encontrarme en el cine si no ando con cuidado y las prácticas onanísticas de mis contertulixs, pero con cierta moderación.

Aun así, aunque se cumpliera rigurosamente la extrapolación de Godwin, creo que la partida del viernes dejará mella en mi memoria. Cierta pareja, la rubia y la morena, me rompieron en mil pedazos la imagen que tan concienzudamente les había creado.