2007/10/29

No puede ser, princesa

Yo sueño con ir a L.A., dejar un día esta ciudad, cruzar el mar y dejar con él todo atrás [1]. Tú esperas la fecha para volver, otra vez más. La elegancia y exclusiva calidad de mis prendas, la exhaustiva selección de sus motivos, el detalle con el que selecciono cada prenda y complemento dista considerablemente del tuyo. Mi plan de fiesta ideal no tiene relación alguna con el señor Pacman, a no ser que se introduzca indiscretamente en la conversación. Cambian las drogas, el lugar y el ruido ambiental. Prefiero un sofá al cine. Prefiero películas moteadas a las que ahora abarrotan las salas. Puede que por el pequeño espíritu nostálgico que me hace añorar tiempos y situaciones no vividas. La autarquía en que vive mi música apenas le permite ampliar sus miras y relacionarse lo más mínimo con las demás sintonías que escupen los altavoces de una radio cualquiera. Mucho menos las bases que me recomiendas.


Las princesas se enamoran del pueblerino en las películas, alimentando su amor por el afán de aventura, de sentir algo prohibido. Recaen en un amor tal que olvidan de un plumazo quienes eran, qué gustos tenían, qué aficiones. Pegan un salto, eso sí, a la nobleza y viven felices comiendo perdices.

Como bien nos recordó el profesor de cálculo hace poco, las películas eso son, películas. La realidad dista mucho de ellas, y en esta la amnesia temporal por enamoramiento no tiene tanta fuerza. Como mucho, adelgaza.

--------------------------------

[1] Cadillac Solitario – Loquillo y trogloditas

Niretzako nahi zinduket

Zure begiek mintzen naute. Ezinezkoa zait nini arteko borrokari luzaro eustea. Sortutako bide irudikari horretan zehar bihotzak sorturiko egoerak datorzkit. Atsekabeturik uzten dute nire bularra eta pixkat eroago pertsona. Erakarri ere egiten naute, baina, eta horrek polarizazio jasangaitza dakar. Beste edozein tokira begiratzera bultzatzen nauen indarrak ez dauka zereginik tinko eusten dioten txispen artean. Ni erdian. Bihotza samindurik, burua zoriontsu. Ez da alderantziz izango?

Zure ahoak beldurtzen nau. Esango duzuna espero ez dudanaren ezinegonak barneak astitzen dizkit. Neurrira egongo naizelako dudak. Ezpain horien artetik, jan nahi nituzkeen ezpain horien artetik, aterako diren hitz multzoen nondik norakoen ignorantziak lasaitasuna uxatzen du. Goxo zein krudel asntido ditzakete tinpanoak, lasai, suabe, baxu edo zaratatsu, mingarri, deseroso. Ezin dut halako egoera jasan. Begiek lehen itxarotea ahalbidetzen baitute, eta gogorragoa da kolpea gero.


Niretzako nahi zinduket, hala ere. Barne-barnean zerbaitek maitatzera narama. Min eta sufrimendu guztien gainetik, entzun ezin ditudan kritika bortitzak alde batera, begien edertasuna bakarrik gogoratuz, bentrikula eta aurikulak zuren izena bultzatzen dute gorputz osoan zehar.

Sentimendu mugaezin bihurtzen dute egoera. Odolean bertan zaude, odola bera zara. Bizitzeko ezinbestekoa zaitut. Elikatzeko, arnasteko, gozatzeko...
--------------------------------

Zure begiek – Mikel Markez

Zure begiek mintzen naute.
Zure ahoak beldurtzen nau.
Niretzako nahi zinduket.
Sentimendu mugaezina.

Urontzi bat naiz,
noraezean dabilen urontzia.
Mila arroken kontra jo dut
baina beti korronteak
zure kostaldera narama.

Zure begiek...

Zu gabe ez naiz ezer.
Zu gabe zertarako bizi.
Bizitza hontan ditudan
helburu guztiak
ez dira ezer lortu gero
zurekin konpartitzen ez baditut.

Zure begiek...

Un "pringao" venido a más

La universidad: nuevo curso, nueva vida. El cambio de los largos años en ikastola, siempre con la misma gente. O en el colegio y después instituto, lo mismo da. El sistema en el que hemos vivido durante tanto tiempo se desmonta y tenemos la posibilidad de crear uno nuevo, a nuestra medida, a nuestro gusto. Dejamos de ver obligatoriamente cinco días a la semana a lxs compañerxs que nos sacan de quicio. La gente con la que compartimos aula es nueva esta vez, desconocida. También lo somos nosotros a ojos ajenos. Es el momento idóneo para limpiar todo aquello que detestamos, las coletillas infantiles e inofensivas dolorosas “bromas”, simples etiquetas que pueden hacer del día a día un suplicio. Borramos de un plumazo las meteduras de pata que por inmadurez hemos cometido y que nos persiguen allá a donde vayamos.


Pero, ¿qué necesidad hay de tomar una actitud destructiva ante esta nueva situación? Tenemos una parte del cráneo relleno de materia viscosa, materia que sirve para hacer uso de la memoria, para jugar con ella y volverla selectiva. No resulta tan difícil discernir entre unos recuerdos y otros. Creo yo que valorar lo que merece ser salvado y tirar a la basura lo realmente traumático está al alcance de cualquier persona. Con esto digo que es posible crearse una nueva personaliad a partir de lo bueno, mejorando lo que consideramos malo. Por muy frustrante que fuera nuestra realidad, partes aprovechables tiene que haber. Relaciones que merezcan la pena, conocimientos adquiridos, experiencia. No hay que renegar y atarcar indiscriminadamante todo aquello que nos recuerde qué somos realmente, como si de un plumazo pudieramos hacer desaparecer nuestras fobias y miedos.

Un cambio diametralmente opuesto que nos lleve a ocupar el lugar que antes correspondía a éstos, no soluciona nada. Una actitud forzada por la creencia de una imagen distorsionada no es vía para el reencuentro. Por mucho que lo detestemos, antes o después llegará a nosotros algo que nos traiga el pasado a la punta de la nariz. Esa ilusión temporal caerá como una losa sobre nuestro corazón si no hemos logrado solventar nuestros complejos, volverá a aflorar el pánico y una vez más la respuesta será un acto memorizado a base de repeticiones. Prepotencia, agresividad...

¿Un “pringao” convertido a sí mismo? Pase, adelante.

¿Un “pringao” vuelto chulo de barrio, prepotente, agresivo, ignorante, superficial, engreído...? Ya sabe dónde está la puerta.

"Hoy te importa tanto lo que eres que te olvidas de lo que fuiste. Ignorando que llegará el día que tendrás que arrepentirte"
Soberbia - La taberna de moe

2007/10/25

Réquiem por un sueño

Los rayos de luz que logran atravesar la persiana me agreden, queman levemente mi piel, escuece. Atormentan mi cuerpo frío, sudoroso, tembloroso. Gotas cargadas de furia corren por él, por cada centímetro de piel. Se estremecen con cada nuevo espasmo involuntario. Puedo oír mis dientes chocarse unos con otros, castañetea el esmalte. Bailan al ritmo que marca el vaivén de la mandíbula. Un caótico son zarandea mis sentidos.

Oigo el incesante ritmo que sigue el reloj...tic...tac...Tic...Tac...TIC...TAC... Suave, delicado, pero penetrante y sonoro. Parpadea el enchufe. Me habla a pequeños flashazos, cegadores, cada vez más directos. Está gritándome. Me increpa. Atraviesan mi retina, la deshacen poco a poco. Incandescentes. Un sonido eléctrico los acompaña. Chispazos ensordecedores, un eterno chasquido. Desmontan mis tímpanos. Se rompen en mil pedazos, como el esmalte, en mil pedazos.


El techo se abre y cientos de manos, de diminutas manos, me agarran. Tiran de mí y me arrastran a lo más profundo de la nada, de la inexistencia, la desesperación. Me acuerdo de los amigos, aquellos compañeros que fueran como hermanos. Veo cómo hemos cambiado, cómo he cambiado. Ya ni me saludan [1]. Aparecen mis padres también. Mi madre llora, sufre. No esperaban que el fruto de su futuro fuera a robárselo a pedazos en billetes pequeños. Viene a mi cabeza aquella gran mujer con quien estuve saliendo. Dulce, cariñosa, atenta, comprometida, independiente, alegre, cordial, hermosa. Como era todo antes de que las incesantes absurdas discusiones fruto del pánico y las desesperación acabaran con nosotrxs, conmigo, con ella.

Yo sólo quería ser feliz, No era mi intención acabar así. Yo quería ser capitán de mi vida, no acabar a la deriva navegando en ríos de cristal, charcos de cristal, ahogándome en cristal [2].

--------------------------------

[1] Aquellos años – Hirurko
[2] Maldita extraña forma – Estrago

¿Y si fuera real?

Sabes que no tengo ningún interés en verte, en estar contigo. Y si lo tuviera, ya me encargaría de borrar ese impulso de mis conexiones. Te lo he demostrado por activa y por pasiva desde que te dije adiós. No hace tanto, debería acordarte. No te he llamado, ni te he saludado cuando nos hemos cruzado, si he podido evitarlo. Ni siquiera me he interesado lo más mínimo por tu vida. No sé si vas o vienes, si te quedas o ya has partido. Cuando creo que estás subiendo, llevas un buen rato en la planta baja. No tengo la menor idea y tampoco es que me quite el sueño. Tengo otrxs que lo hagan por ti, y otras muchas cosas en las que mantenerme ocupadx. A tus avisos he hecho caso omiso, y seguiré haciéndolo por un tiempo.


Sin embargo, a pesar de todo, me gusta que sepas de de mí. Que sigas teniendo el menor interés me llena y contribuyo a ello cuando me es posible. De vez en cuando se me cruza algún cable y unos pocos bits salen despedidos a tus oídos. Los justos para atraer la atención de tus sentidos y mantenerte dubitativx por unas horas, o días, o meses. También me gusta mostrar aleatoriamente un leve interés. Aunque no tenga, evidentemente, intención alguna de llevar a cabo lo que digo. Pero me excita imaginarte ilusionadx, y dibujar en mi cabeza las facciones de decepción que muestra tu cara. En fin, algún día aprenderás, guapx.

Confesión transitoria: debería empezar a analizar estas curiosas conductas. Me resulta desconcertante lo cruel que puede resultar una actitud creada en un rato de aburrimiento. ¿Y si fuera real?

Trozos de papel decorado

Dos horas marcaba el horario, y no hemos hecho descanso a mitad de camino, así que nos conceden diez minutos de asueto. Los aprovechamos para bajar a la calle, socializarnos y saciar ligeramente la sed de vicio. Por el camino un cartel atrae mi atención: un mosquetón es la parte central del logotipo que reza “Kukutza Eskalada Taldea”. Un piso más abajo otro me agarra. “Abadiñoko Gaztetxea” esta vez. El que me acompaña se asombra: ¡joder! Lo lees todo. Y es verdad, no es la primera vez que me lo comentan. Por extraño que sea el cartel, panfleto o tríptico que llegue a mis manos, tengo la rara costumbre de leerlo. De empezar al menos. Muchas veces lo dejo a mitad de lectura si algo no me ha atraído especialmente. Si en ese momento no puedo, pasa al cajón de tareas pendientes: a mi mochila. Puede que esa sea la razón de la singular atracción que sobre ella ejerce la Tierra. Muchas veces acaban ahí los artículos que había considerado “no interesantes” en un principio. Hasta que, con el tiempo, acabo leyéndolos o saltan a la basura más cercana. El caso es que, antes o después, echo un vistazo o devoro todo cuanto escrito llega a mis manos. De ahí posiblemente que la lista de libros leídos estos últimos años sea ligeramente ridícula. Las horas del día, por desgracia, son limitadas. Aunque, ¡menos mal!


¿Por qué? Supongo que por una mezcla de interés y empatía. Lo primero depende de la temporada. De vez en cuando me doy cuenta de que todo no se puede abarcar y me libro de algún que otro “pendiente”. Hasta que vuelve a sorprenderme un documento. No lo puedo evitar :D.

Por empatía, porque detrás de cada trozo de papel decorado hay alguien que he dejado su tiempo en hacerlo. Por voluntad propia o ajena, pero lo ha hecho. Qué menos que mostrar un mínimo de aprecio hacia su trabajo e intereses y echar un ojo. Por hacerlo no perdemos nada, bueno, sólo tiempo, y ¿quién sabe? Igual podemos encontrar la respuesta a la vida, el universo y todo lo demás.

¡Más huevos!

Me acerqué el otro día al local de cojines rojos a relajarme por un rato y en busca de algo de conversación, pues cada vez se me hace más complicado pasar una tarde entera sin hablar con nadie. Total, que acabé unas pocas horas entre pitos y flautas informándome sobre el sistema educativo francés, mostrando disconformidades con respecto al proceso de Boloña, conociendo algo sobre las TAZ, preparando una jornada de “Abrazos gratis” y analizando entre otros muchos temas el verdadero conflicto vasco, tal como lo definían los guionistas de “Vaya Semanita”.

Mi contertulio me abrió las puertas a una nueva interpretación que, por simple que es, ni siquiera había rozado mis neuronas. Lo cual no la vuelve descabellada ni absurda. Se trata nada más y nada menos que de la timidez. O lo que es lo mismo la autoestima, la seguridad propia. Tanto la de acción como de recepción.

Me refiero por acción al hecho de dar un paso claro más allá de simples detalles que puedan dejar entrever una atracción física. Pueden, pues, pese a que a veces parecen claras las intenciones para quien las realiza, y ve claramente el elevado significado de una mirada sostenida, un guiño aparentemente fortuito, una caricia inesperada, un gesto tan inusual como ordinario, no quedan del todo perceptibles para quien debería recibirlas. La inseguridad nos impide en esas circunstancias tomar las riendas y guiar al bello corcel de los impulsos. El miedo a... nada. Al fin y al cabo, salvo en contadas ocasiones donde el número de variables crece de la mano de conceptos tan indefinidos como la amistad o el qué dirán, salvo en esas pocas ocasiones la jugada consiste en un cara o cruz. En el peor de los casos la respuesta podría ser un no, puede que incluso acompañado de un bofetón. Depende, claro, de cómo nos hayamos insinuado. Pero, es algo pasajero. En el mejor: ¡has pillado! Visto así no parece tan mala la apuesta.


He de admitir que mi abanico comparativo no me permite realizar afirmaciones con el debido rigor científico. Pero he conocido alguna que otra chica de las denominadas “bordes” que habitan por estos lares y dudo que tengan nada que envidiar a cualquier otra en lo que a delicadeza, melosidad y pasión se refiere. En privado, claro. Sí veo, sin embargo, que ese apelativo resulte relativamente adecuado de un primer vistazo. Ésa no es más que, otra vez más, una expresión de timidez, de miedo. ¿A qué? No es fácil de explicar. A menudo sucede que al acercarte ligeramente, no sólo físicamente, se sienten de alguna manera atacadas, violadas, y repercute en una respuesta normalmente desagradable, desafortunada.

Intrínseca es la idea de que el acercarte a una mujer significa interés sexual. Automático. Evidentemente la hay en muchos casos, más si cabe en el habitual territorio de juego y con la fama que precede al género masculino. Que levante la mano quien no guste de echar una canita al aire de vez en cuando. Pero no tiene que ser ése el factor principal en todos y cada uno. Más si el individuo tiene la suficiente capacidad de análisis para evaluar la situación. Dificulta ésto el acercamiento, lo cual supone un punto descriptivo más del conflicto.

Desde la parte receptiva, en este caso al mujer, se suceden variados pensamientos, como ya he comentado, derivados de la seguridad. En los ejemplares con una autoestima excesivamente elevada puede derivar en una prepotencia desmesurada. Bajo una escala de valores quizá alterada por el modelo estético que le han transmitido y los valores derivados de tal virtud. En una situación contraria, la descrita por una mala o pésima imagen de sí misma, la desconfianza y retraimiento cobran importancia. Puede que por no creerse merecedora de tal situación, por no ver qué tiene que dar, qué se espera que de y pavor a no ser suficiente.

Conclusión: menos chorradas y más echarle huevos/ovarios al asunto. Eso sí, id empezando, si no os importa, que a mí me pilláis liado :P.

2007/10/22

Politikaz

Euskal Herria, etengabeko gatazka”. Horixe izan zen atzo ordenagailua amatatu baino lehen inprimagailuak oparitu zidan idatzia. Fotolog batean aurkitu nuen, Iruñako neska batek sinatutakoan. Historiarako lan bat da, antza. Ez nuen momentuan irakurri, motxilan salbu geratu zen gaur goizeko bidaia errazteko. Goizeko lehen orduetan ez daukat burua ariketak egiteko bezala eta horrelako irakurketek bidea arintzen didate. Berandu zen gainera, eta ohea deika nuen jada.

Hala ere, balkoira atera nintzen bost minutuz Prigoginek aipatutako adibide baten edertasunaz gozatzeko [1], eta hurrengo egunean irakurri behar nuenari bueltak ematen hasi nintzen. Neuronak kristalez bete zituzten zainak edo, eta sinapsiak ke botaka zebiltzan.

Ez zitzaidan halako gatazkari buruzko azalpen laburra egitea erraza egiten. Irudizko entzulea neukan adi-adi niri begira eta gorputza dardarka, hitzek ez baitzuten atera nahi. Nola azaldu zer den zer? Hainbat elkarrizketetan izandako burutazioak etorri zitzaizkidan garunera, “Espainiako beste autonomietan” edo antzeko adierazpenak erabili ondorengo burutazioak. Nola hartuko zuen solaskideak esandakoa?

Oso oso labur esan genezake Euskal Herria estaturik gabeko herria dugula, eta Espainia herri baturik ez duen herrialdea. Inongo mapa politiko ofizialetan lehena osatzen duten zazpi probintziak banaturik agertzen dira: Bizkaia, Gipuzkoa eta Araba alde batetik, Nafarroa bestetik eta Iparraldea (Lapurdi, Behe-nafarroa eta Zuberoa) Frantzian. Lur hauetan badago horien idependentzia eta gobernatuko dituen antolakuntzaren sorreran sinesten duenik. Beste edozein egoeraren existentzia ukatzera ere heltzen dira zenbait, nahiz eta urteetan zehar horrela izan dela ikusi duten. Beste batzuek ilusiotzat jotzen dute horrelako egoera, baita Sabino Arana delako tipo bati leporatu horrelako ideia bururatu izana. Ez nago aipatutako probintzietatik kanpo jaiotakoez ari, baizik eta bertako bezala hartuak izateko aurrekoek beste eskubide dituztenez. Bi mugen artean, erdibidean, beste hainbat ikuspuntu aurki ditzakegu. Beraz, estaturik gabeko herri hau ez da aipatutakoetan bizi diren pertsonen multzoa. Nahi duen tokira egiten du txis bakoitzat, eta batasun bilduaren homogeneotasuna amezlari kroniko batek baina ezin dezake orain ikusi.

Espainiarekin hamaika antzekotasun aurki ditzakegu, distantziak behar bezala gordeta, noski. Euskal herrian ikuspuntu aniztaduna badago, hemengoak ez dauka izenik. Jende kopurua pixkat bat handiagoa da, eta hauek banatzen dituzten errepideak zertxobait luzeagoak. Horren jakinean, askok onura ekonomiko eta administratiboak dakartzan sinbiositzat dute herrialdea, gaur egungo globalizazio bortitzari gogoz eusteko sinbiosia. Gauzak horrela, ezberdintasunak onartu egiten dituzte; poltsikoa igotzen den bitartean batzuk, uste sendoak izatearren besteak. Beste hainbatek, asko, aipatutako eskala aldaketa kontutan hartuz gero, lehenago aipatutako eremuko jarreraren ispiluaren bestaldean agertzen da: Espainia bakarra eta bateratua. Mundu guztiak defendatu behar du berau, eta horretaz harro egon.

Logikak agintzen duenez, moderatuek ez dute arazo larririk izaten, segurtasun faltagatik edo, denbora pasatzen uzten dute bronketan parte hartu gabe. Alde bietakoak, aldiz, etengabeko borrokan dabiltza, eta besteak ertzetara erakartzen dituzte. Ahalik eta potentzia handiagoz polarizatzen dituzte haien aho-eskuak eta arazorik gabe imantatuta geratzen dira lehen moderatutzat geneuzkanak.

Kultura aniztasuna, hizkuntza eta ohituren ezagutza, elkartrukaketa, etab. alde batera geratzen dira, benetako arazoari tokia uzteko. Hauekin batera doaz beste garai batean oinarrizkoak izandako kontu arbuiagarriak, hala nola, etxebizitzaren egoera, soldata minimoen balioa, hezkuntza sistemak sortzen duen barregurea, honek jasaten dituen aldaketen ondorioz entzun ditzakegun irri ozenak, amalurraren erailketa isila...

Artazia papera mozten saiatzen da, eta harriak erantzuten dio lehenengoari [2]. Gaua berotzen duten kotxeak, ordu berdinetan ostiaka eta eskuak bilurturik auto urdinetan sartzen diren gazteak, beltzez tindaturiko edifizioak, kolore berdinak hartutako bihotzak burdinartean, egia gezur, gezurra egi... Benetan norbaitek pentsa dezake hau dugula inorako bidea?

Zein da nire aukera? Barakaldon jaio nintzen eta Urdulizen hasi naizen euskaldun espainiola, edo espainiol euskalduna, naiz. Irakur dezala bakoitzak nahi duen erara. NAN da nire identifikazio txartela eta EHNA daramat soinean ere. Batak zein besteak egoeraren araberako betetasun zein tristura ekartzen didate. Horrek ez dit sortutako hainbat gorroto eta ekintzen zergatia ikusten uzten, ez dut ulertzen zein den talde baten barruan egotearen ezberdintasuna egunerokoan, ez dut horrek dituen abantailak nabaritzeko adina sentikortasun... Badirudi, gainera, honek gehiagora joateko errepidea hartu duela, eta ni ez nago trapu zahar batzuen izenean hiltzeko prest, nire bizitzak hori baino nahiko gehiago balio du. Bizitza honetan daukadan bakarra berau da, eta, nik dakidala, ez dago berriz disfrutatzeko aukerarik. Has dadila benetako liskarra, eta izango dut behingoz maleta hartzeko behar dudan aitzakia. Nire lurra/herria maite dut, eta, Dorothy-k esan bezala [3], “etxean inon baino hobeto” nago, baina ez diot zentzurik ikusten nire odola begiek ikusiko ez duten etorkizunaren giltz izateari.

Orain, beste edozein idatzitan baino hobeto, irakur daiteke ahoa gorri-horiz eta begiak gorri-berde-zuriz estalita dituen ikurraren esanahia.


--------------------------------

[1] la espera del caos
[2] Piedra contra tijera – Soziedad Alkoholika
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/El_maravilloso_Mago_de_Oz

2007/10/18

A ver si es verdad

Desde hace más o menos medio año tengo permiso legal para sacarme el carnet de conducir. Un ibiza rojo poco mayor que yo estaba esperándome en el garaje antes de que esa fecha llegara, y ahí sigue. Las llaves, por casa. Y tengo una pequeña lucha interior, una dura pugna entre dos partes (sé que hay una palabra más adecuada, pero ahora no la encuentra mi mano) para empujarme a la autoescuela o dejarlo estar un poco más. Todo este tiempo llevan dándose de hostias y parece que no quieren llegar a un acuerdo. Perseverantes en su posición, no dan el brazo a torcer y aguantan estoicamente en el ring. ¡Coño! Parece el panorama político de cierto país...

Estaría bien disponer de un vehículo con el que poder alargar las noches de viernes más allá del último metro. No depender de otras personas para ir de partys. Ahorrar tiempo en vacaciones. Tener mayo movilidad al depender únicamente del deposito y no de horarios preestablecidos. El volúmen de material podría ampliarse sin problemas, pues en la furgoneta entran bastantes más cosas que en mi mochila, y además aguanta el peso un poquillo mejor. Se acabaron los problemas cuando los planetas se ponen de acuerdo con Murphy para alinearse cuando llueve y la casa está ocupada, las campas empapadas, los centros comerciales a rebosar y los servicios indecentes. Me resultaría más fácil llevar cosas a Bilbo, o traerlas, y podría hacer lo propio con mi hermanos, dejando así algo de tiempo libre a mi ama. Por otro lado le daría uso al coche que, al fin y al cabo, lo pusieron a punto para mí. Y casi va acabar usándolo mi hermano antes que yo.


Pero, sería otro inconsciente más con coche rojo para cualquier aseguradora. A éstas no se les paga con sonrisas, además, y la gasolina no aparece en el depósito por ciencia infusa. Mis costumbres nocturnas no son especialmente saludables que digamos, aunque van por temporadas. Y un zombi al volante tiene su peligro; no se puede llevar un arma de 1000kg por la calle como si nada. Conociéndome y viendo el asombroso control que tengo, acabaría con una dependencia excesiva de cuatro hierros con ruedas. Sería mi ruina, económicamente hablando. Supondría la pérdida de una de mis casa: los transportes públicos. Se irían con ella las horas dedicadas a la lectura y a plasmar mis pensamientos en papel. Colaboraría con la proyección estelar de una banda formada por instrumentos de una calidad explosiva. La misma que invade cada día y noche las ciudades de todo el mundo, que ocupa los pueblos y que poco a poco ataca cualquier zona virgen. En cada sitio mencionado habría una plaza para mi posible visita y estacionamient, forzando así curiosas excavaciones perpétuas en un intento desesperado por reunir al mayor número de bichos en la basura más pequeña.

Tendría, antes de todo eso, que sacarme el carnet, para lo cual es requisito sine qua non pedir un crédito a la entidad más cercana: mis padres. Otra alternativa sería reducir drásticamente las consumiciones de entresemana e incluso las de viernes y sábado noche. Tendría que dedicar tiempo a mirarme el libro bien y hacer unos exámenes. Por no duplicar, triplicar o cuadruplicar el precio y que el crédito acabe siendo vitalicio, más que nada. Esa no es una magnitus que haya sobrado especialmente en mi agenda desde que la utilizo, y menos ahora que entre viajes y dibujitos se ha reducido considerablemente la sensación de ociosidad que el año pasado me invadía.

He estado unas cuantas veces ya a punto de dar mi nombre para tan noble salto en el camino de mi socialización y mi reconocimiento como un miembro digno de la especie, he echado un vistazo a varios test y he indagado algo; siempre he encontrado algo más interesante y fructífero que hacer. Pero bueno, antes de casarme tendré carnet :). Por poner algo más probable, digamos que antes de que los profesores me den mi última nota. ¡A ver si es verdad!

¿Y si no las hay?

Cuerpo perfecto, carita de porcelana y una inestabilidad emocional sólo superable por la mandíbula de un aficionado a la ingesta de estupefacientes por vía nasal. Para mirar, sí, pero luego más sosa que los humoristas de “Más humor”. Muy cómoda: nunca discute, ni se queja, todo le parece bien, salvo cuando le dan sus neuras, se le cruza un cable y a tomar por saco todo plan sin razón aparente. Claro que eso no le pasa muy a menudo. Ya lo siento: no me gusta. Necesito, como dice una amiga, que me den caña, me gusta que me den caña. Dentro de unos límites, claro. La sangre podría ser uno de ellos, por nombrar uno. No, en serio, me gusta que me sorprendan. Todos los días no, es mucho pedir. Pero sí de vez en cuando. Que manden mis pájaros a tomar por culo con cierta asiduidad y hagan nacer nuevos. Que sepa más o menos dónde y cuando van a explotar las bombas, pero que alguna me pille, alguna buena y alguna mala. Que tengan iniciativa, hagan planes, los organicen y me arrastren a ellos. No quiero una muñeca inchable que pueda programar, quiero una mujer que pueda reprogramar.


Esa sección del género femenino que he descrito brevemente en el párrafo anterior, y en mayor extensión gracias a otros cuantos textos, no estaría interesada en el prototipo de “guay” que mi propia cabeza ha ido creando con el tiempo. El malote que empieza a suspender sistemáticamente en segundo, que viste ropa de la talla de su hermano pequeño, que lleva el pelo totalmente engominado, con la consiguiente duplicación del peso que deben soportar sus hombros... El que tiene moto nada más cumplir el mínimo necesario y al que sus papis le regalan un coche al cumplir los 18. El que, pese a tener cualquier atisbo de foco absolutamente fundido, tiene un cuerpo de puta madre, ¡el muy cabrón! Curiosas coincidencias algunas...

Entonces, visto que el público objetivo al que está dirigido mi producto no debería estar en absoluto interesado por todos esos respetuosos caballeros, ¿por qué hostias me siento desplazado cuando en un bar la chavala de turno se acerca a hablar con clon de “El canto del loco”? ¡A mí las que me gustan son otras! Las que tienen un cuerpo majo, sin llegar a ser de cristal, y una cabeza que realmente merece la pena.

¿Y si no las hay?¿Si no existen más allá del ideal que mi mente ha formado? Conservemos la esperanza un poquillo más, y ya desenterraremos otras teorías cuando la frustración haga mella en el estado psicológico.

2007/10/17

Quiero sentarme en las nubes

Hace bastante tiempo que no suelto una de “mis canciones” así sin más, plantando el tocho. Echando un ojo a los últimos textos veo que dejo pequeñas referencias por si alguien se aburre y le da por mirar la letra completa en la red. La ilusión la verdad es que alimenta, pero poco más. Veamos si, aunque esté la x a la vista, poniendolas completas alguien se anima a echarles un ojo.

La verdad es que es curiosa la facilidad que tenemos para oír canciones una y otra vez sin llegar a escucharlas. Todas las que siguen a estas palabras de breve introducción llevan en mi memoria desde hace unos cuantos meses, alguna incluso ha celebrado su cumpleaños entre mis neuronas. Y hasta hace pocas semanas o días ni me había fijado en ellas. Hay de todo, desde un chico que toca la guitarra y grita, hasta hip-hop, con algo de rock lasai y un poco más ruidoso. Total, para leerlas tampoco importa mucho. Las letras no están muy ortodoxas. Cuatro de ellas las he tenido que sacar yo porque no las encontraba y las otras las he editado para que cuadraran con las versiones que yo tenía, aparte de ponerlas en prosa. Sepan ustedes perdonar las faltas.

La primera, “Estás ahí”, es de “Producto Interior Bruto”, un cantautor madrileño al que conocí en el Ateneo Izarbeltz [1]. Ya colgué hace tiempo un par de canciones suyas que versan sobre las drogas [2] y el PGB [3]. Ésta en concreto atrajo mi atención hace un mes, quien dice uno dice dos o tres, en unos días un pelín flojos. No se por qué se me quedó grabada en la retina. Desde entonces la relaciono inconscientemente con “el señor ese con pelo largo y barba[4] que tanto me ha tenido que aguantar. Desde que tenía 17 años por lo menos. Que se dice rápido. Pero anda que no ha llovido desde aquello.

Las que siguen tienen una voz bastante parecida, tanto como que uno de los cantantes es el propio Jesús de PIB. El grupo se llama “Folie a trois” . Se me dieron a conocer en el Ateneo también, gracias a una amiga que me empujó allí a otra sesión de conciertos. Unido a “722” lanzó este proyecto. En su página web [5] se pueden encontrar todas las canciones y están disponibles para su descarga.

Vienen después “El gitano, la cabra y la trompeta” con la canción que da título a este escrito. La letra de ésta me ha atacado hoy por la mañana mientras mis pies cruzaban Autonomía a punto de entrar en la plaza más marchosa de Bilbo para la tercera edad. Sería un buen tema este sobre el que escribir algún día. Lo dejo apuntado para un año de éstos. En fin, que se me va la pinza, de este grupo no sé mucho. Sólo lo que he podido leer por encima en su página [6] hace un rato. Si alguien quiere informarse, ya sabe que camino seguir. No, ahora no es el de baldosas amarillas... Puede escucharse la canción nada más abrirla.

Aparecen en escena “El último que zierre[7] poco antes de dar por terminada la función. Llevan un año estos chicos en mi mp3. Llegaron a él a través del recopilatorio “Rock estatal” que alguien colgó en unos trece volúmenes, si mal no recuerdo, en una red p2p. Nunca recuerdo cómo la apareció el recopilatorio en mi casa. Dos personas me recomendaron por las mismas fechas éste y “Hoy salimos a hostias”. Todavía soy incapaz de discernir entre la culpabilidad de ambas. Aunque lo intuyo por volúmen. Haciendo un par de reglas de tres y aplicando la intuición femenina.

Supongo que se tratará por alguna alteración en mi sentido sensorial o que la capacidad de interpretación de mi subconsciente me ha traicionado, pero me pasa con éstos como con Arturo Pérez Reverte: me pueden llamar hijo de puta tranquilamente, que casi parece un halago. Y digo que algo ha tenido que pasar porque, con todo el respeto hacia este grupo, Reverte sólo hay uno. En resumen, que me vuelvo a ir por la tangente, que el sábado me lo puso en el coche un tío que me encontré en Atxondo y me invitó a dormir en su casa. Hoy lo he visto en el mp3 (apareció ayer después de tres meses de excursión por lugares que desconozco) y me ha dado por escuchar un poco.

Cierra el cartel “Estierkol” [8], unos chicos mazo salados a los que me he parado a escuchar en Bidezabal, ya que el maravilloso horario del metro me ha obligado a permanecer un rato en su andén. Tiene cierta relación con un texto que escribí hace poco [9] y otro que terminaré cuando saque cinco minutos más. Aunque creo que la canción se explica por sí misma.

Y con esto y un bizcocho voy a mover planos y pintar diodos, que sino la seño me chilla luego.

--------------------------------

[1] Anarquismo: nuevo sueño
http://www.izarbeltz.org/
[2] ¿Quién consume a quién?
[3] Ahora y siempre, AntiPGB
[4] Marmitas
[5] klinamen.org/folieatrois/
[6] http://www.elgitanolacabraylatrompeta.es/
[7] http://www.elultimokezierre.net
[8] http://www.estierkol.com
[9] ¡Cuánta puta! ¡Y yo qué viejo!

--------------------------------


Estás ahí - Producto Interior Bruto

Las jugadas de la vida han sido más sucias de lo que me esperaba, me han hecho trampa y me han ganado la partida sin darme cartas. La derrota incomprendida, fruto de una fatalidad adjudicada, me hace pensar que en este túnel no hay salida, lo imaginaba. Y no me quedan fuerzas para ir a quemar el mundo y así volver a construirlo, a nuestra manera. Y a veces pienso que vivir es el gran problema, y que yo conozco la solución. Pero tú estás ahí, cuando hace frío, tú estás ahí, y nunca me dejas solo. Y me gusta. Tú estás ahí, cuando me duele, tú estás ahí y compartimos tu risa. Y me gusta. Cuando la angustia me acorrala y, si no hay suerte, además me duele el cuerpo, o tengo hambre, o un frío que me muero, te huelo. Que yo contigo he aprendido, que entre los dos es menos feo el camino y entre las piedras algo ha crecido: es una flor. Y no me quedan fuerzas para ir a quemar el mundo y así volver a construirlo, a nuestra manera. Y a veces pienso que vivir es el gran problema, y que yo conozco la solución. Pero tú estás ahí, cuando hace frío, tú estás ahí y nunca me dejas sola. Y me gusta. Tú estás ahí, cuando me duele, tú estás ahí y compartimos tu risa. Y me gusta. Me gusta.

Punto y aparte II – Folie a trois

Falsos. Buscan mi ruina. Roban mi sueño. Mas intento que el odio no conduzca mis días, me fuerzo, trato de centrarme en lo importante: lo nuestro. Lo demás lo dejo aparte. 722, conexión a corto alcance. Cierto, socio. En la ciudad nadie conoce a nadie. Somos máscaras que se cruzan en las calles. Olvidé puñaladas, me quedé con los detalles. Hoy la historia se repite, y que nadie espere el feliz desenlace. La humildad escasea y ni tú ni yo vamos a ser los que lo paguen, sabes. Los minutos corren, el camino es duro, pero de nosotros depende el que no sea en balde. Esfuérzate. Lucha por lo que amas. Que nadie te frene. Decirte: intenta no depender de sólo una persona; es depender de todas, para que si ésta te falla, te apoyes en las otras. No es egoísmo, es autodefensa en primera persona. Es la experiencia la que me ha enseñado a reconocer mi condición de humano, a aceptar que es vital rodearse de unas personas, tanto más como desprenderse de otras. Reciban el mensaje. Si no entienden, mejor que callen. Si no respetan, mejor que marchen. Porque para estupideces de niñatos ya no queda espacio por estos lares. ¿Queda claro? Bien, punto y aparte, eh, punto y aparte.

Busco la paz y el conflicto – Folie a trois

Busco la paz en mi mente y el conflicto en la sociedad. La verdadera rebeldía no es una cuestión de edad. Para mi la clave está en el salto de las palabras a los hechos, de las frases a los actos. Queda intacto aquello que criticas, si además no lo combates. Rutinas que practicas, las condenas en debates. Que tanto asco te dan los estates y luego se te cae la baba viendo sus productos en escaparates. La economía presiona como alicates. Tu banco grita “jaque mate”. ¡Escápate! Bocazas oficiales ladran como Savater, nos quieren hacer creer que hay algo que agradecer. Ciertamente, lo mejor de esta mentira es destaparla. Sé que mi vida está en venta, pero intentaré robarla. Tuviste siempre la conciencia limpia de no usarla. Ni los porros ni la farla contaminan al que parla. Si todos ya sabemos que el poder corrompe al hombre, cuando salga un caso nuevo ¿cómo quieres que me asombre? Lo que para mi no tiene nombre es que aún no hayamos dado lumbre a lo que nos explota por costumbre, a quienes en vez de individuos sólo ven la muchedumbre, a quienes sacan oro con la ajena podredumbre. No hablo de contracumbres ni filosofías, que la autonomía se pelea día a día. A veces corazón caliente, y otras sangre fría. Tú y tu gente, yo y la mía, por el fin de esta agonía. Escuché una frase y la hice mía: muerte al estado y viva la anarquía. Actitud, es lo que más valoro, es lo que priorizo, intentar rizar el rizo y no hacerlo por el oro. Me mentalizo y exploro. He descubierto un pasadizo. Yo valoro el implicarse con cualquiera de las miles de injusticias que genera este sistema, con un planteamiento radical del tema. Radical quiere decir ir a la raíz del problema: ver las causas, los efectos, los factores, los esquemas. Cansados de pequeñas reformas que sólo cambian las formas y perpetúan las normas. Tú poco a poco te encorvas. Es el final de rodillas. Le rogarás por favor más. Reformistas y gobierno, el zapato y su horma. Seguramente ni tú ni yo cambiemos el mundo, mas toma nota: una causa no se vuelve injusta por la derrota. ¿Eres de los que se rebota porque nota que la tierra prometida huele a pota? La gente encima vota, confían en quien luego les azota y les deja la cara rota. Infinitas veces la misma piedra. Mi comprensión se agota. O igual soy yo, pero aquí alguien está como una chota. Las corbatas son nudos corredizos alrededor de tu cuello, ¿habías pensado en ello? Vivir es bello y el mundo es una mierda. Recuerda que en toda partida pagará siempre el que pierda. Derecha o izquierda, lo mismo a mi entender da. Defienden el sistema, quieren atar con su cuerda. La clase política carece de ética, dignidad raquítica, actitud patética, campaña mediática basada en la estética. Barren para casa; desvergüenza kilométrica. Libre soy: puedo elegir de qué morir, de hambre o de aburrimiento. ¿A esto le llamáis vivir? Con un ciclo vital impuesto: producir, consumir. Entrar en la rueda es automutilarse cual faquir. No sé si me explico. No pido nada, nada reinvindico. Pues hacerlo implica el reconocimiento de una autoridad con la que no me identifico. Que esta sucia realidad quiero verla hecha añicos. Un saludo para esas chicas y esos chicos que con lo que tienen a mano plantan cara en el dosmil y pico.

Quiero sentarme en las nubes – El gitano, la cabra y la trompeta

Y si me encierro en un autismo y se me esconden los sentidos es por culpa de una multitud. Pregunta a mi psiquiatra a ver si la culpable vas a ser tú. Yo hay veces que no encuentro la causa, pero sí que veo las consecuencias. Y le digo al duendecillo que me corre por adentro que me gusta que me acompañe tu ausencia. Y estoy, más loco que ayer, pero sigo siendo humano porque creo que anoche lloré. Y no, no fue por ti. Es que me siento impotente cuando veo a tanta gente que no entiende lo que quiero decir.

Quiero sentarme en las nubes, porque aquí no me divierto. Cada ley es un problema, cada problema otro cuento. Cada noche lloro un poco y cada vez lloro menos. Ya no me creo los colores que me pintásteis en tiempos.

No me preguntes dónde se fueron aquellos miedos que me hicieron comulgar. Y no me digas dónde está el cielo, si nunca has visto reflejarse las estrellas en el mar. Todo cambia de color y de postura si lo miras desde el lado natural. Todo tiene explicación según la vida. No me tienes que enseñar a caminar.

Quiero sentarme en las nubes, porque aquí no me divierto. Cada ley es un problema, cada problema otro cuento. Cada noche lloro un poco y cada vez lloro menos. Ya no me creo los colores que me pintásteis en tiempos.


Hijos de la grandísima perra – El último que zierre

Vamos a ver si entendemos de una puta vez qué es lo indecente y lo que no lo es. Cuestión sencilla de averiguar: sólo los muertos hay que contar. Mi situación es que soy joven y viril. No pienso en nada y sólo quiero formicar. En mi trabajo no es que me paguen muy bien, la vida está muy cara y no me puedo emancipar. Y si a una mala hay un descuido y los condones que llevaba se han fundido, ahora ¿qué hacemos? ¿a dónde vamos? Depende lo que hagamos estaremos condenados. Indecentes, los condones dice el Papa son indecentes. Indecente, dice el Papa que el aborto es indecente.
Dime quién es aquel que mata por amor, quien ha quemado a fuego lento por su Dios. A los que en su momento se atrevieron a pensar que el mundo era redondo y que la muerte era el final. Dime quién es aquel que mata por la paz y el bienestar del mundo libre. Miente. Pues lo que quiere es el petróleo nada más, para venderlo al superviviente.

Hijos de la grandísima perra, siempre esperando el momento para colgarnos el muerto. Hijos de la grandísima perra, ¿quién manipula la gente? ¿quién es aquí el indecente?.


Escupiré jodidos - El último que zierre

No penséis jodidos que esto ha terminado. Sé que estoy cansado pero no acabado. Y aunque no os importe, me tengo que desahogar. Mi asco de saliva, os la voy a hacer probar. Escupiré ante vuestros gestos de buena voluntad. Escupiré ante vuestras caras de gente muy formal. Escupiré ante vuestras leyes que no me dan el pan. Y, aunque reciba mil y un golpes, no me veréis llorar.

Cuídense, aún no me he caído. No lo han conseguido. Sólo estoy herido. Cuídense, aún no me he caído.
No lo han conseguido. Sólo estoy herido.

Miren las paredes, aún quedan letreros de algunos que han muerto por vivir un sueño. Y aquí no hay salida para soñadores, a menos que sueñen a la sombra de un ciprés. Sueños que quedan pa' los restos en nuestro corazón. Sueños que llenarán tu vida de una falsa ilusión. Sueños que no verán mis ojos ni en la mejor canción. Y, aunque despierte todos los días, no me veréis llorar.

Cuídense, aún no me he caído. No lo han conseguido. Sólo estoy herido. Cuídense, aún no me he caído. No lo han conseguido. Sólo estoy herido. Cuídense, aún no me he caído. No lo han conseguido. Sólo estoy herido. Cuídense, aún no me he caído. No lo han conseguido. Sólo estoy herido.


Silikona - Estierkol

Verano, vacaciones, gente que le gusta lucir bronceado. Playas: último éxito de la temporada. Verano, vacaciones, gente que le gusta lucir bronceado. Playas: último éxito de la temporada. Cuerpos danone a base de liposucciones, dietas, lucen todo su esplendor en el poderoso espectáculo del culto al cuerpo. Gordos, bajos, feos... no tienen cabida en este baúl, en este baúl, en este baúl.

Antes era en primer lugar idiomas, conocimientos y experiencia laboral. Ahora foto a cuerpo entero, menos de veinticinco años, no tener defecto visual. La carne con el tiempo se arruga y envejece. Sea guapo o feo es persona. Dicen no ser racistas. Dirán más bien perfeccionistas. Pero marginan a personas sólo por colores, razas, por su posición social, sus michelines... defectos físicos. Para colmo publicidad: televisión, revistas, vallas publicitarias. Siguen vendiendo. Con sus ojos sólo puede ver una rubia platino con una perfección que ofende a base de silicona, cirugía integral, silicona, cirugía integral, silicona, cirugía integral, silicona.

No importa que sea orgullosa, egoísta o mentirosa, mientras sea guapa y delgada todo está en orden. No importa que sea orgullosa, egoísta o mentirosa, mientras sea guapa y delgada todo está en orden. No importa, no importa, no importa, no importa, no importa, no importa, no importa...

2007/10/14

¡Cuánta puta! ¡Y yo qué viejo!

No sé si soy yo o realmente es así, pero estos últimos años parece ser que el precio de la tela se ha quintuplicado. Mis primeras sospechas surgieron al ver dos jóvenes lucir sendos maravillosos niquis de tirantes estando yo ataviado con un par de sudaderas, la chaqueta polar, buff, guantes y botas. Todo esto con nieve bajo mis pies. De eso hace ya un par de años, pero por lo visto no ha hecho más que agravarse este fenómeno. A lo largo de este verano he llegado a sufrir verdaderas alucinaciones dignas de un bonito viaje con un cartón sonriente. Minifaldas capaces de poner en un duda su propia definición, camisetas cas con menos tela que un sujetador y prendas compuestas únicamente por mangas, entre otras muchas. Con éstas últimas se han hecho las maletas todos los fabricantes de chalecos que llevaban años desperdiciando tan valerosa pieza.

Supuse al principio que el fenómeno del que hablo afectaba sólo a un bajo porcentaje de la población. Pero, tras haber fecuentado diferentes fiestas, la ikastola y la universidad estos meses, he comprobado que no podía estar más equivocado. Cada vez son más las niñas que se suman a la moda. Afectan a éstas principalmente, los tíos tienen/tenemos otros problemas que ya analizaré otro día, si se tercia.


No seré yo quien dicte cátedra sobre la estética a seguir. En este caso me posiciono tras el “prohibido prohibir”. Muchos años de presión judicial y social ha vivido ya este pueblo como para cortarle las alas ahora que puede volar. Ya se estampará contra una ventana y verá lo que es bueno. Mas no puedo evitar tomármelo como un insulto a la imaginación, a la sensualidad, al juego, a la ilusión, a la insinuación. No puedo evitar preguntarme cual es la carencia tan atroz que sufren todas esas jóvenes. Qué falta les incita a venderse sólo como un cuerpo, en lugar de formar parte de un todo. Puede que sea prisionero de los tópicos, no sería la primera vez, pero no cabe en mi cabeza que una chavala con un mínimo de inquietud y algo de conversación se presente como un par de tetas ancladas a un tanga. Quien ame eso tiene que ser incapaz de mostrar tanto aprecio a la carne cruda.

No puedo evitar, al cruzarme con alguna por la calle, que por mi cabeza pasen, como proyectadas en un letrelo luminoso, dos frases. La primera, cuya autoría desconozco, reza: “la culpa es de los padres, que las visten como putas”. La segunda, la firma “Siniestro Total” y es, al mismo tiempo, parte y título de una canción: “¡cuánta puta! ¡y yo qué viejo!”.

Lo peor es que, a pesar de todo, muchas de ellas me ponen y me gustan. No para entablecer una profunda amistad, sino para ponerlas mirando a Cuenca y comprobar hasta que punto resulta viable la utilización del sustantivo de la palabra que precede a “amistad”. Si a todos los tíos nos sucede lo mismo y, por encima de todo valor ético y/o moral, lo llevamos a cabo, ¿ser una de ellas no tiene que ser como para pegarse un tiro?

Delator de mis acciones

11 Octubre 2007


Hola, ¿Cómo estás? ¿Te sorprende que te escriba? Tanto tiempo, es normal. Pues es que estaba aquí solo. Me había puesto a recordar. Me entró la melancolía y te tenía que hablar. [1]

¿Recuerdas aquella noche en un pueblo perdido en medio de Navarra? Eran fiestas. Fuimos con nuestra tienda de campaña a probar algo nuevo. Cargadxs con las mochilas repletas de bártulos, ropa, comida... cogimos un autobús pronto por la mañana y, tras algún que otro incidente con el cambio de coche en una parada intermedia, nos plantamos allí a última hora de la tarde. Exhaustxs por el viaje, con ganas ante los cuatro días que nos esperaban.

Montamos todo en aquella campa abarrotada y nos tumbamos a mirar el cielo entre gritxs de unxs y el olor a sardina chamuscada de lxs de más allá. Cuando las fuerzas vinieron a nuestro encuentro, tras haber realizado los pertinentes ejercicios químicos y papirofléxicos, marchamos al centro del pueblo. Con cada paso en el camino que nos conducia, los ojos se nublaban un poquito más, el equilibrio empezaba a resultar bromista y la lengua se empeñaba en producir sonidos aleatorios.

Estuvimos allí un rato bailando, intentándolo al menos. Cuando hubimos de movernos a algún bar o txozna, como era costumbre en mí, te agarré de la mano. Para no perderte en el gentío al principio; para no perderte, a secas, pasado un rato. Poco a poco mi mano se acercó más a ti, hasta cambiar la tuya por la cintura. Seguimos caminando lentamente, y la segunda también contempló como alternativa viable completar la simetría. Ambas, sin yo quererlo, creo, te atrajeron hacia mí, suavemente pero en ascensión progresiva, siguiendo una función que, de ser posible, se parecería bastante a ésta:


Donde dist0 es la distancia original entre tú y yo, F cuánto te atraigo hacia mí y dist la distancia final entre nosotros. Si intentamos resolver las unidades, nos da un fallo bastante curioso, pero es lo de menos. Vamos, lo importante es que el ímpetu con que te acercaba era mayor conforme la distancia se reducía, hasta llegar a un maravilloso equilibrio, un gran y ovalado equilibrio: el cero. Matemáticamente infinita era la fuerza que ejercía sobre tí, y así me lo parecía, aunque dudo que mis biceps alcancen tal valor ideal. Sí, acabo de mirarlos y definitivamente es imposible.

Aprovechando tan curioso estado físico y perfección expresiva, en un descuido, o quizá no, mis labios rozaron tu cuallo, húmedos, calientes, un poco ebrios también, ¿para qué negarlo?, y te susurraron algo, no recuerdo qué. Tu primera impresión fue de sorpresa, pude notarlo, pues tensaste ligeramente todos tus músculos en un impulso incontrolado y mis manos se mantenían custodiando tus caderas. Después, relajada ya, y con un leve giro, me respondiste con un pequeño beso, tímido. Los ojos se entrecruzaron un instante, y sobraron las palabras para adivinar el siguiente paso. Discretamente, dejamos al resto entre tragos y risas.

Llegamos a la tiendo. ¿Cómo y cuanto tardamos? Ni idea. Allí estábamos, entre esterillas y sacos, tumbados, abrazados. Optamos por preparar un último plato cilíndrico con arroz y algo de aliño para llenar la tripa. Pronto se volvió humo, consumido lentamente, con una luz ténue pero ardiente, como lo era la situación, y sólo quedaron de él pequeñas alteraciones de la percepción. Una sensibilidad amplificada, unos impulsos incontrolables. La fiesta volvía a empezar...

Movimientos suaves, delicados, se sucedían y alternaban con otros más rudos, violentos. Nos fundimos en un largo beso que erizó hasta el último pelo de mi cuerpo. El tiempo se paró, aquel instante se volvió eterno, pero no importaba. Sería capaz de haberme quedado bloqueado en aquel éxtasis per secula seculorum. Tu lóbulo tomó protagonismo después. En él me entretuve un rato, mientras mi mano seguía recorriendo tu cadera, acariciando dúlcemente tu piel. Instintivamente, el cuello le siguió y, habiendo desaparecido ya la camiseta como por arte de magia, tus pezones se convirtieron en el mejor de los entretenimientos. Duros, durísimos, aguantaban estoicamente la lucha contra mi lengua. El músculo más fuerte estaba perdiendo la partida.


Mientras tanto, la mano seguía su camino, agarrando con fuerza tus nalgas, acariciando tus muslos después. Girando lentamente hasta alcanzar su parte interior, con cuidado, mucho cuidado. El menor paso en falso podría echar por tierra el camino recorrido. Dando la batalla por perdida, bajé la cabeza poco a poco, del canalillo al ombligo, con leves besos, cálidos leves besos. La frontera delimitada por el cinturón me detuvo por un momento. Allí me quedé palpando con los labios y buscando la mejor vía de acceso. Los dedos habían alcanzado ya zona de alto riesgo y estaban a punto de rozar el fin de su vertiginosa ascensión entre tus piernas. Con el mayor cuidado que permitía la situación y un leve giro, quedó libre el botón que mantenía los pantalones aún en su sitio. La cremallera se abrió, sola diría yo. Una cinta a rayas me recordaba todavía que el camino no estaba recorrido, quedaban pruebas por superar. Te miré a los ojos, impacientes, temerosos, mezcla de querer y duda. Un beso bastó para acabar de convencerte y recibir el permiso no escrito. Mis manos, con más cuidado si cabe, apartaron la última valla que les impedía el paso y se dispusieron a explorar terreno vedado. Húmedo y ardiente terreno el que hallaron. Tus ojos se cerraron, de tu boca surgieron, en aquel momento, discretos sonidos que mi mente pudo interpretar como señal de placer, de satisfacción.

Tu cuello, casi olvidado ya, reclamó la atención de mi boca y a esta no le quedó más remedio que corresponderla. A mis oídos llegaba clara tu respiración, sentía el aire correr por tu interior, mensajero de sensaciones, delator de las acciones, de mis acciones. La lengua recordó una tarea pendiente y volvió a atacar a unos pechos esta vez desprevenidos. La guerra había comenzado: mis tropas armadas con huellas dactilares y papilas gustativas intentaban sin descanso derribar las tres firmes torretas que tu cuerpo poseía.

¡Pum! ¡Niiiinoooo! ¡Bang! ¡Riiiing! ¿Qué pasa? ¿Llama tu padre a la puerta? No hay puerta. ¿Viene la policía?¿Cuantos años tienes? No hay luces, no son ellos. ¿Un tiro? ¿Una bomba? Tampoco.

Son las seis de la mañana, hora de ir a clase. Nuestra aventura tendrá que esperar, una vez más.

--------------------------------

[1] 20 de Abril – Celtas Cortos

2007/10/13

Miles de alfileres

Los pelos se han endurecido, han adquirido una consistencia casi metálica. Intentan introducirse poco a poco en el cráneo, como si de alfileres se tratara. Miles de alfileres impulsados por una fuerza invisible presionan y se clavan con ahínco en mi cabeza. Los nervios parecen haberse unido a la fiesta y desde dentro atacan de igual manera a mi organismo. No respiro con la soltura habitual; los pulmones requieren de un esfuerzo sobrehumano para recolectar oxígeno; su ritmo se acelera fuera de todo control. El corazón sigue su ritmo y con cada pulsación siento los alfileres clavándose en él. Soy incapaz de centrar la vista en mi lectura, no puedo leer más de tres palabras seguidas, el velo blanco que todo lo cubre me lo impide. Opto por guardarlo todo y mirar por la ventana. No veo nada, pues ya es de noche y sólo llegan a mis retinas, sangrantes ya, los reflejos del interior del vagón.


¿Por qué estoy así? No tengo más quehaceres que ayer. La lista de tareas pendientes apenas ha crecido en estos útimos días. Y sólo he perdido una tarde, cinco míseras horas. Sin embargo, aquí estoy, sin poder concentrarme en nada, simplemente observando, dando vueltas a todo y a nada al mismo tiempo, ni busco ni encuentro conclusiones, me taladra la idea de quedarme, de no llegar a la penúltima estación. En fin, ante todo mucha calma, tranquilízate, que mañana será otro día. Dentro de poco llegaré a casa y me tumbaré a descansar antes de que esto acabe en siniestro total.

“No pienses que estoy muy triste si no me ves sonreir; es símplemente despiste, maneras de vivir.”
Maneras de vivir – Leño

2007/10/06

La conquista de El Astillero

Hace años, en un pueblo donde solía pasar el verano, había una pequeña casa abandonada cerca de la Iglesia. “El Astillero”, la llamaban. Nunca supe por qué, aunque tampoco me interesara en exceso. Se encontraba junto al río, a unos pocos metros. Un río ancho, aunque no muy profundo.

Allí nos reuníamos a todas horas los niños del pueblo y algunos traídos a rastras por sus padres de donde quiera que vivieran.

Pronto se convirtió en nuestro centro de ocio. Con un par de palos, trozos de tela y una gran dósis de imaginación organizábamos batallas entre valerosos hombres y malvados piratas llegados del mar para conquistar su fortaleza. Los tesoros consistían en gominolas de duro y una corona de cartón. No era gran cosa, tampoco necesitábamos más. En torno a ello giraban todas nuestras posesiones y en ello basábamos nuestro tiempo libre.

Hoy, salgo a la calle y la congoja invade mi garganta, la deshazón se adueña de mi cuerpo al ver una cuadrilla de niños a la sombra, jugando cada uno a su consola, ajenos al sol y las montañas que les llaman desde fuera. A las aventuras que intentan alcanzarlos desde la distancia. Cobran entonces fuerzas mis recuerdos y por unos minutos sueño con “La conquista de El Astillero”, mi libertad y felicidad de entonces. Para a continuación aterrizar y ver que no soy más que uno de esos niños venido a más.

Payasos en la lavadora

Hace unos años, con éste en su último suspiro, nació en Bilbao un niño al que llamaron Álex. Su apellido: de la Iglesia. Empezó joven a escribir historietas, y elaborar cómics. Más adelante rodó “Mirindas asesinas”, un corto donde actuaron, entre otros, Álex Angulo, Saturnino García y Ramón Barea, los cuales le acompañarían en posteriores trabajos. Atrajo la atención de Pedro Almodóvar este corto y mediante su productora estrenó Álex la película “Acción Mutante”. A esta la seguirían más adelante “El día de la bestia”, “La comunidad” y “Crimen ferpecto”, por nombrar algunos de los trabajos más significativos.

No hizo gala de su peculiar sentido del humor en esas obras únicamente y publicó en 1997 el libro titulado “Payasos en la lavadora”. En él se narran las vivencias de un exéntrico escritor durante una Aste Nagusia en Bilbo. El prólogo atribuye la autoría a Juan Carlos Satrústegi y comenta cómo él se encontró el texto en un portátil olvidado en una marquesina de autobús.


Lo leí por primera vez hace exactamente un año, puesto que fue unos de mis compañeros en el viaje de estudios Túnez. Pude tenerlo en mis manos con mucha suerte, pues hace años que está descatalogado y los ejemplares existentes están a buen recaudo en los hogares de los seguidores. En su día me encantó, prueba de ello es uno de los primeros textos que escribí: Ascopena. Recientemente he vuelto a pedirlo prestado. He recordado las sonrisas que me arrancó en su día y disfrutado con guiños que entonces no entendí. Su humor negro, macabro, la mentalidad desquicia que describe, la psicopatía perceptible en cada frase... me han cautivado.

Aprovecho ahora que acabo de terminarlo para recomendar su lectura, transcribir algunos de los fragmentos que más me han gustado, pese a que no es fácil hacer una selección, y hacer los deberes que hace tiempo me mandó hace Amets. Como las páginas de este libro sólo ascienden a 167, he dividido entre dos el número de la página indicada por ella y reproduzco el segundo párrafo de ésta. En la página del autor podéis encontrar más fragmentos e información.

Berandu, baina bete dut ;).

--------------------------------


Pág. 89

“Los residuos adheridos en mis orificios respiratorios, almacenados en su interior durante esta noche asfixiante, se mezclan con el estimulante y el ácido, reaccionando de manera inesperada y misteriosa. Tengo el arcano Opus Alchimicum pegado a la nariz. El Elixir Vitae, la solución final. Pero sólo yo podré disfrutarlo; la ciencia no será capaz de reproducir las mismas condiciones ambientales en laboratorio. Incluso quemando neumáticos y llenando miles de probetas con esencia de corteza de cerdo; todo será inútil. Aquí y ahora. Ésa es la única certeza.”

Pág. 13

“Hannibal Lecter, el potagonista de El silencio de los coderos, participaba de la misma inquietud hacia los rostros de la gente. Lo que pasa es que cuando se encontraba con alguien que le daba mal rollo le comía la cara a mordiscos. Lecter es un tipo inteligente, culto, delicado en sus maneras; su mente trabaja incansable las veinticuatro horas del día resolviendo enigmas inextricables; no es justo que pierda un solo minuto de su vida soportando la presión que ejercen todos esos rostros húmedos que nos observan impunemente, y es lógico que quiera liberarse de alguna manera.”

Págs. 27-28

“Una de gran éxito, por su sencillez y rápida conclusión, era la de la mesa y los huevos. El sujeto, previamente desnudo, coloca sus huevos, apartando cuidadosamente el pito, encima de una mesa. Entonces otra persona, con un martillo grande, le aplasta los huevos de un certero golpe en el que invierte toda su fuerza física. Alguna vez lo representamos teatralmente, y la sensación de regustillo que daba el imaginarse esa inimaginable cantidad de dolor almacenada, apretada en una sola fracción de segundo, era enorme. Se discutía acaloradamente qué ocurría después con el torturad. ¿le daría tiempo a gritar o se desmayaría inmediatamente?

Tras practicar este juego durante semanas llegamos a momentos de auténtica poesía. Se arrancan todos los dientes a una persona de cuajo, con unos alicates. Esto como prólogo. Los de arriba y los de abajo. Y después se colocan alfileres dentro de los huecos de las encías. Una vez acabada esta operación, se obliga al paciente a que mastique con todas sus fuerzas. Todos, nerviosísimos, masticábamos fuertemente para imaginarnos esa sensación.”

Pág. 29

“Había un cura – creo que daba latín – que no paraba de hurgarse en las orejas con las patillas de las gafas. Esto puede parecer vulgar; lo asombroso era que con el producto hallado dentro hacía pelotillas y nos las lanzaba. Había otro que decía:

- ¡Nietzsche!...¡Qué daño ha hecho ese hombre!...

Lo repetía continuamente. A nadie le importaba, porque en mi clase todo el alumnado era retrasado mental. Leían revistas de surf y cosas así. Realmente a mí tampoco me importaba. Y creo que a él menos. Al único que podría importarle era a Nietzsche.”

Págs. 87-88

“Tengo que hacer una llamada anónima a la redacción de un periódico y confirmar la autoría de este atentado como la primera acción terrorista de PANICO. Mientras, analizo el contenido de los sobrecitos, mi merecido trofeo. Contienen un polvillo amarillento. Afortunadamente no es cocaína, droga de diseño para los modernillos de turno. Parecen cinco gramos de lo que ha venido a llamarse speed, una mezcla de anfetamina en polvo adulterada con una cantidad incontrolable de productos químicos mortalmente tóxicos. Administrado con regularidad puede destruir para siempre el sistema nervioso, quemar las neuronas del cerebro hasta convertirlas en una ración de chopitos, calcinar el tabique nasal como si esnifases cal viva. Quizá por esa razón los consumidores habituales lo llamen cerdo. Desposito todo el contenido en la palma de la mano y lo absorbo salvajemente. Noto cómo me abrasa por dentro, cómo se extiende por mi cabeza hasta la nuca, quemando todos los tejidos interiores hasta detenerse en el cráneo. No queda nada, sólo un rastro que ha escapado a mi hocico-aspiradora. Lo chupo con la lengua, como un perro. Sangro por la nariz. Buena señal.

Intxáustegi, un amigo del colegio – utilizo su verdadero nombre porque a estas alturas, si es que vive después de lo ocurrido, no creo que lo recuerde -, era aficionado al speed. Nunca tuvo problemas. Era un tipo normal, un poco ansioso, pero normal. Un día fue al dermatólogo porque le picaba la piel.

- Mire, doctor... Acérquese. - Intcáustegi se remangó la camisa, dejando los brazos al aire. El doctor se acercó -. Mire mi piel... Fíjese, fíjese bien.

El doctor negó con la cabeza. Se quitó la gafas.

- Mire ahí, junto a los pelos... ¿No los ve? ¡Están por todas partes!

El doctor seguía inspeccionando el brazo detenidamente, sin encontrar nada extraño.

- Tiene que verlos... Son unos pequeños insectos. Están agarrados a los pelos... Mire, se agarran y empujan con fuerza, hacia abajo, hasta cambiarme la dirección del vello. ¿Se da cuenta?

El doctor, con calma, miró a los ojos de Intxáustegi y le preguntó:

- Eres adicto al speed, ¿verdad?

- Bueno, adicto, adicto... Lo he probado alguna vez, pero...

El doctor se acercó a su biblioteca y sacó un grueso volumen de psiquiatría. Sobredosis de speed. Sintomatología: el enfermo se siente atacado por unos insectos imaginarios que cambian la dirección del vello.

Intxáustegi, mudo de asombro, abandonó la consulta.”

Pág. 134

“El tiempo es una mentira, una trampa de las amas de casa para que desayunemos a la misma hora, para que cuando comamos o cenemos lo hagamos todos juntos. Si no llegan a inventar el tiempo, las amas de casa se pasarían el día fregando, y eso no puede ser. Lo que quiero decir es que los intervalos que componen un fragmento de tiempo no son regulares. Tienn diferentes superficies y grosores. Las sustancia que une esos intervalos y la materia que los compone no son las mismas. Una noche inolvidable es un pastel; se te deshace en la boca. Un debate en la televisión es una corteza de cerdo rabiosa; por más que la retuerces no hay manera de hincarle el diente.”

Págs. 138-142

La Palanca... Suena como un lugar mítico: la Atlántida. Aquí es donde viven los dioses de mi ciudad, como los griegos, en lo alto de una colina. Los edificios parecen antiguos. Ya lo veo claro; es la acrópolis de la villa, su centro intelectual. Puede apreciarse en la gente que nos rodea. Todos andan con algo en la cabeza, como distraídos. Los hombres pasean, charlando amistosamente, compartiendo ideas, proyectos, ilusiones. Las mujeres salen de los locales a recibir a los paseantes. Los tratan con un cariño inusual, típico del norte. Intcáustegi, amante de las costumbres locales, entabal una animada conversación con una atractiva mujer de aspecto caribeño. Mientras, decido introducirme en un local sugerente: el Gato Negro.

¿No es maravilloso relacionarse con personas de gusto tan delicado? Luces cálidas, terciopelo rojo en las paredes, música suave. Un auténtifo pub inglés. Lástima que no se cuide como debiera, porque detecto goteras en algunas esquinas y la moqueta roja se ha vuelto negra de barro y mugre. Piso un ratoncillo gris que huye, precavido. En la barra del bar me saludan dos simpáticas señoritas. Una de ellas confiesa su pasión por Poe. También conoce a lord Dunsany, dice, que le pagó cinco mil pesetas por chupársela. No entiendo claramente la ironía, pero brindo por ello y las invito a unas copas. La cosa se anima.

Todas las chicas se ríen de mis ocurrencias, incluso el barman y algún invitado ocasional. Intcáustegi y Sandra, que así se llama su amiga, nos acompañan en la fiesta improvisada. Mi amigo, espléndido como de costumbre, invita a todos los presentes a una ronda. Sandra es dominicana y parece feliz de vivir en nuestra tierra. Mis dos nuevas amigas, Irene y Bocafloja – adivino que la llaman así por su risa fácil – son del extrarradio. Actualmente están en paro, pero hacen “sus cosillas” - imagino que artículos en revistas especializadas, colaboraciones, etc. - para salir adelante. Bocafloja es una alma romántica. Me mira embelesada, apoyando con una carcajada cada uno de mis parlamentos. Discutimos con vehemencia la falta de talento de los nuevos creadores, la usencia de principios entre los jóvenes, lo malq ue están las carreteras en Andalucía y el nuevo fichaje del Osasuna – desgraciadamente, Intxáustegi tomó las riendas de la conversación - ... Todos disfrutamos mucho.

Es curioso que, en un primer contacto casual como éste, las muchachas congeniasen con nosotros de manera tan natural – hay que reconocer que nuestra facilidad de palabra contribuyó enormemente-. Nunca me consideré atractivo. No es falsa modestia. Además, tras los últimos acontecimientos no he tenido tiempo de cambiarme, lo que empeora gravemente mi aspecto. Sin embargo, algo debo de tener, porque Irene aprovecha mi concentración en el discruso para introducir su mano en mi bragueta y juguetear con mis genitales. ¡Qué gesto inesperado y cordial! Intxáustegi, no queriendo parecer descortés, levanta la falda de Sandra y su mano izquierda desaparece en la oscura intersección de sus glúteos; dos masas de carne dura como la piedra, dignas de exponerse en el Museo de Pesas y Medidas de París.

Bocafloja se agacha delante de Intxáustegi. Las tinieblas del Gato Negro nos impiden ver la jugada, pero sospecho que la poderosa operación de succión que merecía la admiración y el aplauso del mismísimo lord Dunsany se está efectuando en estos precisos instantes.

Oh, Dios mío. ¿Quién podría imaginarse que la materia vil, poco atendida por mi espíritu aflijido, pudiera reportar tan gratos momentos, deleitarnos con placeres tan exquisitos?

Irene, Bocafloja, Intxáustegi, Sandra y yo subimos una empinada escalera del local cantando No llores por mí, Argentina por alguna razón que no recuerdo. La iluminación es escasa, pero alcanzo a distinguir un pasillo estrecho de paredes verdosas. Hay algo húmedo en ellas, lo noto al apoyarme. No comprendo cómo Bocafloja ha podido llegar hasta aquí sin desprenderse de Intxáustegi; continúa realizando una esmerada labor de succión, agarrada a modo de cinturón sobre sus caderas. A Intxáustegi le agrada, no puede negarlo. Su expresión de Buda feliz lo corrobora. Sandra, sin embargo, no le ve la gracia. Intento caerle simpático a Sandra. Asombroso, no ha leido la obra de Hawthorne. Ni siquiera sabe quién es. Charlamos sobre ello, pero no consigo captar sua tención. Se entretiene golpeándome la cara con sus tetas una y otra vez.

Unos pezones negros, de dureza casi metálica, me lastiman hasta el punto de irritarme la nariz. Los muerdo violentamente, presa de un ataque de euforia. Sandra sonríe, mete su mano en mis pantalones y, agrrándome el culo con una sola mano, me levanta con facilidad; abre una puerta y me lanza a la cama. También nos acompaña la encantadora Irene, cargada de copas y botellas, totalmente desnuda, con los pantys en la cabeza.

El doctor Octopus estaría orgulloso de mí. Me faltan brazos para palpar todo lo que tengo a mi alcance. Ellas, encendidas como panteras, me arrancan la ropa. Irene la registra, buscando una cartera. Naturalmente no encuentra nada. En otro contexto, esta actitud podría haberme contrariado, pero aquí resulta chistosa. Sandra se sienta encima de mí, cegándome con sus nalgas. Mi cabeza se encuentra aprisionada entre las mantas ásperas de la cama y los muslos duros de la muchacha. Esta situación, lejos de desagradarme, calma el dolor de mi alma extenuada.

Me hallo en la oscuridad total, una oscuridad caliente, deliciosamente asfixiante. Estoy en un bosque. Una selva de ramas negras y tupido follaje. Puedo distinguir el fuerte aroma de la tórrida floresta, el amargo sabor de las frutas maduras. Mi lengua sacia su sed en grutas inexploradas. Irene aprovecha mi ceguera para apoderarse del resto de mi cuerpo. Se acomoda en mi bajo vientre con una habilidad prodigiosa – estamos hechos el uno para el otro, como el tornillo y la tuerca -. Comienza a agitarse, a gritar ignomias. No puedo huir. Sandra, con sus nalgas-tenza, no me lo permite. Aprieta cada vez más fuerte, ahogándome.

Irene salta sobre mí una y otra vez, accionada por un motor uterino de potencia inaudita. ¡está poseída! Es Regan, la Divina Infante de El Exorcista. ¡¡Poséeme, demonio; soy tu padre Karras!! No puedo oir mis propios gritos, porque la jungla negra de Sandra sella mi boca para siempre. Soy feliz.

Llego al éxtasis bruscamente y me desmayo.